lunes, 17 de marzo de 2008

DESDE EL ESPACIO EXTERIOR


En 1889 la millonaria francesa Anna Émile Guzmán creó un premio a quien fuera capaz de entrar en contacto con un objeto celeste o un planeta, premio que sería entregado por la Academia de Ciencias francesa. Año tras año quedó sin propietario hasta que en 1969 fue entregado a los tres astronautas del Apolo XI por su primer viaje a la Luna. Seguramente, no era lo que ella pretendía, pero era el intento más serio que se había realizado de expandir nuestras fronteras a otros mundos.

A finales del siglo XIX, el científico Nikola Tesla aseguró haber recibido el “saludo de otro mundo” en el transcurso de uno de sus experimentos efectuados con un aparato de su propia invención que denominó “Teslascopio” y con el que afirmó haber recibido “señales de Marte” y hasta dijo: “He sido la primera persona en recibir un saludo de otro planeta”.

Guillermo Marconi, el 20 de enero de 1919, declaraba ante el The New York Times que mientras realizaba unos experimentos de comunicación entre ambas orillas del océano Atlántico a través de la telegrafía sin hilos, detectó lo que parecían señales inteligentes procedentes del planeta Marte. Marconi era Premio Nobel de Física en 1909 y cuando dijo que había obtenido señales cifradas de diferente duración similares al código Morse que ni él podía identificar y que su origen parecía provenir del espacio exterior, en la dirección Marte, la cosa no era para tomarla a risa. Lo malo es que poco más se supo sobre estas ondas recibidas, hubo un impenetrable misterio que otras personas intentaron desentrañar. Tan solo sabemos que Marconi, en años posteriores y a bordo de su barco Electra, hizo experimentos secretos para intentar establecer una comunicación con esas señales, pero nunca transcendió nada.

Pocos años después, en 1924, David Todd dijo haber recibido de Marte, en una de sus máximas aproximaciones a la Tierra, una serie de señales como puntos y rayas del código Morse que dibujaban un rostro humano. ¿Y si no procedieran de Marte?

No fueron las únicas señales de radio extrañas que se detectaron. Otras fueron captadas en Eindhoven (Holanda) y en Oslo (Noruega) durante la década de los 20, sin que se llegaran a descifrar. O eso creían. El 3 de Abril y el 11 de Octubre de 1928 el técnico noruego Carl Störmer y el científico holandés Baltasar van der Pol transmiten en la banda 31.4 de longitud de onda en grupos de tres puntos y detectan unos ecos que regresan en intervalos de tres y treinta segundos: las señales regresaban con una regularidad extraordinaria como si rebotaran en algún objeto perdido en el espacio.

¿Sonda espacial extraterrestre?

Muchos lo pensaban, pero nadie se atrevía a decirlo hasta que un astrónomo norteamericano, R. N. Bracewell, se atrevió a sugerir que una sonda espacial procedente del espacio interestelar pudiera haber estado girando alrededor de la Tierra en un intento de establecer contacto con nosotros. Esto no cayó en el vacío.

Hubo un científico escocés, Duncan Lunan, astrónomo de la Universidad de Glasgow y miembro de ASTRA (Asociación Escocesa de Tecnología e Investigación Astronáutica), que retomó los experimentos de 1928 y descubrió que tales señales podían ser interpretas como mapas estelares que señalaban hacia una determinada estrella. Fue trazando un gráfico a partir de los ecos no explicados y al final resultó ser Epsilon de la constelación Boyero, cuyo contorno se encontraba dibujado en el mensaje de radio. Su tesis la expone en su libro A la escucha de las estrellas (1974) y no es otra que una sonda espacial procedente de algún planeta extinguido de Epsilon intentaría atraer nuestra atención provocando el fenómeno, aún no explicado, de los “ecos retardados” (LDE) que se observaban en algunas de nuestras emisiones de radio. Sería una especie de nave alienígena automática que habría realizado un viaje de más de cien años luz, utilizando para propulsarse una curiosa tecnología de recolección de hidrógeno interestelar, acelerando por medio de la fusión nuclear. Una nave lanzada desde Epsilon que habría estado transmitiendo datos, en forma de emisiones de radio, delatando su lugar de origen y aportando conocimientos sobre su tecnología, en busca de encontrar planetas con la posibilidad de albergar vida. Los mensajes, una vez transcritos en el gráfico, indicaban que su origen se remontaba a 13.000 años, pues así era representada esta constelación vista desde la Tierra hace esa cantidad de años. Lunan tuvo la osadía de traducir el supuesto mensaje que se recibió de la sonda:

“Somos de Epsilon del Boyero, que es una estrella doble. Vivimos en el sexto planeta de un sistema de siete. Nuestro sexto planeta tiene una luna, nuestro cuarto planeta, tres; nuestros planetas primero y tercero una cada uno. Nuestra sonda está en órbita de vuestra Luna. La distancia orbital del sexto planeta es de 1755 millones de Kilómetros. El séptimo planeta está a 2913 millones de Kilómetros del Sol. El sexto planeta no es nuestro hogar originario. La sonda ha sido lanzada desde el séptimo planeta para girar en torno al Sol mayor y, desde allí, aprovechar el empuje gravitacional del Sol menor. La sonda está preparada para comunicar a través del laser”.

En la época que se recibieron los extraños mensajes, la sonda estaría situada no muy lejos de nuestro planeta, en uno de los “puntos Lagrange” del sistema Tierra - Luna a la espera de ser localizada y mantener un contacto con los humanos. Sugerente hipótesis a mitad de camino de la ciencia y la especulación. De ser cierto, explicaría muchas incógnitas que estamos planteando en este reportaje. Lo malo es que nunca más se volvió a recibir la señal de radio. ¿O tal vez sí?.

Desde 1960 hasta finales del siglo XX se han puesto en marcha proyectos oficiales amparados en su gran mayoría por el gobierno estadounidense con la intención de encontrar vida extraterrestre más allá de nuestra atmósfera. Proyectos como Ozma, CETI, SETI o Fénix son los más conocidos con el único objetivo de escrutar el universo en busca de ecos anómalos y señales de radio o cualquier otro de origen que evidencie que no estamos solos. El gran radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, es el que ha centralizado buena parte de los rastreos de las profundices del espacio en busca de esta clase de señales y, paradójicamente, el que menos éxito ha tenido.

Una señal muy famosa, y fallida, fue la de Frank Drake recibió durante el proyecto Ozma procedente de las estrellas Tau Ceti y Epsilon Eridani, de una intensidad muy fuerte y con carácter claramente inteligente. El entusiasmo de Drake se desinfló cuando comprobó que el origen se encontraba en la emisión de un experimento militar.

Pero no solo era privativo de Estados Unidos esta clase de experimentos. En 1973 el astrónomo ruso Kaplan de la Universidad de Gorka afirmó haber detectado señales de una alta frecuencia de origen artificial y desconocido proveniente de algún lugar dentro de nuestro Sistema Solar, lo que abonó la hipótesis de que algún artefacto extraterrestre estaría enviando señales desde un lugar más cerca de lo que pensamos. No fue la única señal extraña. El 15 de Agosto de 1977 a las 22,30 horas a través del radio telescopio Big Ear se recibió una señal de radio desde el espacio de la zona de la constelación de Sagitario. Tuvo una duración de 72 segundos y poseía una intensidad muy superior al ruido de fondo. La señal no se grabó pero sí fue registrada gráficamente en la vieja impresora del ordenador del observatorio de Big Ear.

La señal Wow

El programa SETI de búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra ya se había puesto en marcha unos años antes y uno de los investigadores, Jerry Ehman, fue el que descubrió con un sobresalto esa señal en el papel continuo de la impresora, escribiendo con bolígrafo rojo al borde del papel: “Wow!”: se trataba de una fuente de radio de banda estrecha que procedía del espacio, en concreto de la dirección de Sagitario, y de un ámbito de frecuencias de unos 1.420 mega hertzios, es decir, parecía la primera señal radiofónica localizada de una inteligencia extraterrestre. Como suena.

Eran las 23:30 horas del 15 de Agosto de 1977. A través del radio telescopio Big Ear se recibió una señal de radio desde el espacio de la zona de la constelación de Sagitario, con una duración de 72 segundos. Tenía una intensidad muy superior al ruido de fondo. La señal no se grabó, pero sí fue registrada gráficamente en la impresora del ordenador del observatorio. Nunca antes se había detectado algo tan espectacular. Tan emocionado se mostró Jerry Ehman que creyó que era la primera señal localizada de inteligencia extraterrestre. Todos los científicos revisaron la señal, analizando los datos en código que el ordenador les había ofrecido. Su origen se encontraba en la banda de hidrógeno neutro, la más abundante del universo y la que tiene más opciones de recibir un mensaje alienígena, al ser un canal óptimo para la recepción y la emisión de mensajes.


En la fotografía se ve un trozo de la hoja en la que se registró la señal Wow!. Cada columna representa un canal y las filas representan el tiempo (cada fila equivale a 10 segundos). Los números que se ven por toda la hoja representan la intensidad de las señales del 0 al 9, (los espacios en blanco simbolizan el 0) para extender el rango se añadieron letras, así la menor señal sería un espacio en blanco y la mayor una Z. Como se ve, la señal Wow! Fue “6EQUJ5”. Cada número se basaba en el anterior, y eso indica que cuando se registró la U la señal era 30 veces superior al ruido de fondo, una señal muy potente.

De nuevo el mismo juego cósmico del despiste. Lo curioso es que entre las señales más interesantes del Proyecto Fénix, que comenzó a funcionar en febrero de 1995, se encuentran las recibidas por el radio telescopio de Ohio y que proceden precisamente de la constelación de Sagitario.

Para colmo, el 6 de noviembre de 1991 el observatorio de Kitt Peak, en Arizona (EE.UU), detectó un objeto situado a tan solo 180.000 km. de la Tierra. Un extraño objeto de unos 8 metros de diámetro cuya órbita era perfectamente circular y no elíptica, por lo que se pensó que podría ser alguna sonda artificial. Si su procedencia no era terrestre, la siguiente opción parece muy clara: ¿se trataría tal vez de la sonda de Epsilon que Duncan Lunan consiguió localizar y descifrar? ¿Explicaría tantas observaciones anómalas que se han realizado con los telescopios? Lo malo es que estas señales y estos objetos no tienen continuidad en el tiempo ni en el espacio…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, no se si este blog tiene continuidad a día de hoy o no, pero tengo en mis manos el libro de Duncan Lunan que se comenta, rescatado de la librería de mi padre.
No tiene mala pinta la verdad. Los datos técnicos que comenta son abrumadores....
Seguiré leyendo....