jueves, 31 de enero de 2008

DEL PASEO DE LA EMPERATRIZ AL PASEO DE LA REFORMA


Ya a finales del siglo XVIII, los habitantes de la ciudad de México, para ir al bosque de Chapultepec, para recreación o de paseo, o para ir a los pueblos cercanos al lugar, tomaban dos rutas: la que iba desde la fuente de Salto del Agua (hoy cruce del Eje Central Lázaro Cárdenas e Izazaga) hasta los manantiales del bosque, al pie del cerro y del castillo. La otra ruta iba desde la calle de Tacuba, en el centro de la ciudad, hasta el acueducto de la Tlaxpana (atrás de Bellas Artes), de ahí hasta la garita de San Cosme con rumbo al Poniente en la misma dirección de donde venía el río del Consulado.

Entrado el siglo XIX, y con la inestabilidad política que sacudía al país, al instalarse el entonces nombrado emperador de México, Maximilano I en el alcázar del Castillo de Chapultepec y designarlo como la residencia Imperial, y a falta de un camino que le comunicara de forma directa al mismo castillo con la Ciudad de México y le redujese el tiempo de traslado de un lugar a otro, considera entre los planes de urbanización de la ciudad, la creación de una avenida que comunicara de forma directa a la residencia Imperial con el centro de la capital.

Tal avenida, como parte de los proyectos que Maximiliano tenía para la capital, tenía que estar a la altura de sus pretensiones, para ser rival de los modernos y bellos boulevares de la Ciudad Luz (París).


Su origen: Diseño y trazado

]Para llevar a cabo tal empresa, Maximiliano I encargo el diseño y construcción del proyecto del "Paseo de la Emperatriz" (en honor a Carlota y como se designó originalmente) al ingeniero en minas austriaco Luis Bolland Kuhmackl. Maximiliano, quién buscaba imitar el lujo y vida de las cortes europeas, busca crear una avenida en la Ciudad de México que superara o igualara a los boulevares parisinos.

El diseño original, contemplaba la creación de un gran boulevard que arrancara desde la Glorieta del Caballito (hoy cruce de Paseo de la Reforma y Bucareli hasta la entrada al Bosque y Castillo de Chapultepec. Las dimensiones proyectadas para tal avenida serían de 19 metros de ancho, con arboledas y prados de unos 9 metros de ancho a cada lado de la misma. Se pensó también en la colocación de bancas de fierro colado colocadas en ciertos puntos de los camellones y la creación de una glorieta ubicada a la mitad del boulevard, en la cual se colocaría un monumento a Cristóbal Colón.

Con la caída del fugaz imperio, el proyecto solo quedó en el trazo de la avenida y el camellón central.


El paseo Degollado

Con la caída del segundo imperio y el retorno de Benito Juárez al poder quedaron suspendidas las obras, aunque en este periodo se dieron dos acontecimientos importantes: el primero fue su cambio de nombre a "Paseo Degollado" en 1867 y el segundo fue la abolición del carácter exclusivo de la vía en 1872 (originalmente estaba prohibido el tránsito público, siendo solo de carácter aristócrata.).

Tras la muerte de Juárez y durante el período presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada, fue que realmente se reiniciaron las obras de diseño y urbanización del paseo, construyéndose un largo terraplén y el puente de La Teja de 8 metros de ancho (sobre una zanja) que permitió el tránsito sin contratiempos en todo el trayecto de la vía. Además se hizo más ancha la calzada central y se le fue dando forma a los andadores laterales, se plantaron nuevas hileras de árboles, se le agregaron, y se trazaron otras cuatro glorietas de 110 metros de diámetro, ubicadas entre la Estatua de carlos IV y la glorieta diseñada por Bolland, que tenía 120 metros de diámetro. Fue en esta época que mediante un decreto en 1872, se le da el nombre que a la fecha ostenta de "Paseo de la Reforma".


Diseño Porfiriano

La que quizás sea una de las más activas etapas constructivas y de embellecimiento del Paseo de la Reforma, se dio durante todo el periodo dictatorial de Porfirio Díaz, conocido como El Porfiriato. Díaz y el grupo de Los científicos, y sus idea de imitar o, mejor dicho trasladar todo lo francés a México, encuentran en el Paseo de la Reforma una de las mejores muestras para llevar lo anterior a cabo. Monumentos, bancas, faroles importados de Berlín y de estilo francés eran observados a lo largo del paseo.

Es precisamente en 1877 cuando se inaugura la glorieta cercana al monumento del caballito, con el Monumento a Cristóbal Colón (que hubiera sido ubicado en la glorieta central).

Como muestra de nacionalismo, a lo largó de la avenida, están colocadas sobre pedestales de cantera las estatuas de personajes ilustres de la historia de México. Esta idea también se llevó a cabo por los gobiernos republicanos, pero nunca se ejecutó tal obra. Originalmente se pensó en colocar figuras de la mitología griega. Pero se llegó al acuerdo de que cada estado del país enviara dos estatuas de personajes distinguidos nacidos en su entidad.

También se agregaron de igual forma y alternadamente a cada dos estatuas, pedestales de cantera sobre los cuales descansan jarrones de bronce.

En el año de 1878 se procede a continuar con la construcción de las bancas de cantera.

En 1877 se inició la construcción de la segunda gran glorieta que sirvió de albergue a la escultura del último emperador azteca, Cuauhtémoc, misma que fue inaugurada 10 años después, el 21 de agosto de 1897. En la decada de los 40s es usado el nombre de Colonia Cuautémoc en honor a la cercanía de este monumento.

Como información referente al Paseo de la Reforma, baste mencionar que, tan solo con el diseño del mismo, fueron beneficiados varios fraccionadores y constructores que, cuando la ciudad capital empezó a expanderse hacia el Poniente, fue precisamente en los costados de la vía en donde se vieron surgir las nacientes "colonias", las primeras de ellas a saber fueron las colonias Arquitectos, Paseo Nuevo, Tabacalera, Cuauhtémoc y Juárez, todas ellas carácter aristocrático. En los predios que daban hacia el Paseo se levantaron grandes y suntuosos palacetes y mansiones.

Para conmemorar el centenario de la Independencia de México, en 1910, se colocó en la cuarta glorieta, el monumento a la Independencia de México, diseñado y construido por Antonio Rivas Mercado, inaugurándose por Porfirio Díaz en una ceremonia oficial.


Proyectos modernizadores

Terminada la revolución, y más precisamente durante la década de 1960, bajo el mandado del entonces regente de la ciudad Ernesto P. Uruchurtu, se inicia la ampliación del Paseo de la Reforma desde la glorieta del caballito, hasta su unión con la calzada de los misterios. Para esto se demolieron varias construcciones cercanas a la zona de la alameda, así como de las colonias Guerrero y Tlatelolco. Para llevar a cabo el conocido entonces "Proyectazo".


Ampliaciones y remodelación

Finalizada la Revolución Mexicana, ya entrada la década de 1920 se comenzaron los trabajos de extensión de la avenida hacia la zona poniente de la capital, donde se ubicaban los nacientes fraccionamientos de Chapultepec Heights (actualmente llamada Lomas de Chapultepec) y después hasta el entronque con la carretera de Toluca.

Entre los años de 1948 y 1949 se realiza una remodelación general a cargo del Departamento Central (Gobierno del D. F.) encabezado por Fernando Casas Alemán, que llegó incluso al extremo de plantar Cactus, Nopales y Biznagas en el camellón central del otrora aristocrático paseo.

En 1959 el regente Ernesto P. Uruchurtu inició los trabajos de ampliación hacia la zona noreste de la ciudad, los cuales se concluyeron en 1964. Esta ampliación del proyecto fue de alrededor de 2.6 kilómetros, desde la Glorieta del Caballito hasta la colonia Peralvillo. La canción de "Chava" Flores, "Vino la Reforma", fue escrita haciendo referencia a la llegada de la avenida a colonias más populares hacia el norte en comparación con aquellas ubicadas en su parte poniente de carácter más exclusivo.

Monumentos

Sobre éstas glorietas se encuentran los principales monumentos que hacen florecer el Paseo de la Reforma', desde la Glorieta del Caballito hasta la de la Diana Cazadora, se citan las siguientes.


Glorieta del monumento a Colón

En ésta se ubica el primer monumento colocado en el paseo. Dedicado al descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón. Fue diseñada por Enrique Cordier. Se inauguró en 1877. Representa al navegante señalando al horizonte, bajo sus pies y a los lados de su pedestal se encuentran las estatuas de Fray Pedro de Gante, Bartolmé de las Casas, Fray Juan Pérez de Marchena y Fray Diego de Deza.


Glorieta del monumento de Cuauhtemoc

Levantado por Miguel Noreña, quizá el monumento más nacionalista del paseo, representa al último Tlatoani mexica Cuauhtémoc, empuñando una lanza y con atavíos de gala. A los lados del pedestal decorado con motivos prehispánicos, se ubican bajo relieves con escenas del tormento a Cuauhtemoc.


Glorieta de la palma

Se le conoce por una longeva palmera sembrada al centro de la misma glorieta. Es la glorieta original diseñada por Bolland y de las de mayor tamaño. Nunca se ha colocado monumento alguno.


Glorieta del Ángel

Proyectado bajo el diseño del arquitecto Antonio Rivas Mercado, junto con Gonzalo Garita y Manuel Gorozpe durante el régimen de Profirió Díaz quién lo encargo e inauguró en ceremonia oficial para las fiesta del centenario de la Independencia. Las Esculturas fueron realizadas por Enrique Alciati. Es el símbolo oficial de la Ciudad de México y quizá el más bello de todos los monumentos que adornan el Paseo de la Reforma. La victoria alada (ángel) que soporta la columna, fue restaurada tras su caída por el terremoto acaecido en el año de 1957. Es punto de referencia y lugar de reunión en todo el Paseo, por lo cual, durante las multitudes, es protegido con vallas y elementos de seguridad para evitar daños y su deterioro.


Glorieta de la fuente de la Diana Cazadora

Fue inaugurada en el año de 1942 por el presidente Manuel Ávila Camacho, el diseño de la escultura y fuente es de Juan Fernando Olaguíbel La identidad de quién posó para el artista es y sigue siendo un misterio. El nombre que se le dio fue el de la "Flechadora de la estrella del Norte", pero popularmente se le conoce como la "Diana Cazadora". Desde su inauguración, fue motivo de escándalo por su desnudez, por lo cual se le llegó a cubrir con un faldón de bronce y en algún momento fue retirada. Volviéndose a colocar en el año de 1992. El lugar que actualmente le corresponde no es el original.


Obras no realizadas y desaparecidas

Había un proyecto a mediados de los 80's del siglo XX que tenia como objetivo desaparecer la glorieta de "el ángel" en el Paseo de la Reforma donde se encuentra el famoso Monumento a la Independencia que consistía en convertirla en un paso a desnivel, se procedería escarbando por debajo de "el ángel" un túnel, para supuestamente liberar el tráfico, el proyecto afortunadamente nunca se completó y fue hasta el año 2005 que se comenzaron a reparar y remplazar varios de los pilotes que sostienen el monumento ya que habían sido removido cerca de 4 para poder excavar el túnel.

Como la ciudad en la que se ubica, que se encuentra en constante cambio, el mismo Paseo de la Reforma", ha corrido con la suerte de ver la creación y destrucción, para bien o para mal, así como para su embellecimiento o adaptación a los requerimientos de la urbe, de monumentos, lugares y sitios que marcaron una época y dejaron una huella en la historia de la ciudad, entre los cuales se pueden mencionar las siguientes:

Antes de que la Fuente de la Diana Cazadora fuera ubicada en su lugar actual, se encontraba otra fuente, que se conoció con el nombre de "las regaderas". Estas se retiraron en el año de 1992.

El café Colón, ubicado en la pequeña manzana en donde ahora se encuentra el hotel Ambassador & Suites. El edificio donde se ubicaba el famoso café fue destruido durante el Terremoto de 1985.



Puntos importantes de norte a sur...

martes, 29 de enero de 2008

MONOS Y PLATANOS


En cierta ocasión se llevó a cabo el siguiente experimento de comportamiento. Se colocaron 6 monos en una jaula, en el centro de la cual se encontraba una escalera que permitía alcanzar un racimo de plátanos que colgaba del techo. En cuanto uno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, se les rociaba a todos con agua helada lo cual hacía que desistiera de su intento. Este proceso se repitió tantas veces cómo intentos por alcanzar los plátanos realizaron los monos. Finalmente, cuando alguno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, eran sus propios compañeros los que le impedían acercarse a la escalera a base de golpes hasta que el mono desistía de su intento.

Llegados a este punto, se saca uno de los monos de la jaula y se introduce otro que evidentemente no había participado previamente en el experimento. Al poco de entrar en la jaula, el mono intenta encaramarse a la escalera para tomar los plátanos, pero en cuanto se acerca a la escalera, sus compañeros le agreden a golpes ante la posibilidad de una ducha helada. El nuevo mono no entiende nada, pero tras varios intentos se da cuenta de que no se puede acercar a los plátanos a menos que desee ser vapuleado.

En este momento, se saca de la jaula otro de los monos que empezaron el experimento y se introduce uno que tampoco tiene ningún conocimiento del funcionamiento del mismo. Igual que en el caso anterior, el mono intenta agarrar los plátanos y cada vez que lo intenta, todos sus compañeros de jaula se abalanzan sobre él para impedírselo. La nota curiosa es que el mono que introdujimos a mitad del experimento y que no tiene la experiencia de haber sido rociado con agua helada también participa en la agresión aunque sin saber porqué. Para él, simplemente, no está permitido acercarse a la escalera.

Poco a poco se van sustituyendo todos los monos que comenzaron el experimento por otros que no han experimentado en ningún momento el hecho de haber sido rociados con agua helada.

Cuando se sustituye el último mono de la jaula, el comportamiento de los simios continúa igual, a poco que el nuevo mono intenta acercarse a la escalera es vapuleado por sus compañeros, aunque llegados a este momento, nadie sabe porqué ya que ninguno de ellos ha sido rociado con agua helada. Se ha establecido una regla: "Está prohibido subir por la escalera y quien lo intente se expone a una represión por parte del resto del grupo".

Quizás sea verdad que en ocasiones los monos reflejan un comportamiento casi humano, o quizás seamos los humanos los que en ocasiones nos comportamos como monos.
Una buena pregunta seria: ¿porqué hacemos cosas que no sabemos porque siempre "tenemos" que hacer?, o ¿porqué dejamos de hacer cosas que incluso no nos atrevemos siquiera a intentar?.

domingo, 27 de enero de 2008

ACAPULCO


La palabra Acapulco proviene de los vocablos nahuas sacatl-carrizo, poloa-destruir o arrastrar y lo-lugar, lo que en conjunto quiere decir "lugar donde fueron destruidos o arrasados los carrizos"; el agregado Juárez, se le dio en honor a Benito Juárez, quien en 1885, al regreso de su exilio en Nueva Orleans, se reincorporó en este puerto a las filas de Juan N. Álvarez, que combatía a la dictadura Santanista y pugnaba por la República Federal.

Acapulco se ubica en las coordenadas del 17° 14' al norte, de 16° 41' de latitud norte en el sur; al este de 99° 29'; y al oeste 100° 00' de longitud oeste.
Al norte colinda con los municipios de Coyuca de Benítez, Chilpancingo y Juan R. Escudero; al este con Juan R. Escudero y San Marcos; al Sur con el municipio de San Marcos y el Océano Pacífico; al oeste con el Océano Pacífico y el Municipio de Coyuca de Benítez.

Cuenta con un territorio de 1,882.6 km2 que representa el 2.6% de la del estado y su litoral tiene una longitud de 62km que representa el 12.3% de la costa guerrerense.

Durante el florecimiento de la cultura olmeca en la costa del golfo, que va del siglo XIII a principios de nuestra era, existió en el estado de Guerrero y en particular en la región, una cultura marginal que poco a poco fue siendo influida, absorbida y dominada por diferentes grupos externos, la bahía de Acapulco cuenta con dos sitios de origen olmeca y tambulo, entre playa Larga y cerro de la Ayuda e Icacos, entre el cerro del Guitarrón, junta Bruja y el Jarayón.
La influencia de la cultura olmeca como en otros lugares, consistió en agrupar aldeas agrícolas dispersas, construir pequeños centros ceremoniales y establecer las bases de la organización socioeconómica de los pueblos.


En el siglo VII de nuestra era, la influencia teotihuacana llegó a Acapulco por la ruta de Cuernavaca y Chilpancingo, mientras que la influencia maya penetró por la ruta de Tehuantepec, las regiones Mixteca, Montaña y la Costa Chica.

En la playa Hornos, Pie de la Cuesta y Tambuco, se han encontrado objetos de cerámica y piedra tallada de origen maya que demuestran los hallazgos arqueológicos.


Posteriormente, en el siglo XI hubo nuevas oleadas de inmigraciones náhuatl, coixcas procedentes de Aztlán en el norte del país.


De 1406 a 1502 después de ser sometido por la cultura Tolteca, Acapulco, se convirtió en parte del Imperio Azteca, Acapulco fue tomado por los Tarascos al igual que sucedió en Zacatula, en la región de la Costa Grande.

El 13 de Diciembre de 1521 consumada la conquista de Tenochtitlán, Cortés envió diversas expediciones al sur con el objeto de localizar vetas de oro, fue así que los españoles descubrieron en 1523 la bahía de Acapulco, enviado por Hernán Cortés arribó con su embarcación a la bahía de Acapulco, el español Francisco Chico el que se pronunció como descubridor por ser ese día dedicado a Santa Lucía le bautizó con dicho nombre a la hermosa bahía, aunque hay que constar que otros historiadores citan diversas fechas, de llegada de otros marinos.

El camino de herradura de la capital azteca a este puerto sirvió a Cortes para emplear a los indios a llevar carga para la construcción de embarcaciones que utilizaba en sus exploraciones lucrativas.


Cortés cambió el centro de operaciones marítimas de Zacatula a Acapulco, que ya entonces representaba una base ideal para la navegación, y en 1531 abrió el primer camino y unió a Acapulco con la Ciudad de México. En 1533 se instaló en la ensenada localizada entre las puntas Bruja y Diamante y en su honor hoy se llama puerto Marqués.


Al crearse la Alcaldía mayor de Acapulco, esta alcanzó una gran importancia llegando a representar la unidad de mando en toda la región, pues este puerto fue asiento de los pobres del Alcalde mayor y el gobernador Castellano, el cual a la vez tenía el título de Teniente de las cosas del mar del Sur y era responsable de las fuerzas españolas encargadas de vigilar la zona costera y escoltar en la región las mercaderías de la Nao de China; cuando eran trasladadas a la Ciudad de México.


Por cierto, Cortés frecuentaba a Acapulco, pernoctando en la pequeña bahía que después llamó Puerto Marqués en su honor, por ser el Marqués del Valle de Oaxaca.

El 30 de Junio de 1532 zarpó en su embarcación de la bahía de Acapulco el marino Diego Hurtado de Mendoza. En ese mismo año por decreto de la corona española, Acapulco fue denominada "Ciudad de los Reyes".


En 1524 sometieron a los indígenas y el capitán Saavedra Cerón, fue autorizado por Cortés para establecerse en esta región.

Otra versión dice que la bahía fue descubierta el 13 de diciembre de 1526, por un pequeño barco de exploración costera de nombre "El Tepache Santiago", al mando del capitán Santiago Guevara.

En 1525 se estableció en Cacahuatepec, la primera encomienda en la región que hoy ocupa el municipio, y en 1531 algunos españoles, entre los que destacaba Juan Rodríguez de Villafuerte, salieron de la Costa Chica para fundar el pueblo de Villafuerte en lo que hoy es Acapulco, tratando de someter a los indígenas e imponerles el pago de tributos, pero éstos se sumaron a la rebelión yopa iniciada en la región de Cuautepec, ante lo cual Cortés se vio obligado a enviar a Vasco Porcayo a negociar y hacer las paces con los indígenas, pactando algunas concesiones.
La provincia de Acapulco quedó encomendada a Rodríguez de Villafuerte quien recibía tributos como el cacao, algodón y maíz; esta provincia comprendía los pueblos de Acapulco, Acamiutla, Acaúlnanguala, Tepexuchil, Texcatlán, Citlala, Yacapul, Zalzapotla, Xaltianguisco, Coyuca de Benitez y Wexcaltepec.


En 1550 se instalaron en el puerto 30 familias españolas provenientes de la Ciudad de México, encabezadas por Fernando Santa Anna, con la finalidad de fundar una población netamente española en el perímetro de la bahía.


En 1556 es la patrona de Acapulco Santa María de Guía que es la misma de La Soledad, según algunos religiosos, pero fue en 1742 cuando se le dio un retoque a la imagen y de hecho desde entonces adquiere el nombre definitivo de La Soledad, que permanece en el altar mayor de lo que hoy es La Catedral.

En 1570 el rey Felipe II decretó a la a ciudad de Acapulco, como el sitio comercial para realizar los negocios entre América y Asia, principalmente Las Filipinas.

En 1590 con los hábitos franciscanos zarpó del puerto de Acapulco Felipe de Jesús hacia Asia para su movimiento cristiano, pero encontró la oposición del emperador. Junto con otros religiosos fue torturado y crucificado el 5 de febrero de 1591 en Nagasaki. Años más tarde se le declaró como el único santo mexicano.

En 1646 se realizaron actos de piratería por los ingleses que asaltaron a embarcaciones con grandes tesoros, que según una leyenda, están enterrados en la Isla de la Roqueta.

En 1616 se construyó el primer Fuerte de San Diego, para proteger a la población, pero el terremoto de 1776 lo derribó, dándose a la tarea de levantar otro castillo en 1783 que es el definitivo, baluarte de la lucha insurgente del padre José María Morelos y Pavón, cárcel para los revolucionarios que se opusieron a la dictadura de Porfirio Díaz (y algo para ripley, este lugar durante el siglo XX fue plaza de toros –hay fotos todavía en la super hamburguesa con toros al pie del fuerte -, sede de las reseñas mundiales de cine, escenario del estreno de El Pesebre con su autor Pablo Casals y sitio para diversas recepciones como la que se brindó a la Reina Isabel II, de Inglaterra y el príncipe consorte Felipe de Edimburgo, por el presidente Miguel de la Madrid).

El 1º de Noviembre de 1799 el rey Carlos IV, de España, declaró como Ciudad, a Acapulco. En el siglo XIX el barón Alejandro Von Humboldt, procedente de Guayaquil llegó al puerto y al asomarse desde la cubierta de su barco en la bocana y ver la belleza natural, exclamó que era el lugar más hermoso del mundo.

En Acapulco tuvieron lugar las grandes Ferias de la Nao de la China cada año, se desarrollaban del 10 de Enero al 25 de Febrero, donde se ofrecía lo más extravagante de la mercancía asiática.

Aquí llegó en una nao, La Mirra que se decía descendiente del Gran Mongol (sic), fue vendida al mejor postor y enviada a Puebla donde se le bautizó con el nombre de Catarina de San Juan, comunmente conocida hasta nuestros días como la China Poblana.

En 1831 tuvimos un hecho lamentable, el consumador de la Independencia y Ex presidente de la república, General Vicente Guerrero, fue traicionado por cincuenta mil pesos, por el italiano Francisco Picaluga en una hospedería que se encontraba frente al viejo Ayuntamiento, en la actual Plaza Sor Juana. Picaluga lo llevó con engaños al barco Colombo, dentro lo apresó, lo trasladó a las bahías de Huatulco y de ahí llevado afrente a un convento en Culiapan, donde fue fusilado.

La posada se encontraba a unos cuantos pasos del convento, del zócalo, del templo de La Soledad, sobre la vereda que iba a dar a los acantilados de La Quebrada, era la casa más grande, ahí se hospedaban los obispos. Ahí descanso unos días, Benito Juárez, cuando buscó la entrevista con el General Juan Alvarez, que dio paso al Plan de Ayutla y a la consolidación de la república, ahí vivió mucho tiempo Ignacio Comonfort al ocupar la administración de la aduana marítima, en fin, ahí llegaron todos los personajes desde principios del siglo pasado. Sillones, camas, cartas, documentos y otras reliquias, se conservaron mucho tiempo en esa casa, que se perdieron entre ellas algunas fotografías o pinturas sobre el Benemérito de las Américas, al no pensarse quizá lo que significaba el concepto de la historia nacional sino ahí fuera el museo de tantos próceres que se hospedaron en esa casa que tenía portones, jardines y caballerizas, donde también acostumbraban arribar los arrieros a vender sus mercancías para los comerciantes españoles y mexicanos. Otros llegaban en barcos, también buscaban refugio en esta posada. Ya hasta 1918, se formalizó el hotel "Altavista", que manejaban Luis González Veléz y su esposa Guadalupe Adame Salazar. Esta casa perteneció al doctor Roberto Posada y a las mamitas González, una de ellas esposa del facultativo y las mamitas, heredaron la casa a los hermanos Carlos, Virginia, Alberto, Agustín y a Luis González Veles.

En 1889 el arquitecto Enrique Lauller y el presidente municipal de Acapulco, Antonio Pintos Sierra elaboraron el plano de esta Ciudad y Puerto cuando eran cinco mil habitantes y pocos barrios como La Lima, Los Tepetates, Viejo Campo santo, Tambuco, La Guinea, que por cierto por decreto del Gobierno del Estado de Guerrero, fueron declarados como históricos, conservándose como están como un símbolo cultural y típico.

El 2 de mayo de 1895 nació en el barrio de La Playa, José Azueta, uno de los grandes héroes mexicanos, que el 21 de Abril de 1914 con el grado de teniente, en el puerto de Veracruz defendió la soberanía nacional ante el invasor norteamericano, cuando se le quiso proporcionar atención médica con un facultativo de ese país lo rechazó, él murió junto con el cadete veracruzano Virgilio Uribe.

Otro acapulqueño ilustre nacido en 1890 fue Juan R. Escudero, quien en su juventud al conocer las penurias de sus paisanos, a pesar de ser hijo de un comerciante rico español, luchó contra los propios empresarios españoles y mexicanos que explotaban a los obreros, los defendió en su periódico "regeneración", como fundador del partido obrero, alcalde y ciudadano, lo que motivó un complot, siendo atacado primero en el palacio municipal donde al dársele el tiro de gracia quedó paralítico, vivió y desde la silla de ruedas continuó la defensa de los marginados, pero el 21 de Diciembre de 1923 después de estar en las mazmorras del Fuerte de San Diego, fue fusilado junto con sus hermanos Francisco y Felipe que secundaban su lucha.

A las cero horas del nacimiento del siglo XX los nativos no pasaban de cinco mil, festejaron el advenimiento con cohetes, verbenas y otras muestras de alegría.

En 1903 vio la primera luz en Acapulco José Agustín Ramírez Altamirano, que desde la tierna edad tocando el órgano en el templo o tomando la guitarra compuso lo mejor como el Himno a la Madre, el Corrido del Agrarista, el vals María Elena que le regaló a Lorenzo Barcelata, Acapulqueña, Caleta, La San Marqueña, Ometepec, Linalore y otras. Un hombre que además de maestro, fue insigne borracho y pendenciero, dejando de vivir a la edad de 54 años por cirrosis hepática. A la postre, su hermana; la también maestra Conchita, fundó el Instituto México, en la avenida Niños Héroes y Tehuacan. Aún pueden encontrarse en este colegio, piezas escritas por él.

El 14 de Febrero de 1909 Acapulco vivió una de las mayores tragedias, cuando se incendió el Teatro Flores, construido de madera, sin seguridad, pues las puertas en lugar de abrir hacia fuera eran al revés y eso ocasionó que se convirtieran en cenizas cientos de residentes y costeños que vinieron a la inauguración de ese escenario donde hubo muchos que lo contaron como el niño Pepe Muñuzuri, que con el tiempo se convertiría en un periodista, lo salvó su padre, don Samuel, al arrojarlo hacia fuera.

El 30 de Julio también de 1909 un terremoto sacudió a Acapulco, llevando la muerte, la desesperación y la zozobra a los habitantes.

En 1920 el presidente Alvaro Obregón planeó el camino a Acapulco que lo terminó ocho años después el presidente Plutarco Elías Calles con lo que inició una nueva vida. Del turismo a este destino de playa, convirtiéndose las casas particulares en de huéspedes, con hamacas, catres y buen pescado o marisco, carnes y las frutas de la estación, no pasando de dos pesos diarios, cuarto y comida. Fue como se fundaron los hoteles "Acapulco", de don Federico Pintos (Bisabuelo del conocido actor Hector Mujica Pintos); "jardín", de doña Balbina Alarcón de Villalvazo y "Miramar", de don Adolfo Argudín, donde llegaban los Presidentes de la República, estadistas, banqueros, estrellas de cine y otras personalidades.

El 9 de octubre de 1920 ancló en la bahía el buque real inglés "Renov" trayendo a bordo al príncipe Eduardo que no recibió honores oficiales por estar rotas las relaciones entre la Gran Bretaña y México, pero de todos modos la amabilidad y anfiotrionía de los nativos permitieron que el soberano recorriera hasta Pie de la Cuesta. Es el mismo que abdicó ala corona, pasando el trono a su hermano Jorge, por preferir el amor de la plebeya Wally Simpson. Al morir el Rey subió al trono Isabel II.

El llamado príncipe azul se encontró aquí al almirante Bretón que fuera héroe de la primera guerra mundial y a quien los nativos le apedreaban como un loco, o pordiosero. Que gran sorpresa se llevaron todos cuando pasó revista a la tropa real y, este misterioso hombre que se dedicaba a la evangelización, desapareció, tal como había llegado.

En 1920 accidentalmente una pareja estadounidense que se dirigía a Panamá aterrizó sobre la llanura de Pie de la Cuesta, un pájaro de acero jamás visto, por lo que acudieron a darles la bienvenida. Fue, hasta 1929 cuando se iniciaron los vuelos comerciales, instalándose el campo de aterrizaje frente a la Playa Hornos, en lo que después fue "Hotel Papagayo" y hoy parque público para los niños y, donde hicieron sus incursiones los pilotos Zarate, el chueco Espinoza, Pepe de la Vega y Santacilla.

Acapulco seguía creciendo y urgía un aeropuerto que no ocasionara tantos riesgos y accidentes mortales. Los técnicos localizaron una amplia superficie entre mar y laguna, en Pie de la Cuesta y hasta allá llevaban pasaje en sus automóviles Pepe Villalvazo, además del administrador de Aeronaves de México, Ramiro Sosa Meléndez, Francisco María Dávila, Leobardo Cano, Sigifrido Aguirre Piza, Rafael Camacho y otros.

Acapulco siguió creciendo en hoteles como el Papagayo, La Marina, Los Flamingos, El Mirador Del Monte, Las Palmas, Casablanca, Club de Pesca. Con la avenida Costera inaugurada en 1947 por el presidente Miguel Alemán Valdés, se construyeron más hoteles y se proyecto un nuevo aeropuerto en Plan de los Amates donde comenzaron a llegar los jets, pero luego se amplió a internacional en el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, que lo inauguró en 1967, con el nombre de Juan Alvarez.

Con el presidente Lázaro Cárdenas del Río se colocó el primer aparato telefónico desapareciendo la compañía Erickson para ir modernizándose muy a la mexicana hasta llegar a la actual automatización. El texano Alberto Pullen por un lado crea la Fraccionadora de Acapulco en la Península de las Playas y se asocia con el alemán Wolfgan Shombon, viene al desarrollo moderno.

Johnny Weismuller, John Wayne, Elizabeth Taylor, Orson Wells, Tyrone Power, Erroy Flyn y otros artistas de Hollywood toman como su sitio de verano a Acapulco, alquilan una casa club por el rumbo de Caleta pero se dan cuenta que puede ser sede "el hotel los Flamingos" y lo compran. Allí llevan a cabo sus reuniones con artistas mexicanos como Pedro Armendariz, Lola del Río, María Feliz y algunos más. Filman un gran número de películas que viene a ser la gran promoción hacia Acapulco en el mundo entero.

Yves Custeau en su barco oceanográfico "Callipso" pasa sus temporadas en la bahía. Aquí escribe y aprende español el autor de "Exodo", León Uris. Escribe sus memorias frente a nuestro mar el ex premier ingles Anthony Eden. Pasa su luna de miel aquí Brigitte Bardot. Se casa aquí con Mike Todd la bella Elizabeth Taylor.

Vienen en sus giras memorables el doctor A. Sukarno, entonces presidente de Indonesia, Josip Bross Tito, presidente de Yugoslavia, Dwight Eisenhower, John F. Kennedy y Lyndon Baines Johnson presidentes de los Estados Unidos. Cada año el diplomático alemán estadounidense Henry Kissinger, disfruta de vacaciones. Aquí pasa su luna de miel.

El ex presidente José López Portillo dijo: Acapulco vive y vivirá y recientemente el presidente Carlos Salinas de Gortari exclamo: Acapulco es la tierra del eterno sol.

Así, Acapulco vivió sus años dorados como destino turístico durante los años 50, vio todo tipo de eventos internacionales, como hemos visto en las crónicas. Su clima privilegiado y su bahía, lo hicieron el destino de playa ideal

La leyenda de Acatl yQuiahuitl

La leyenda principia cuando una tribu yope que se había establecido en las inmediaciones de la bahía, se ve atacada por otra deorigen náhuatl, que los derrota y obliga a huir. La tribu náhuatl era nómada por lo que transitoriamente se establece en el lugar que arrebatara a los yopes. Durante su estadía en la cuenca de la bahía, nace Acatl hijo del jefe de dicha tribu, quien lo encomienda a la protección de Quetzalcóatl. Los nómadas abandonan el lugar que ocuparan en busca de otros sitios de caza. Transcurren los años y Acatl, con el consentimiento de su padre, parte en busca de su futura esposa y en su peregrinar llega al sitio donde se encontraba una tribu y se enamora perdidamente de Quiáhuitl, la hija del jefe, sin saber que pertenecía a la tribu yope que su padre había derrotado.


El padre de Quiáhuitl, por el odio y rencor que tenía contra el padre Acatl que lo había expulsado de las inmediaciones de la bahía, niega el permiso para los esponsales y maldice a Acatl, invocando a sus dioses para que lo hechicen. Acatl entristecido, llega al refugio donde había nacido y dando paso a su desilusión, sin saber que con ello se cumplía el hechizo, lloró tanto su amargura, que las perlas incontenibles de sus ojos humedecieron su atlético cuerpo, que poco a poco se fue deshaciendo, derritiéndose completamente, para convertirse en un charco de lodo y no de sangre, del cual, como hijos de Acatl, brotaron unos carrizos.


Quetzalcóatl, furioso por el daño que le habían ocasionado a su protegido, castiga a los yopes en la persona de Quiáhuitl, convirtiéndola en una nube. Una tarde la nube penetra por la bocana a la bahía y habiendo localizado los carrizos, hijos de su amado Acatl, la furia y celos la invaden, por lo que se arroja sobre ellos en forma de tromba, destruyéndolos y arrasándolos para morir en el lodazal y fundirse en Acatl, compartiendo así su destino.


De esta leyenda se desprenden las definiciones de Acapulco: "lugar de las cañas en el lodo", "en el lugar de los carrizos grandes o de las cañas grandes", "carrizal destruido" o "en el lugar en el que fuero destruidos o arrasados los carrizos".


El primer extranjero en Acapulco.


Existe otra leyenda que dice que el primer extranjero que llegó a Acapulco era un monje chino con el nombre de Fa Hsien quien visitó el pequeño poblado en tiempos prehispánicos, alrededor del 417 d.C, mucho antes que Cristóbal Colón hubiera cruzado el Atlántico para descubrir América. De regreso en China, el monje relató sobre el hermoso pueblo que llamó "Ye Pa Ti" o el " Lugar de las Aguas Hermosas". Contó de llegar y encontrar a amigables nativos pertenecientes a la rama de los indios Nahoa, con quienes pudo comunicarse a través de buena voluntad y señas. Le dio a los nativos su primera probada de arroz y a cambio le dieron a él tortillas de maíz, venado seco y cerdo salvaje. Les dejó muestras de vestimentas de seda y aparentemente logró cruzar en varias ocasiones más, trayendo cada vez consigo más artículos para trueque. Esta leyenda habla sobre encuentros y comercio tempranos con la cultura china, pero aunque existe testimonio de esto en varios registros chinos, es poca la evidencia física con la que se cuenta.

miércoles, 23 de enero de 2008

CARLOTA AMALIA DE BELGICA


Antes de que Carlota cumpliera dieciséis años, surgieron dos aspirantes a su mano. El primero de ellos fue su primo el joven rey Pedro V de Portugal, hijo de la difunta reina de Portugal Maria da Gloria y de Fernando de Sajonia Coburgo, sobrino del rey Leopoldo. El joven monarca le pareció a Carlota algo insípido y lo rechazó a pesar de la insistencia de su prima la reina Victoria para que lo aceptara. El otro pretendiente fue el príncipe Jorge de Sajonia, de veinticuatro años, hermano menor del nuevo rey, pero tampoco fue del agrado de la joven princesa de Bélgica.

Poco después en 1856 la corte de Bélgica recibió la visita del archiduque Maximiliano de Austria. Carlota quedó prendada del joven que "alto, hermoso, galante, diferente a todos los demás hombres que la rodeaban". Le impresionó la cantidad de temas de los que el archiduque era capaz de platicar, sobre las mejoras que pensaba hacer a la armada naval austriaca a la cual pertenecía, sobre el puerto que deseaba construir en Trieste, sobre arte, sobre el mar, sobre botánica. La princesa estaba totalmente enamorada.

Maximiliano, por su lado, no estaba del todo convencido acerca de Carlota. El habia conocido a una princesa portuguesa de nombre María Amalia de Braganza, ambos tenían planeado casarse pero ella enfermó de gravedad y murió antes de casarse en la isla de Madeira dónde pasó sus últimos años. Maximiliano quedó muy dolido por ésta pérdida y vivió enamorado de María Amalia llevando siempre consigo un anillo que contenía un rizo de la princesa fallecida que usó hasta el día de su muerte. Sin embargo al fín se decidió y cuando regresó a Austria, inició las negociaciones para pedir su mano.

El matrimonio fue puramente por interés económico, pues Maximiliano necesitaba desesperadamente el dinero para pagar las deudas de la construcción de un castillo en Trieste en la costa del Adriático, sin embargo, debido al gran interés que mostraba el rey Leopoldo por formalizar las relaciones entre su hija y el archiduque austriaco, éste comenzó a pensar que el interés del rey podía esconder alguna jugada política. Esto llegó a oídos del monarca quien escribió a Maximiliano asegurándole que su interés por formalizar el noviazgo era puramente debido a la simpatía que Carlota sentía por él y no escondía ninguna razón política. Maximiliano le respondió pidiendole formalmente a Leopoldo la mano de Carlota. La petición fue aceptada y el archiduque le escribió a su novia: "La favorable respuesta de Su Majestad, vuestro augusto padre, me hace profundamente feliz. Me autoriza a dirigirme a Vuestra Alteza Real para expresarle los sentimientos más hondos, agradecidos y cordiales ... asegura la felicidad de mi vida... expreso mi gratitud a Vuestra Alteza Real ...vuestra Señora, el más rendido Maximiliano".
En diciembre de 1856 Maximiliano volvió a Bélgica con el fin de formalizar los esponsales. Carlota encontró a su novio "encantador desde todos los puntos de vista. Él le mostró los planos del castillo que planeaba construir en Trieste a orillas del Adriático, cuyo nombre sería Miramar. A Carlota le pareció "arrebatador". El archiduque pasó en Bruselas la Navidad y el Año Nuevo y ofreció como regalo a su prometida un par de pendientes, un broche de diamantes y una pulsera con guardapelo que contenía un rizo suyo.

Gracias al rey Leopoldo, el emperador de Austria, Francisco José, hermano de Maximiliano, nombró a éste Gobernador General del reino de Lombardía y Venecia, provincias italianas en poder de Austria. El 19 de abril de 1857 Maximiliano hizo su entrada en Milán para tomar posesión de su nuevo cargo.

El 27 de julio de 1857 se celebró la boda de la Princesa Carlota de Bélgica con el Archiduque Maximiliano de Austria. El matrimonio civil se llevó a cabo en el Salón Azul del Palacio Real de Bruselas. La novia apareció con un traje de seda blanco bordado en oro y un velo inmenso, obra de las encajeras de Bruselas, que caía en ondulados pliegues coronado con una diadema de azahares y diamantes. Iba del brazo de su padre, el Rey Leopoldo, quien iba enfundado en un uniforme de teniente general del Ejército Belga. Maximiliano iba vestido de almirante de la Armada Austriaca. La ceremonia oficial la ofició el Alcalde de Bruselas. Después se trasladaron a la Iglesia de Santa Gúdula, en donde el Obispo Cardenal Deschamps ofició la ceremonia religiosa. Asistieron a la boda, entre otros, la ex-reina Maria Amalia de Francia, abuela de Carlota, el príncipe Alberto, en representación de su esposa, la reina Victoria, y el archiduque Carlos Luis, hermano de Maximiliano. El archiduque entregó a su esposa veinte mil florines como regalo de boda.

Al día siguiente los nuevos esposos rezaron ante el sepulcro de la madre de Carlota, la Reina Luisa María. La archiduquesa estalló en sollozos. Desde que su madre murió había guardado siempre una serenidad inquebrantable, pero ahora, al lado de un hombre al que amaba, llena de esperanzas y de felicidad, dio rienda suelta sus sentimientos ante la tumba de la Reina. Maximiliano la condujo fuera de la capilla pero antes de salir, Carlota volvió la cara hacia el sepulcro y se arrodilló de nuevo.

Maximiliano y Carlota dejaron Bruselas y por vía fluvial a través del Danubio, llegaron a Viena en donde se presentaron a la archiduquesa Sofía, la madre de Maximiliano, quien los recibió en el puerto de Linz. La archiduquesa se mostró encantada de ver tan feliz a la joven pareja; consideró a Carlota como una muchacha inteligente digna de su hijo y le pareció que su figura radiante y saludable sería muy apropiada para la maternidad. Carlota escribió a su querida Condesa d'Hulst, su antigua gobernanta y amiga de su madre: "La querida Archiduquesa me trata ya como a su propia hija".

La corte de Viena estaba de luto debido a la reciente muerte de la pequeña hija del emperador Francisco José, hecho que había distanciado a la archiduquesa Sofía y a su nuera la emperatriz Elisabeth; Sofía acusaba a Eisabeth de ser descuidada y no cumplir con sus deberes de emperatriz, esposa y madre. Francisco José ordenó la suspensión del luto para recibir a su hermano y a su joven esposa y le dio la bienvenida a Carlota a la familia con exquisita cortesía y tratando a Maximiliano con mucho afecto, pero sin dejarlo de hacerlos sentir que quería que salieran rumbo a Italia a retomar su cargo al día siguiente. La recepción que dio Elisabeth a la esposa de su cuñado fue más bien fría. El hecho de que Sofía alabara las cualidades de Carlota, haciendo hincapié en que era hija y nieta de reyes, mientras que Elisabeth porvenía de una rama ducal menor de Baviera, habían despertado la antipatía de la emperatriz por la joven esposa de su cuñado. Además Maximiliano, mientras estuvo soltero, había sido para ella un excelente compañero, que compartía sus gustos por los animales y la naturaleza. La camaradería que había mantenido cambiaría por completo ahora que se había casado con esta princesa belga tan aburrida como inteligente.

El esplendor de la corte austriaca dejó maravillada a Carlota que estaba acostumbrada a la sobriedad de la corte belga, y llena de felicidad escribió: "Me siento ya de cuerpo y alma una verdadera Archiduquesa. Me siento tan querida por mi nueva familia que desde el primer día me siento entre ellos como en mi propia casa".

Sometiéndose a los deseos del emperador, Maximiliano y Carlota salieron de Viena al día siguiente y después de visitar algunas ciudades pertenecientes a la jurisdicción de Maximiliano, el 6 de septiembre, el Gobernador General de Lombardía y Venecia y su joven esposa entraron en Milán, sede del gobierno austriaco en Italia, en donde se instalaron en el palacio real de Monza en las afueras de la ciudad. Ambos estaban enamorados de Italia y Carlota era especialmente feliz al lado de su esposo. En Monza disfrutaban de un servicio de reyes, compuesto por damas de honor para Carlota y chambelanes, mayordomos y lacayos para Maximiliano. En cualquier ciudad italiana que visitaba, Carlota mostraba su ansia por aprender y su pasión por ver y conocer museos e iglesias. Disfrutaba de los ceremonias oficiales y banquetes, lo que complacía a Maximiliano.

Desde 1856 estaba construyendo un palacio, que se llamaría Miramar, sobre una roca a una legua de Trieste. En 1859 ansiaba que se terminara el palacio para poder fijar ahí su residencia con Carlota, lejos de Viena y a orillas de su amado mar. Carlota escribió a su gobernanta: "Ahora que tiene tan poco que hacer, el Archiduque pasa la mayor parte de su tiempo en dar los últimos toques a lo que es su propia creación. Tanto la casa como los jardines son de una belleza extraordinaria y la situación es única. Por mi parte me dedico a pintar bastante y a corregir el diario que llevé en nuestros recientes viajes. Tenemos la intención de realizar algunos viajes en yate por la costa istriana, pues tenemos que aprovechar a lo más nuestro actual tiempo libre pues quien sabe lo que nos depare el futuro".

Carlota seguía profundamente enamorada de Maximiliano; estaba siempre puesta a compartir sus entusiasmos y sus gustos y ansiosa por complacerlo. Durante el otoño de 1859, mientras navegaban por la costa dálmata, Maximiliano y Carlota descubrieron un monasterio abandonado y en ruinas en la hermosa isla de Lacroma, justo en el punto donde Ricardo Corazón de León había naufragado durante una de sus Cruzadas. Maximiliano se entusiasmo tanto con la idea de poseer la isla y restaurar el monasterio, haciendo de él una hermosa casa de veraneo; sólo estaba el inconveniente de las deudas adquiridas por la construcción de Miramar, muchas de las cuales había accedido a pagar su padrino el ex-emperador Fernando, y no estaba en condiciones de adquirir nuevas deudas. Carlota, como siempre ansiosa por complacerlo, compró ella misma la isla con su propia dote.

Sin embargo Maximiliano ya no estaba tan enamorado de Carlota, o quizás nunca lo había estado. Admiraba su inteligencia y muchas veces seguía sus consejos, pero no le atraía como mujer. Antes de terminar el año de 1859 el palacio de Miramar estuvo terminado y la joven pareja se instaló ahí. Aquel invierno, Maximiliano, huyendo del frío, viajó a la isla de Madeira en donde pasó unos días en compañía de su cuñada le emperatriz Elisabeth, dejando a Carlota sola en Miramar. Fue el primer desengaño que sufrió la Archiduquesa en su matrimonio. Maximiliano continuó su viaje hacia a América del Sur y Carlota pasó todo el invierno sola en Miramar.

Maximiliano regresó a Miramar para reunirse con Carlota en la primavera de 1860. Por esta época Carlota escribió a la Condesa d'Hulst: "Llevamos ahora una vida muy pacífica, tratando de hacer que la gente nos olvide...Miramar será nuestra residencia en la ciudad y Lacroma nuestra casa de verano, aunque nuestra modesta vida se acomoda muy bien a un patrón muy sencillo. El esplendor del pasado quedó atrás y disfrutamos resignadamente lo que el presente nos ofrece. La Providencia nos ha dado demasiado, y a pesar de que muchos de sus regalos se han ido ahora, aún tenemos suficiente para ser felices, aun si es de una manera diferente" Tres semanas después volvió a escribir: "Aunque la vida que llevamos actualmente no es lo que yo había imaginado, os puedo asegurar que hay veces que doy gracias a Dios por ella, puesto que estando la situación como en el presente, es mejor vivir fuera del mundo, puesto que cuando uno posee menos, menos tiene uno que perder. No sé lo que pasará en el futuro, pero la situación debe retornar a la normalidad y llegaré entonces el día, y no estoy siendo movida sólo por la ambición, cuando el Archiduque juegue otra vez un papel importante en los asuntos mundiales, ya que él nació para gobernar, y posee además todas las cualidades para hacer feliz a la gente. me parece imposible que todas estas cualidades se desperdicien, después de estar brillantemente ocupado por menos de tres años."

No sólo hablaba Carlota por Maximiliano, sino también por ella misma, pensando también en que sus propios talentos estaban desperdiciados. Añoraba una vida activa y además estaba desconsolada por la falta de un hijo, pero era demasiado orgullosa y reservada para confesárselo a su gobernanta.

Aquel mismo año, Maximiliano y Carlota visitaron Viena teniendo una fría recepción por parte del Emperador y la Emperatriz. Las relaciones entre los dos hermanos estaban demasiado tensas desde el asunto de Lombardía y Venecia. Un año después recibieron la visita de Francisco José y Elisabeth en Trieste, durante la cual Carlota sufrió varias humillaciones por parte de la Emperatriz. Cuando los dos hermanos salían algún acto público, Elisabeth se encerraba en su habitación dejando sola a Carlota. El mayor insulto fue cuando el gran perro ovejero que la Emperatriz había traído de Madeira atacó y mató al pequeño terrier que la reina Victoria había regalado a Carlota, cuya pena no le importó en lo más mínimo a Elisabeth, quien incluso comentó su desagrado por los perros pequeños. La archiduquesa sufría además ataques de celos por la atención que Maximiliano le prestaba a su cuñada, llegando la situación al clímax cuando Elisabeth sufrió un nuevo ataque de depresión y Francisco José le pidió a su hermano que la acompañara a la isla de Corfu y la dejara cómodamente instalada para su recuperación. Además de los celos y de sentirse completamente ignorada, Carlota se indignaba al ver que Maximiliano era tratado simplemente como un caballero de compañía que era llamado únicamente para atender a su neurótica cuñada.

Así era la situación en Miramar cuando Maximiliano y Carlota oyeron hablar por primera vez del trono de México.

Cuando los monárquicos mexicanos le ofrecieron a Maximiliano el trono de México, Carlota le dio una inmediata bienvenida al proyecto. Era la oportunidad que esperaba para escapar de la tediosa vida en Miramar y para que ella y Maximiliano ocuparan el lugar que creían merecer. Ambos dedicaron gran parte de su tiempo a leer y estudiar todo sobre México, país que estaba dividido por la guerra civil y las ideas religiosas. Pidieron consejo al rey Leopoldo sobre la respuesta que debía de dar a los mexicanos y él les contestó que todo giraba en torno a lo que el propio país pidiera. El duque de Brabante escribió a su hermana que México era un magnífico país en el cual había mucho que hacer.

La empresa estaba auspiciada por el Emperador de los franceses, Napoleón III, y por su esposa Eugenia de Montijo, ferviente partidaria de establecer una monarquía en México, quienes estaban dispuestos a mandar un gran ejército para apoyar al Imperio mexicano.

Movida por la ambición de ocupar un trono Carlota estaba muy entusiasmada con la aventura mexicana. Sin embargo quería asegurarse de la situación real de México, pues consideraba que ella y Maximiliano no habían recibido una sola noticia que no pasase a través de los mexicanos emigrados que vivían en París, grupo insignificante para representar a ocho millones de mexicanos. Escribió a su padre pidiéndole que enviara a alguien que resultara un exponente imparcial de la situación en México, sugiriendo a un tal Bourdillon, un inglés de origen francés, que había sido expulsado por el presidente mexicano Benito Juárez, debido a sus ideas conservadoras. Sin embargo Bourdillón no resultaría tan imparcial en sus opiniones sobre México, pues para él, que estaba más interesado en los negocios que en el periodismo o la política, la riqueza mineral del país ofrecía una perspectiva fascinante. Al ser expulsado de México, pidió al ministro inglés, Sir Charles Wyke le que le otorgara su protección diplomática, pero el ministro se negó a dársela debido a que le disgustaban sus negocios y Bourdillon se vio obligado a abandonar el país. Sin embargo en Europa era considerado una autoridad en asuntos mexicanos y Maximiliano y Carlota, así como el rey Leopoldo lo escucharon con gran interés. Bourdillon manifestó que sería posible establecer una monarquía en México en cuatro o cinco meses. Dijo también que los mexicanos eran incapaces de emitir un opinión sobre nada y no tenían ni la más mínima idea de lo que era ser liberal. Había en México, según él, una gran ignorancia y el país estaba asolado por ladrones. Era una misión cristiana reformarlo y civilizarlo, aunque no era una misión envidiable porque los archiduques eran demasiado buenos para México. Sin embargo no había duda que el país estaba destinado a ser un gran impero.

Carlota, empañado su juicio crítico por la ambición, estaba convencida que Maximiliano debía de aceptar la corona de México que Napoleón y los mexicanos le ofrecían; Maximiliano, sin embargo, dudaba.

La madre del Archiduque, la archiduquesa Sofía, se oponía a la aventura mexicana. Durante una visita a Viena, Carlota no se separó de sus esposo, temiendo que su suegra pudiera convencerlo de no aceptar la corona. En una carta a Sofía, Carlota le suplicaba no hacerlos infelices teniendo una opinión contraria a sus deseos, pues, en dado caso, ello no alteraría la decisión de Maximiliano, una vez que éste se hubiera decido a aceptar.

La abuela de Carlota, la ex-reina María Amalia de Francia, trató también de prevenirla, aconsejándole que no se dejara cegar por la ambición. Carlota le respondió en una carta con estas palabras: "Soy la última persona en querer un trono. Como recordarás, una vez pude tener uno (el de Portugal) cuando tenía diecisiete años, el cual rechacé por estar más interesada en otras cosas, pero hay mucha diferencia entre ir en busca de un trono y en tomarse uno mismo la gran responsabilidad de rechazar uno, particularmente cuando uno siente en sí mismo, la habilidad y posibilidad de llevar a cabo una empresa de tanto mérito, Hacer eso sería oponerse uno mismo a su propia conciencia y fallar en su deber ante Dios. Cuando uno siente que esta llamado a reinar, aparece entonces una vocación, como cualquier vocación religiosa... Dices, mi querida abuela, que esperas que yo tenga un mejor futuro, pero además del hecho de que está tan lejos, México es un país bellísimo. Y hay muy pocos tronos que no sean precarios. En el supuesto caso de que fracasáramos, Max aun está en línea de sucesión al trono de Austria...hubiera podido estar noventa años sin otra cosa mejor que hacer que construir otra casa diseñar otro jardín... siendo este el caso ¿te sorprende que un hombre joven y activo de 31 años esté tentado de acceptar un cargo que puede brindarle inmensas posibilidades?... Mucha gente me acusa de ambiciosa... pero lo único que quiero es proporcionar un bien al mundo y necesito un horizonte más amplio del que tengo actualmente".

En esta carta a su abuela, Carlota expresa por completo su manera de sentir acerca de su situación y de la perspectiva que se les abría a ella y a Maximiliano al aceptar el trono mexicano Ambos viajaron a París en marzo de 1864 en donde se entrevistaron con Napoleón y Maximiliano firmó los convenios provisionales, aceptando el trono, mismos que debían ratificarse más tarde en Miramar después de aceptar oficialmente la corona.

Posteriormente, los archiduques viajaron a Inglaterra en donde visitaron a la reina Victoria y a la abuela de Carlota. La anciana reina les suplicó que se olvidaran de la aventura mexicana y como si estuvieran frente a una visión exclamó: “¡los asesinarán!”. Aunque la entrevista con la reina María Amalia los dejó consternados, Maximiliano y Carlota no hicieron caso de la premonición de la anciana. Carlota era por completo partidaria de aceptar la corona, le seducía el brillo de un imperio y la ambición de poder. Influía enormemente en Maximiliano, para quien el apoyo de su esposa era imprescindible.

Los archiduques dejaron Inglaterra y se dirigieron a Viena en donde Francisco José pidió a Maximiliano que renunciara a sus derechos al trono de Austria a cambio de recibir apoyo del emperador para la aventura mexicana. Maximiliano, indignado, se negó a aceptar. Carlota habló con su cuñado tratando de convencerlo de que desistiera de su idea, pero lo único que logró fue que se les concediera una pensión de ciento cincuenta mil florines en caso de que volvieran de México. El rey Leopoldo escribió a su hija aconsejándole que no permitiera que su esposo perdiera sus prerrogativas hereditarias. Carlota trató de que la archiduquesa Sofía le ayudara en su causa. La archiduquesa, a pesar de no estar de acuerdo en que Maximiliano fuese a México, intercedió en su favor ante su hijo mayor, sin tampoco lograr nada.

Carlota volvió decepcionada a Miramar. Convenció a su esposo de que lo mejor era firmar la renuncia a sus derechos al trono austriaco. El 9 de abril de 1864 Maximiliano firmó la renuncia y al día siguiente aceptó formalmente el trono de México.

El 14 de abril el futuro emperador y su esposa abandonaron Miramar a bordo de la fragata Novara, con destino a México. El 19 de abril hacen una escala en Roma para visitar al Papa Pío IX, quien promete enviar un nuncio a México para tratar más ampliamente el asunto de los bienes nacionalizados de la Iglesia en ese país.

La Novara llegó a México el 28 de mayo de 1864 y a la mañana siguiente Maximiliano y Carlota atravesaron en un carruaje las desiertas calles de la ciudad. Nadie había acudido a recibirlos. Carlota, con un nudo en la garganta, tenía lágrimas en los ojos. Esperaban una grandiosa bienvenida y sólo encontraban las calles desiertas de una ciudad atacada por la peste y un calor insoportable. Continuaron su viaje por tren hasta Paso del Macho, en donde terminaba la línea del ferrocarril. Ahí hubo que continuar el viaje por diligencia de posta. El paraje era tan salvaje que Carlota llegó a pensar que en cualquier momento Juárez, al frente de una banda de guerrilleros, los pudiese atacar. Atravesaron varios pueblos y ciudades como Córdoba y Orizaba; en el trayecto tuvieron serios percances como la rotura de la rueda de la diligencia en que viajaban los emperadores. Continuaron el viaje rumbo a Puebla. En la tarde del 7 de junio llegaron a Cholula en donde se había congregado una multitud de indígenas para presenciar una ceremonia en que se coronó de flores a los emperadores. Como era su cumpleaños número veinticuatro, Carlota donó siete mil pesos para reedificar el albergue para indigentes.

El 12 de junio Maximiliano y Carlota hicieron su entrada solemne en la ciudad de México en un lujoso carruaje y se les dio un ostentoso recibimiento. El Palacio Nacional fue la primera residencia de la pareja imperial. Posteriormente Maximiliano escogió el Castillo de Chapultepec como residencia y mandó trazar un camino que le conectase a la ciudad (el actual Paseo de la Reforma), que se llamó originalmente "Paseo de la Emperatriz".

Una vez instalado en su imperio, Maximiliano comenzó a seguir sus inclinaciones liberales. Pensaba que sería un error devolver a la Iglesia los bienes confiscados pues implicaría trastornos económicos y además pondría aún más en su contra al partido liberal, que era una gran parte de la población a la que había que ganarse. Con su sencillez y encanto personal, buscaba ganarse a la gente. Carlota por su parte, aunque también trataba de ganarse a la gente dedicándose a obras de caridad, visitando escuelas y hospitales, carecía del encanto de su marido; era seria y adusta y no platicaba frivolidades, sino argumentos y temas que denotaban su inteligencia y preparación. Le gustaba saber y conocer sobre todo lo que veía y continuamente hacía preguntas a sus damas de compañía mexicanas, que muchas veces no sabían responder, como por ejemplo, “¿Cuántos años tiene la Catedral?” o “¿Bajo que virrey se construyó la Escuela de Minería”?.

Paula Kolonitz acompañó a Maximiliano y Carlota como parte de su séquito y aunque debía regresar a Europa al tocar costas mexicanas, se quedó en México durante seis meses. En su libro Un Viaje a México en 1864 retrata la vida nacional de mediado del siglo XIX.

"Después de una travesía de un mes las fragatas Novara y Themis llegaron a San Juan de Ulúa el 28 de mayo de 1864 y con ellas Maximiliano de Habsburgo y Carlota Amalia, pero en contraste con la partida de Italia, donde diez mil personas los despidieron, en Veracruz el recibimiento no fue lo mismo".

"Nadie se movía en el puerto, el nuevo soberano de México estaba frente a su propio imperio, pero sus súbditos se habían escondido. Nadie lo recibía".

"Finalmente, al caer la tarde, llegaron las autoridades de Veracruz y tronaron los cañones del fuerte de San Juan de Ulúa; se iluminó la ciudad de Veracruz con miles de fuegos de Bengala y la flota francesa puso sus fanales en los mástiles, lanzando sus rayos".

"En el viaje a la capital la situación cambia y Córdoba recibe al empreador con música, gritos incesantes y cañonazos. A las dos de la mañana llegó la pareja imperial y a esa hora tuvo que recibir homenajes, oír discursos, responder y aceptar una cena que no acababa nunca".

"El 12 de junio, escoltados por el regimiento de lanceros mexicanos, cazadores de África y los húsares franceses, los soberanos hacen su entrada triunfal en la ciudad de México. Por todos lados se levantaron arcos del triunfo, las calles estaban atestadas de gente. De las casas por las que pasaba la carroza imperial tiraban flores y poesías impresas".

"En cuanto al regocijo popular, no era menor: Los indios se agolpaban por todos lados mezclándose a la alegría común, puesto que veían en el emperador al hombre sabio que habría cruzado los mares para traerles la felicidad y sacarles de su miserable condición".

"Al asumir el trono, Maximiliano despliega una actividad febril; reorganiza la Academia de San Carlos, funda los museos de Historia Natural, de Arqueología y crea la Academa Imperial de Ciencias y Litetarura. Aunque decreta el catolicismo como religión oficial del imperio, mantiene alejado al clero del gobierno. Carlota por su parte, organiza fiesta de beneficencia para obtener fondos para las casas pobres".

"En sus ratos libres, la condesa aprovecha para conocer la capital y contemplaba maravillada las iglesias y conventos, acueductos, teatros y palacios. El paseo más bello de la ciudad es la Alameda. Los franceses y los mexicanos aquí se encuentran; los caminos internos son reservados a los peatones pero los jinetes las circundan en largas filas. Las damas son Amazonas apasionada y valientes... A las seis de la tarde, en largas filas de carrozas, los mexicanos van al paseo. Aquí vienen las damas con grandes atavíos vespertinos, escotadas, engalanadas de flores... Los hombres vienen a caballo y vistiendo el traje nacional, pero cuando van a pie o dentro de sus casas, usan el traje francés... Los solteros llevan sobre la frente del caballo una banderola con el nombre de su novia. Atrás, en apoyo, va siempre un bello sarape, más atrás cuelgan el lazo y una piel de cabra que sirve para proteger las pistoles y así cabalga el mexicano por el Paseo y también así viaja por todo el país. Después del paseo de la Alameda todos vuelven a sus casas; es la hora del baño diario y por cierto, hay muchos y muy bellos baños púiblicos en todas las calles de la ciudad; pero cada casa particular tiene su baño propio".

"Observadora acuciosa la condesa aprecia los fuertes lazos que unen a las familias mexicanas. Después de la hora del Paseo, si hay alguna compañía de ópera se va al teatro, pero lo más frecuente es que las familias se queden en casa y reciban la visita de amigos. Entonces se juega a las cartas, se toca música, se conversa. En México, la vida de la familia es de las más íntimas. Las relaciones entre padres e hijos, entre hermanas y hermanos, son afectuosísimas (...) Los matrimonios viven en un feliz acuerdo y el afectuoso marido llena de regalos a la mujer, lo que es considerado la mayor pueba de amor".

"Y sin embargo, nada hay para un europeo que ofrezca mayor interés en la ciudad de México que la vida pública en las calles, especialmente por las mañanas, cuando el correr y la agitación son mayores. Las damas se dirigen a la iglesia siempre vestidas de negro llenas de velos. Y entre aquellas almas devotas corren medio desnudos los indios, éste llevando sobre la espalda una grandísima jaula con siete o más papagayos; aquel corriendo por aquí y por allá ofreciendo frutas, dulce de membrillo, castañas cocidas; otros vendiendo figuras de cera, objetos de oro y de plata, peines de carey, ollas y utensilios de madera que ofrecen gritando estrepitosamente, mientras que la voz de los aguadores se oye por todos lados".

"La condesa no oculta su admiración por Maximiliano: La sencilléz de sus modales y su amabilidad despertaban las más vicas simpatías. Les parecía imposible a los mexicanos que el emperador fuese afable con todos, que a todos graciosamente escuchase, que respondiese a este o aquel con la suave benevolnecia que le era propia. Pero, también se pregunta: ¿Triunfará en esta obra? La esperada victoria del sur de los Estados Unidos de América, que era necesaria para el buen éxito, no ha sido obtenida".

"El 10 de agosto Maximiliano emprende un viaje para conocer el país y en su ausencia, es Carlota quien preside el Consejo de Ministros. Durante los primeros días de septiembre, se celebraron las fiestas de la Independencia Mexicana. Se cantó un Te Deum, hubo banquete en la corte y representaciones en el teatro. Sin embargo, se respiraba en torno de toda aquella festividad y alegría, un aire de descontento y de desánimo".

"La noche del 2 de octubre un terremoto sacude la ciudad y los europeos pasan el susto de sus vidas: Parecía que en cualquier momento caería el techo de mi cuarto y que las paredes se precipitarían sobre el patio. Jamás podré olvidar aquella impresión aterradora, angustiosa, cuando parece que la tierra huye de nuestros pies y se pierde toda seguridad". Relata en su libro Kolonitz.

El 29 de noviembre llegó a México el nuncio papal que Pío IX había prometido enviar a México con el propósito de solucionar el asunto de los bienes incautados. Era el cardenal Pedro Francisco Meglia. Maximiliano trató de negociar con Moseñor Meglia un arreglo para la situación de la Iglesia, pues como se dijo anteriormente, él no estaba de acuerdo en regresar los bienes. Pero el nuncio no transigió. Carlota, que compartía las ideas del emperador, mandó llamar al nuncio con el que dialogó durante dos horas exponiéndole los más convincentes argumentos, que sin embargo no lograron convencerlo. La conversación terminó cuando Monseñor Meglia le dijo a la emperatriz que había sido el clero quien había fundado el imperio mexicano. Carlota respondió con furia: “¡Un momento! No fue el clero, fue el emperador quien lo fundó el día de su llegada. Reverencia, suceda lo que suceda, me tomaré la libertad de recordaros esta conversación. No somos responsables de las consecuencias, pero si la Iglesia no nos ayuda, nosotros ayudaremos a la Iglesia en contra de su voluntad.”

Iracunda, la emperatriz comentó que tendría que arrojar al nuncio por la ventana ya que era la persona más necia que había conocido. Informó a su marido de su fracasada conversación con Monseñor Meglia y el 27 de diciembre el emperador proclamó la nacionalización de los bienes de la Iglesia y la libertad de cultos. El nuncio regresó a Roma sin despedirse y el imperio mexicano perdió el apoyo de la Iglesia.

Maximiliano acostumbraba pasar varios días en su casa de descanso en Cuernavaca. Durante sus ausencias Carlota actuaba en México como regente, tomando toda clase de disposiciones, desde medidas sanitarias, educativas, de ganadería, agricultura y minería, hasta trazos de carretera. Se decía que cuando Maximiliano estaba en Cuernavaca, era cuando verdaderamente había un gobernante en México.

Había discrepancias entre los jefes del ejército francés en México. El general Bazaine, comandante supremo, que adulaba a Napoleón diciéndole que la situación militar en México era excelente, cosa que estaba muy lejos de la verdad, sugería retirar de México algunas tropas, mientras que Félix Douay, general del cuerpo expedicionario francés, se oponía a estas medidas, diciendo que era imposible controlar un páis mucho más grande que Francia con tan pocos hombres. Carlota apoyaba a Douay; sin embargo Bazaine logró que Napoleón mandara llamar a Douay a finales de 1864. La emperatriz vio con inquietud la retirada de Doauy ya que empezaba a darse cuenta de la crítica situación del país. No podía salir a cabalgar en su yegua Isabella, sin que previamente un pelotón de infantería francesa tuviera que despejar el camino, pues las calles y carreteras estaban llenas de guerrillas juaristas.

A principios de 1865 llegaron a México las tropas de voluntarios austriacos y belgas que enviaban Francisco José y el rey Leopoldo. Los seis mil austriacos venían bajo las órdenes de Franz Thum y los mil doscientos belgas bajo el mando del teniente coronel Alfred van der Simissen. Con estos cuerpos de voluntarios, Bazaine obtenía un efectivo total de sesenta y tres mil ochocientos hombres.

En una carta fechada el 3 de febrero Carlota le escribió a la emperatriz Eugenia , donde le suplicaba no retirar más tropas sino por el contrario, enviar refuerzos. Combatía los informes de Bazaine, según los cuales no había guerrillas y alababa las acciones de Douay, sugiriendo sin manifestarlo, que este general sustituyera a Bazaine al mando de los ejércitos en México.

Mientras la situación en el imperio se agravaba, la vida marital de los emperadores permanecía rodeada de misterio. Hacía mucho tiempo que Maximiliano y Carlota no compartían el mismo lecho. Carlota se llevaba a su cama el libro de leyes recién promulgadas y Maximiliano no se aparecía en su habitación. Cuando salían juntos y les destinaban para alojarlos cómodos dormitorios con amplios lechos, Maximiliano no los utilizaba, sino que mandaba instalar una hamaca en algún lugar y ahí pasaba la noche.

El por qué del distanciamiento entre los jóvenes y supuestamente enamorados emperadores era un misterio, pero había rumores de que Maximiliano había contraído alguna enfermedad venérea durante su viaje a Europa y esto lo imposibilitó a seguir teniendo relaciones sexuales con su esposa. O quizá Carlota supo de alguna infidelidad de su esposo que su orgullo de mujer le impidió perdonar. Un sirviente austriaco de Maximiliano, Antonio Grill, observó que la joven pareja lleva una vida sexual normal hasta la visita a Viena en 1860; a partir de entonces todo había cambiado Se rumoraba también que Maximiliano era impotente o que quizá Carlota sentía aversión por las relaciones sexuales. Lo primero es improbable ya que Maximiliano tuvo varias aventuras en Cuernavaca, quizá buscando el amor que Carlota le negaba. Sea cual fuere la realidad, la pareja imperial no tenía heredero y Carlota lo anhelaba profundamente. Al no tenerlo, refugió su frustración sumiéndose en una actividad y un trabajo constante.

El imperio necesitaba un heredero. Maximiliano concibió la idea de adoptar un niño. Pero ¿quién sería el niño ideal para sucederlo en el trono de México? El difunto emperador Agustín de Iturbide había dejado tres hijos y una hija. El segundo de los varones, Ángel Iturbide, casado con una norteamericana de nombre Alice Green, tenía a su vez un pequeño hijo de tres años, nacido el 2 de abril de 1863, llamado Agustín, como su abuelo. Maximiliano firmó un convenio secreto con la familia Iturbide, en el cual se estipulaba que el emperador se convertía en tutor del pequeño Agustín, que recibía el título de príncipe y presunto heredero del trono imperial, quedando como co-tutora su tía Josefa Iturbide. A cambio, la familia recibía una gratificación de ciento cincuenta mil pesos, se les asignaron generosas pensiones y recibieron el título de príncipes, con la condición de que tenían que exiliarse del país. Sólo Josefa Iturbide podía quedarse con el pequeño príncipe. Alice, la madre del niño, no estaba de acuerdo en separarse de su hijo, pero cedió bajo las presiones del resto de la familia.

Carlota no fue consultada sobre la adopción del niño; ella simplemente aceptó la decisión de su marido, con renuencia pero con dignidad, y ocultó sus sentimientos que sólo expresó en una carta a su abuela la reina María Amalia:
“Me siento vieja, si no a los ojos de los demás, si a los míos propios y mis pensamientos y sentimientos están muy lejos de ser lo que exteriormente aparento.... La adopción del pequeño Agustín de Iturbide ha sido sólo una necesidad dinástica. Es un acto de justicia el tomar bajo nuestra protección a la descendencia del antiguo régimen.... la gente dice que tengo influencia y que la uso de una o de otra manera. Pero Max es muy superior y no puedo entender como es que puedo influenciar en él en cualquier cosa. Soy demasiado leal para intentarlo. Sólo trato de ayudar en lo que puedo. Me parece natural en nuestra posición que una esposa que no es madre de familia se dedique devotamente a ayudar a su marido. Lo hago porque Max lo desea y además por mi amor a la ocupación productiva .... Por todo lo que te digo querida abuela, tú podrás juzgar por ti misma la verdad sobre las críticas que han llevado de mí a Roma. Dicen que soy una especie de arpía, cuando soy como tú siempre me has conocido... Quizá sólo tenga la ambición de hacer el bien, pero sólo como esposa de Maximiliano...

La pareja imperial también adoptó como co-heredero a un primo del pequeño Agustín, Salvador Iturbide, de quince años de edad. Salvador, nacido el 18 de septiembre de 1849, era hijo del octavo hijo del emperador Agustín, Salvador Iturbide y de doña Rosario de Marzán, fallecidos en 1848 y 1859, respectivamente, por lo que el joven era huérfano cuando fue adoptado por los emperadores.

José Luis Blasio, secretario particular y confidente del Emperador Maximiliano, escribió en sus memorias:
«Como Maximiliano no tenía hijos, y sabía perfectamente que nunca los tendría, había formado el proyecto de adoptar a dos nietos del emperador Agustin de Iturbide. Se convino, pues, que a la muerte de Maximiliano subiría al trono Agustín de Iturbide, el nieto del emperador del mismo nombre o su primo Salvador. Salvador fue enviado a Europa a continuar su educación con una pensión adecuada a su rango de príncipe. Esto se hizo porque Su Majestad suponía que la mejor forma de gobierno que podía convenir al país era la de la Monarquía hereditaria encarnada en dos príncipes nacidos en México».

Los liberales buscaron por todos los medios la derrota del imperio. Encabezados por Benito Juárez, permanecían firmes en la defensa de la República secular. Juárez gozaba del indiscutible apoyo de los Estados Unidos, quienes jamás vieron con buenos ojos la presencia en América de un régimen apoyado por las monarquías europeas, e hicieron cuanto pudieron por evitar que los conservadores mexicanos tuvieran éxito.

Al final, los cambios políticos a nivel internacional repercutieron en el Imperio Mexicano. Estados Unidos, que durante la mayor parte de esta época estaba enfrascado en su propia guerra civil entre los estados del norte y los del sur, había conseguido finalmente la paz, y estaba listo para apoyar al gobierno republicano de Juárez.

Napoleón III, por su parte, se enfrentaba a serias presiones en Europa bajo la amenaza de Prusia y requería que sus tropas regresaran a Francia, el retiro de sus tropas en enero de 1867, dejó sólo al Emperador de México para defender el trono. Ya con el apoyo económico de los estadounidenses a la facción republicana, y sin el ejercito francés ni el respaldo de los conservadores en el país, desencadenó el incrementó de las derrotas que el ejército de Maximiliano sufría frente a los guerrilleros Juaristas, por lo que retiró sus tropas y el Imperio se vino abajo, poco le quedaba por hacer a Maximiliano, decidido a enfrentarse a las consecuencias, desoyendo los consejos que le sugerían abdicar y regresar a Austria.

Carlota, que ya se había destacado como atrevida viajera yendo a la península de Yucatán para conocer a los mayas y las ruinas de Uxmal en 1865, decidió cruzar el Océano Atlántico en búsqueda de ayuda en Europa.

Entrevistándose con la nobleza europea, a quienes recordaba en vano el compromiso contraído cuatro años antes; pero el poco éxito de su petición pudo ser una de las razones por las que comenzó a mostrar síntomas de desequilibrio psíquico, ayudado por los continuos desplantes del emperador francés Napoleón III. Desde Francia, se dirigió a Trieste para descansar y después a Roma, con la intención de conseguir el apoyo papal e inclinar a los conservadores mexicanos a su causa. Ya con el papa Pío IX, a quien imploraba un concordato para el imperio tambaleante, sin embargo, del Papa únicamente consiguió promesas vagas que la desesperaron. Fue así como Carlota Amalia fracasó en el intento de lograr el apoyo europeo para la monarquía mexicana.

Finalmente Maximiliano fue sitiado con los restos de su ejército y aprehendido en Querétaro por soldados del general Mariano Escobedo, como consecuencia de la traición del Coronel Miguel López.

Tras un juicio en ausencia, celebrado en el teatro municipal por un coronel y seis capitanes, sin derecho a apelaciones y con base en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar, se le condenó a muerte. La sentencia se cumplió el 19 de junio de 1867, en el cerro de las Campanas, junto con los generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.

El Emperador de México, segundos antes de recibir las descargas del pelotón de fusilamiento (disparadas a un metro de distancia de su cuerpo), proclamó: "¡Mexicanos! Muero por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. Ojalá que mi sangre ponga fin para siempre a las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!". Asimismo se dice que pagó a cada uno de los verdugos con una moneda de oro para que no se le disparase a la cara, así podria ser reconocido por su madre.

Sus restos fueron depositados al año siguiente en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos, en Viena.

Sólo meses más tarde se le notificó lo ocurrido a la viuda enferma, quien desde ese momento, su locura fue incrementándose, con episodios de lucidez y demencia, agravados por la muerte de Maximiliano en México.

Carlota pasó el resto de su vida recluida en diversos castillos. Primero en el pabellón (Gartenhaus) de su Palacio de Miramar; luego en el Castillo de Tervueren y, finalmente, en el Château de Bouchout, en Meise. Allí moriría 60 años después, el 19 de enero de 1927, víctima de una pulmonía.

Sus restos reposan en la cripta de la Iglesia de Laeken, lejos de los restos mortales de su marido, que descansa en Viena.

Existe la teoría de que la causa de la locura de Carlota fue debido a la ingesta de la seta teyhuinti, se dice que Carlota fue con una herbolaria de la Ciudad de México a la cual le pidió ayuda para poder concebir. Llevaba oculta su identidad con un velo, pero la herbolaria la reconoció, como la herbolaria era partidaria de Benito Juárez le dio el veneno.

Al teyhuinti se le conoce como “la carne de los dioses“, se emplea en soluciones muy diluidas, como un tónico, y que en infusiones muy concentradas puede producir un estado de locura permanente.

La princesa Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire Clémentine Léopoldine de Saxe-Coburg nació el 7 de junio de 1840, a la una de la madrugada, en el castillo de Leaken, situado a aproximadas dos millas de distancia de la ciudad de Bruselas.


lunes, 21 de enero de 2008

LA LAPIDA DE PAKAL O EL ASTRONAUTA DE PALENQUE



En 1949 el arqueólogo Alberto Ruz de L’huiller descubre en un templo, bajó una escalera de cuarenta y cinco escalones, un sello oculto que daba a una gran piedra triangular. Ruz de L’huiller comprendió que iniciaba el verdadero descubrimiento. En la parte inferior observó una zona rellena de pedruscos y cal, al abrir dicho hueco, pudo asomarse y ver lo que contenía la espaciosa cámara: la espectacular cripta que contenía una gigantesca lápida tapando el sarcófago donde yacía el señor Pakal. La lapida tenía unas medidas de 3,80 metros de largo, 2,20 metros de ancho y un espesor de 25 centímetros, con un peso aproximado de 5 toneladas.

Nos imaginamos la emoción del arqueólogo, después de tantos meses de trabajo y de sortear dificultades de todo tipo, al contemplarla, teniendo en cuenta que era el primer hombre que, luego de 12 siglos, tenía acceso a ella.

Lo interesante de este descubrimiento es el magnífico trabajo realizado en el relieve de la tapa labrada. En efecto, en ella se reproduce la figura de un hombre con atuendo maya, en una posición semiacostada en una especie de silla con cinturón de seguridad y con los pies apoyados en unos pedales y controles al frente y una gran cantidad de tornillos, resortes, caños, tableros y palancas de mando.

El científico soviético A. Katsantsev no tiene ninguna duda que se trata de un navío espacial y así lo ha atestiguado en diversas publicaciones e infinidad de conferencias. Es más, ha dibujado un cohete asimilándolo al relieve de la lápida y las coincidencias son sorprendentes.

En 1969 la NASA encontró 16 puntos coincidentes entre el dibujo de la lápida y el módulo de mando de una cápsula espacial contemporánea. No cabe duda de que la imagen esculpida es la representación de un astronauta dentro de un módulo espacial fuera de la atracción de la atmósfera terrestre, controlado o dirigido por un ser. Una cosa es cierta, el autor de este relieve tuvo que tener un modelo, o seguir las instrucciones de alguien que conocía perfectamente ese artefacto esculpido en la piedra...

El 8 de noviembre de 1949, elevada dicha losa a 1,12 metros, Alberto Ruz de L’huiller pudo observar con comodidad el interior: una tapa perfectamente pulida, de la que sobresalían dos secciones, como orejas.

Dicha tapa se encontraba labrada a la manera de una forma humana, en un solo bloque; retiró cuatro tacos de madera que cubrían orificios realizados en la misma, y la levantó. El interior estaba pintado de rojo, y en el fondo yacía un esqueleto humano cubierto de joyas. Su talla era de 1,70 metros y su cabeza se hallaba guardada por lo que fuera una mascarilla de jade, lamentablemente rota.

Cuando fue reconstruida, pudo contemplarse en todos sus detalles, una verdadera obra de arte.

Sus restos difieren totalmente de las características físicas del pueblo Maya. Los antiguos Mayas eran personas que medían alrededor de 1,50 metros, lo que hace pensar que no era Maya comparada con el hombre de Palenque. Otra prueba de la identidad no Maya del sr. Pakal es que como símbolo de belleza los Mayas se incrustaban piedras preciosas en los dientes, y éste carecía de ellas. La cantidad y calidad de las joyas encontradas daban una idea de la elevada alcurnia de quien allí yacía, manos delgadas, dedos alargados cubiertos de anillos, y su cráneo no se encontraba deformado, práctica usual entre los Mayas. Los Mayas enterrados en templos eran normalmente celebridades. No hay pruebas de la existencia de cacique, chamán o rey con tal descripción en ninguna inscripción de algún otro monumento Maya. La única explicación para los servicios fúnebres de tal magnitud en este individuo es que él haya sido considerado como un dios o semidiós. En la autenticidad del conjunto concuerdan todos los arqueólogos americanos, recordando además que los análisis realizados con carbono 14 sobre los restos óseos encontrados dieron una antigüedad de 2.000 años


Entre las coincidencias que tiene esta lápida con una nave espacial, se pueden mencionar:

1- En la nariz de Pakal se puede observar un especie de aparato que serviría como respirador y cumpliría la función del casco de un astronauta.
2- En la parte delantera se ven botones y palancas.
3- El cabello ingrávido, como estaría un astronauta sin el casco.
4- En la parte trasera del aparato se distinguen claramente las llamas producidas por la nave.


La escena representada sobre la lápida que cubre el sarcófago representa el instante de la muerte de Pakal y su caída al Inframundo. Todo el evento está enmarcado por una franja celeste, con kin (día, sol) en la parte superior derecha o noreste y akbaal (noche, oscuridad) en el extremo izquierdo o noroeste. El paso de Pakal de la vida a la muerte es representado con el movimiento del sol de este a oeste. El fondo de la escena está lleno de signos -conchas, abalorios de jade y otros- que se encuentran sobre volutas de sangre.

En la parte inferior se simbolizan las fauces abiertas del Inframundo. El esqueleto de dos dragones, unidos por la mandíbula inferior, integran el recipiente en forma de U que representa la entrada al mundo de los muertos. Sus labios se curvan hacia adentro, como si estuvieran por cerrarse sobre el cuerpo en caída de Pakal. De ahí arranca el Árbol del Mundo, centro del Universo. Un Pájaro Celestial, símbolo del reino celeste, se halla sobre la copa del árbol.

El Árbol del Mundo está marcado especialmente como una entidad sagrada: los signos te (árbol) confirman que es una ceiba. Los signos nen (espejo) lo señalan como algo brillante y poderoso. Una enorme figura del Dios C, símbolo de la sangre y lo sagrado, está inserta en la base del tronco y unida al cuerpo de Pakal. Los extremos de las ramas son los recipientes de la sangría del sacrificio; los dragones de narices cuadradas que salen de aquéllos están rodeados de cilindros y abalorios de jade, lo que los distingue como especialmente sagrados. Cubiertos de joyas, estos dragones contrastan con los dragones esqueléticos que tienen debajo. Los de arriba representan al Cielo, el más sagrado de los tres niveles del cosmos maya; los otros al Inframundo, al que cae Pakal.

Las ramas del Árbol del Mundo son recorridas por una serpiente bicéfala en barra, símbolo maya de la realeza. El cuerpo está hecho de segmentos de jade, lo que de nuevo les da especial valor. Las cabezas que hay a cada extremo de la barra corresponden, rasgo por rasgo, a los de los dragones esqueléticos de las fauces del Inframundo. De éstos salen, al oeste, el Dios K (oscuridad), y al este el Dios Bufón (luz).

Mientras cae por el Árbol del Mundo, Pakal se asienta sobre un monstruo solar. Éste aparece en un estado de transición entre la vida y la muerte: es esquelético de la boca para abajo, pero sus ojos tienen las pupilas dilatadas de los seres vivos. En la vida real, el sol entra en ese estado de transición al amanecer y al ocaso. Aquí, sin embargo, el emblema del monstruo solar contiene un cimi, o signo de la muerte, lo que especifica que la imagen marca la muerte del sol o puesta del sol. El astro, situado en el horizonte, está listo para zambullirse en el Inframundo... y llevará consigo al rey difunto.

Pakal parece tambalearse sobre la cabeza del monstruo solar en una posición irregular. Esta extravagancia señala que también él está en transición de la vida a la muerte. Se desprende de su taparrabo y de las pesadas cuentas de su collar (tiene una parte delantera y otra dorsal), que flota escapándosele del cuerpo; va con las rodillas flexionadas, las manos relajadas, el rostro bien compuesto: no cae aterrado, porque espera vencer a la muerte. Un hueso prendido de su nariz significa que incluso en la muerte lleva consigo la simiente del renacimiento. En maya, los vocablos hueso y semilla grande son homófonos; así pues, el hueso es la semilla de la resurrección de Pakal. Finalmente, Pakal cae como deidad: su frente está penetrada por el cuchillo del dios K. El rey fue dios durante su vida y es dios al caer en la muerte.


El Nivel de los Cielos

-1. En la parte superior de la lápida nivel de los cielos, o el mundo de una criatura en forma de pájaro una cruz central. Según apuntan estudiosos, el ave es en parte serpiente parte pájaro, con lo que representa intermedio entre los cielos y la de su cabeza y cola hay dos representaciones del dios sol.
-2. La cruz es en realidad una ceiba, sagrado de los mayas, y se le considera doblemente sagrado cuando brota entrada de una cueva. En la lápida, es la ceiba y la tumba, la caverna, vez significa la entrada al inframundo.


El Mundo de los Vivos

-3. La ceiba gigante tiene una serpiente dos cabezas que enreda su cuerpo las ramas. Estos elementos pertenecen al mundo de los vivos, o mundo.
-4. De las fauces de la serpiente salen dos dioses del mundo medio: el Llamarada, del lado izquierdo, dios Bufón, del lado derecho.
-5. El rey Pakal aparece esculpido su descenso al inframundo, camino que siguen todos los que pasan el mundo de los vivos. Para los mayas el inframundo era, en muchos aspectos, más importante que el mundo de los vivos.


El Inframundo

-6. El signo de cuatro partes sobre cual está sentado el rey simboliza su condición real. Este elemento es el sombrero en la cabeza del gran monstruo que se encuentra en la base de la lápida. Esta criatura es el dios sol del inframundo; su sombrero (muy hundido, a la altura de los ojos) muestra el signo Kin del sol, que es una flor de cuatro pétalos. La nariz del monstruo es la imagen de la del mono araña, que es el Ahau o dios solar. Las quijadas del monstruo son huesos descarnados.
-7. El marco que sostiene la figura de Pakal, como si estuviera en las fauces, son las quijadas superiores de dos serpientes descarnadas. En el centro de éstas, desciende el rey al inframundo.

sábado, 19 de enero de 2008

EL DIA QUE EL SOL BAILÓ


13 de octubre de 1917.

La lluvia cesó instantáneamente (había llovido desde el amanecer y era mediodía) las nubes se alejaron y el sol apareció como un inmenso globo de plata o de nieve, que empezó a dar vueltas a gran velocidad, esparciendo hacia todas partes luces amarillas, rojas, verdes, azules y moradas, y coloreando de una manera hermosísima las lejanas nubes, los árboles, las rocas y los rostros de la muchedumbre que allí estaba presente. De pronto el sol se detiene y empieza a girar hacia la izquierda despidiendo luces tan bellas que parece una explosión de juegos pirotécnicos, y luego la multitud ve algo que la llena de terror y espanto.

Ven que el sol se viene hacia abajo, como si fuera a caer encima de todos ellos y a carbonizarlos, y un grito inmenso de terror se desprende de todas las gargantas. "Perdón, Señor, perdón", fue un acto de contricción dicho por muchos miles de pecadores. Este fenómeno natural se repitió tres veces y duró diez minutos. No fue registrado por ningún observatorio astronómico porque era un milagro absolutamente sobrenatural.

Luego el sol volvió a su sitio y los miles de peregrinos que tenían sus ropas totalmente empapadas por tanta lluvia, quedaron con sus vestidos instantáneamente secos...


El 13 de mayo de 1917, en Fátima, Jacinta Martos, de 7 años; su hermano Francisco, de 9; y su prima Lucía Dos Santos, de 10, vieron en el paraje solitario de Cova de Iría «sobre una encina a una señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos ardiendo del sol». Desde entonces, la Virgen se les aparece en varias ocasiones y les dice que recen y que hagan penitencia. Ya desde las primeras apariciones, Lucía es la protagonista principal. Ella es la que ve, oye y habla con la Virgen. Jacinta sólo la ve y la oye, pero no habla. Y Francisco sólo la ve. Pero todos sufren por las apariciones porque nadie los cree. Ni sus padres, que les pegan para que se retracten. Las autoridades los encarcelan y amenazan con echarles aceite hirviendo. Tan presionada se vio Lucía que, para que la gente le creyera, solicitó a Nuestra Señora un milagro. Y el milagro tuvo lugar el 13 de octubre de 1917. Y así lo describían los periódicos portugueses de la época: «El sol comenzó a realizar gestos nunca vistos, movimientos bruscos fuera de todas las leyes cósmicas. El sol baila».

Durante las apariciones, la Virgen reveló a los pastorcitos de Fátima un gran secreto dividido en tres partes. Fue el 13 de julio de 1917, en la tercera aparición, cuando la Virgen les confió «el secreto». Sólo tras mucho tiempo, Lucía desvelaría la primera y segunda parte, escribiendo la tercera en una carta lacrada para el Papa.

La primera parte del secreto avisaba del fin inminente de la I Guerra Mundial y del inicio de la II Guerra Mundial si el mundo no se convertía. La segunda parte del secreto se refería a la conversión de Rusia al Inmaculado corazón de María, que fue efectuada por Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984. Meses después, Gorbachov llegaba al poder, ponía en marcha la perestroika y la Santa Rusia volvía a nacer de sus cenizas.

El 13 de mayo de 2000, en un solemne acto en Fátima, ante la presencia de la propia Lucía, el Papa revela el tercer secreto: la visión del atentado que sufrió en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981. El «obispo vestido de blanco» que, en la visión de los pastorcillos, caminaba hacia la Cruz entre los cadáveres de los mártires y caía como muerto bajo disparos de arma de fuego era el propio Juan Pablo II. «El texto es una visión profética comparable a las de la Sagrada Escritura, que nos describe los acontecimientos futuros», aseguraba enfáticamente el número dos del Vaticano, cardenal Angelo Sodano. Un texto que, días después, comentó también Ratzinger.

Durante la noche del 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes. A pie, por carro y carrozas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima – Leiria, que hoy en día todavía pasa frente a la gran plaza de la Basílica. De ahí bajaban hacia el lugar de las apariciones. Hoy en día en el sitio está la capillita moderna de vidrio, encerrando la primera que se construyó y la estatua de Nuestra Señora del Rosario de Fátima donde estaba el encino.

La mañana era fría. Una lluvia persistente y abundante había transformado la Cova de Iría en un inmenso lodazal, y calaba hasta los huesos a la multitud de 50 a 70 mil peregrinos que habían acudido de todos los rincones de Portugal.

Cerca de las once y media, aquel mar de gente abrió paso a los tres videntes que se aproximaban, vestidos con sus trajes de domingo.

Es la Hermana Lucía quien nos relata lo que sucedió:

«Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina.

— ¿ Qué quiere Vuestra Merced de mí?

— Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor; que soy la Señora del Rosario, que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán en breve a sus casas.

— Quería pedirle muchas cosas. Si curaba a unos enfermos y convertía a unos pecadores...

—A algunos sí, a otros no. Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.

Y tomando un aspecto más triste, [Nuestra Señora agregó]: No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.

Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo reflejar en el sol y, mientras se elevaba, su propia luz continuaba reflejándose en el sol».

Habiendo la Santísima Virgen desaparecido en esa luz que Ella misma irradiaba, se sucedieron en el cielo tres nuevas visiones, como cuadros que simbolizaban los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario.

Junto al sol apareció la Sagrada Familia: San José, con el Niño Jesús en los brazos, y Nuestra Señora del Rosario. La Virgen vestía una túnica blanca y un manto azul. San José estaba también de blanco y el Niño Jesús de rojo. San José bendijo al pueblo trazando tres veces en el aire una cruz, y el Niño Jesús hizo lo mismo.

Las dos escenas siguientes fueron vistas sólo por Lucía.

Primero, vio a Nuestro Señor, transido de dolor en el camino del Calvario, y la Virgen de los Dolores, sin la espada en el pecho. El Divino Redentor también bendijo al pueblo.

Por fin apareció, gloriosa. Nuestra Señora del Carmen coronada Reina del cielo y del universo, con el Niño Jesús en brazos.

Mientras los tres pastorcitos contemplaban los personajes celestiales, se operó ante los ojos de la multitud el milagro anunciado.

La aparición se elevó lentamente y se perdió en dirección al Sol. Y fue entonces cuando ocurrió el fenómeno más recordado de los eventos de Fátima: la “danza del Sol”, término acuñado por el sacerdote Joseph Pelletier, autor, precisamente, del libro “El Sol danzó en Fátima” –uno de los textos más completos sobre los hechos acaecidos en Cova da Íria–, en el que se basaron Vallée y Hesemann.

Sacerdotes, laicos, analfabetos, hombres de ciencia, creyentes y escépticos vieron y describieron al Sol abriéndose paso entre las nubes, realizando fantásticas evoluciones, cambiando de color y asustando a los peregrinos. La mayoría de los textos sobre el milagro de Fátima incluyen el testimonio “autorizado” de un científico, el profesor Almeida Garrett, catedrático de la Universidad de Coimbra, quien declaró que poco después de las 13:30 horas escuchó “gritos provenientes de miles de personas” y vio que “la muchedumbre se había retirado de la encina y ahora todos miraban en dirección opuesta, hacia el cielo”.

Había llovido durante toda la aparición. Lucía, al terminar su coloquio con la Santísima Virgen, había gritado al pueblo: «¡Miren el sol!». Se entreabrieron las nubes, y el sol apareció como un inmenso disco de plata. A pesar de su brillo intenso, podía ser mirado directamente sin herir la vista. La multitud lo contemplaba absorta cuando, súbitamente, el astro se puso a «bailar». Giró rápidamente como una gigantesca rueda de fuego. Se detuvo de repente y, poco después, comenzó nuevamente a girar sobre sí mismo a una velocidad sorprendente. Finalmente, en un torbellino vertiginoso, sus bordes adquirieron un color escarlata, esparciendo llamas rojas en todas direcciones. Éstas se reflejaban en el suelo, en los árboles, en los rostros vueltos hacia el cielo, reluciendo con todos los colores del arco iris. El disco de fuego giró locamente tres veces, con colores cada vez más intensos, tembló espantosamente y, describiendo un zigzag descomunal, se precipitó sobre la multitud aterrorizada. Un único e inmenso grito escapó de todas las gargantas. Todos cayeron de rodillas en el lodo, pensando que serían consumidos por el fuego. Muchos rezaban en voz alta el acto de contrición. Poco a poco, el sol comenzó a elevarse trazando el mismo zigzag, hasta el punto del horizonte desde donde había descendido. Se hizo entonces imposible fijar la vista en él. Era de nuevo el sol normal de todos los días.

El ciclo de las visiones de Fátima había terminado.


Los prodigios duraron cerca de 10 minutos. Todos se miraban estupefactos. Después, hubo una explosión de alegría: «¡El milagro, los niños tenían razón!». Los gritos de entusiasmo hacían retumbar sus ecos en las colinas adyacentes, y muchos notaron que sus ropas, empapadas minutos antes, estaban completamente secas.

El milagro del sol pudo ser observado a una distancia de hasta 40 kilómetros del lugar de las apariciones.


El arzobispo de Leira en Fátima recogerá tras el "milagro del sol" millares de testimonios escritos, de acuerdo todos ellos. Estos acontecimientos asombrosos fueron reanudados en los días siguientes por toda la prensa portuguesa cristiana o anticlerical, todos los periodistas presentes habían visto exactamente la misma cosa. Hay fotografías y testimonios. El diario laico "El Siglo" dio incluso en primera página un reportaje y fotografías conformes a lo que todo el mundo viera. Los hechos milagrosos rápidamente serán reconocidos por la Iglesia.

El Doctor Garrett, notó esto:

Este no fue el centelleo normal de un cuerpo celestial, porque el sol giró al rededor de si mismo en un remolino loco, cuando repentinamente el clamor se escuchó de toda la gente. El sol,
remolineando, parecía perderse a si mismo del firmamento y avanzar
amenazantemente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su gran peso abrasador. La sensación durante estos momentos era terrible.

“El Sol, que había estado escondido detrás de las oscuras nubes, salió y brilló. Miré en la misma dirección y vi el Sol, claramente definido y radiante, pero no me hirió los ojos. No estoy de acuerdo con la descripción, que escuché bastante en Fátima, de que el Sol parecía un disco de color plateado oscuro. Su color era más intenso, más claro y más brillante. No se parecía para nada a la Luna en una noche clara. No era esférico como la Luna y no tenía el mismo color. Parecía una rueda resplandeciente hecha de madreperla. Tuve la impresión de que se trataba de un ser vivo”, relata.

“Descripciones de ‘opaco’, ‘difuso’ o ‘velado’ no se aplican a este disco. (El fenómeno) irradiaba luz y calor y tenía contornos claramente definidos... El Sol no se quedó en su lugar, sino que comenzó a dar vueltas a gran velocidad. De pronto, gritos de terror se elevaron desde la multitud. Parecía como si el Sol, girando de forma salvaje, se hubiera desprendido del cielo y se dirigiera hacia la tierra, como si nos fuera a abrasar con su fuego. Esos fueron momentos terroríficos. Durante este fenómeno solar, los colores de la atmósfera fueron cambiando”, agrega el doctor Almeida Garrett, tras lo cual describe cómo los objetos y personas a su alrededor adquirían tonalidades rojizas, púrpuras, azules y amarillas, antes de que las cosas volvieran a la normalidad.

Miles de personas gritaron y lloraron y otros se arrodillaron, confesando sus pecados a viva voz. Muchos no creyentes se convirtieron. Al cabo de alrededor de diez minutos todo había terminado. Aún incrédulos ante lo que habían visto, cientos de personas notaron que el suelo y sus ropas, hasta hacía sólo un momento empapados por la lluvia, ahora estaban secos.

Entre octubre y diciembre de 1918, Francisco y Jacinta contrajeron la influenza española. El 4 de abril de 1919, Francisco falleció a la edad de diez años, como consecuencia de una neumonía severa. Jacinta murió el 20 de febrero de 1920, sin haber alcanzado a cumplir los diez años. El 12 de septiembre de 1934 los restos de Francisco y Jacinta fueron enterrados juntos. Se dice que cuando exhumaron el cuerpo de Jacinta para realizar esta operación, se comprobó que éste se encontraba incorrupto.

Lucía era la menor de cinco hermanas y tenía un hermano. A los ocho años fue pastora de ovejas, y a los 10, la Virgen empezó a aparecérsele. Después vino la persecución. Abandonó Portugal en 1921. Primero se fue a las Doroteas de Oporto y, de allí pasó a las de Tuy(1925), donde hizo los votos perpetuos adoptando el nombre de María de los Dolores. Y luego, por orden del Vaticano, se trasladó a las carmelitas de Coimbra (1948). Sólo salió del convento cinco veces. La primera, al regresar a Portugal (acudió de incógnito al santuario y un paisano la descubrió); las restantes, en las visitas del Papa (Pablo VI en 1967 y Juan Pablo II en 1982, 1991 y 2000). Fátima recibe cinco millones de peregrinos al año.

Sor Lucía dos Santos nació en Aljustrel (Portugal), el 22 de marzo de 1907 y falleció el 13 de febrero de 2005.