jueves, 31 de julio de 2008

PIENSE Y HÁGASE RICO


Los pensamientos son cosas


La fuerza que señala al éxito, es la fuerza de su mente.

COMO obligar a la vida a decir SI en lugar de NO a sus planes y ambiciones.

Ciertamente, "los pensamientos son cosas" y cosas muy poderosas cuando están mezclados con firmeza de propósito, perseverancia y un ardiente deseo de traducir todo aquello en riqueza u otros objetos materiales.

Hace algunos años, Edwin C. Barnes descubrió cuán cierto es que los hombres "meditan y se hacen ricos". Su descubrimiento no se produjo repentinamente. Llegó poco a poco, comenzando con un ardiente deseo de llegar a ser socio del gran Edison.

Una de las principales características del deseo de Barnes era la "determinación". Quería trabajar con Edison, y no "para el". Observe usted cuidadosamente como convirtió en realidad sus deseos y comprenderá mucho mejor los principio que conducen a la riqueza.

Cuando este deseo o impulso de pensamiento estalló por primera vez en la mente de Barnes, no se encontraba en posición de actuar directamente. Había dos dificultades para ello. La primera, era que no conocía a Edison, y la segunda, que carecía de dinero para costearse un billete de ferrocarril hasta East Orange, Nueva Jersey.

Estas dificultades eran suficientemente fuertes como para desanimar a la mayoría de los hombres a llevar a la práctica su deseo. ¡Pero sucedía que el de Barnes no era un deseo ordinario!

Edison le miró...

Se presentó personalmente en el laboratorio de Edison y anuncio lisa y llanamente que se había presentado allí para tomar parte de los negocios del inventor. Al hablar, años mas tarde, del primer encuentro entre Barnes y Edison, este último dijo:

"se hallaba en pie ante mí y tenía todo el aspecto de un vagabundo corriente, pero había algo en la expresión de su rostro que daba la impresión de que estaba firmemente decidido a conseguir lo que buscaba. En mis relaciones con los hombres, a través de años de experiencia, yo había aprendido que una persona cuando realmente desea una cosa tan profundamente que está dispuesta a apostar todo su futuro contra una simple vuelta de la rueda para alcanzarla, es seguro que es persona siempre gana. Le concedí la oportunidad que buscaba porque vi que estaba decidido a resistir hasta alcanzar el éxito".

Los acontecimientos posteriores demostraron que no se había cometido ninguna equivocación.

El aspecto del joven no pudo haber sido el que le dio la oportunidad de trabajar en el despacho de Edison, ya que tal aspecto estaba en contra de él totalmente. En realidad fue lo que "meditaba".

Barnes no fue socio de Edison, naturalmente, desde un principio. Consiguió entrar en las oficinas del inventor ganando un salario normal.

Transcurrieron los meses. Aparentemente nada importante sucedía para que Barnes se acercara a su ambicionado objetivo, al deseo que albergaba su mente como "propósito importante y definitivo". Pero si estaba sucediendo algo importante en la mente de Barnes. Y la cosa era sencilla... Se intensificaba constantemente su deseo de llegar a ser socio de Edison.

Los psicólogos han dicho correctamente que "cuando uno está dispuesto a hacer una cosa, se nota hasta en su aspecto físico". Barnes estaba dispuesto a ser un asociado de Edison; además, estaba decidido a mantener su idea hasta que lograse lo que buscaba.

No se dijo a si mismo: "Bueno, ¿y para que? Supongo que algún día cambiaré de idea y me conformaré con un buen empleo de vendedor"; sino que se dijo: "Vine aquí para ser socio industrial de Edison y llegaré a serlo. Aunque me muera en el empeño". ¡Lo deseaba con tal fuerza! ¡Cuan diferentes serían las historias que nos relatarían los hombres si adoptaran propósitos firmes y se ciñesen a tales propósitos hasta que llegara a convertirse en una obsesión!.

Es posible que el joven Barnes no lo supiera entonces, pero su testaruda determinación y su persistencia en ceñirse así a un solo deseo eran factores que estaban destinados a barrer toda oposición y concederle la oportunidad que estaba buscando.


La oportunidad llegó por la puerta trasera


Cuando llegó la oportunidad, apareció en formas y en dirección diferentes a las que esperaba Barnes. Ese es precisamente uno de los trucos de la oportunidad. Tiene el hábito socarrón de deslizarse por la puerta trasera y a menudo llega disfrazada en forma de desgracia o derrota temporal. Quizás esta sea la razón por la cual muchísimas personas fracasan en reconocerla.

El señor Edison acababa de perfeccionar un nuevo dispositivo para oficinas conocido en aquella época bajo el nombre de Máquina Dictadora Edison. Sus vendedores no estaban muy entusiasmado con la nueva máquina. No creían que se pudiera vender sin realizar grandes esfuerzos.

Barnes sabía que podía vender la Máquina Dictadora Edison. Se lo sugirió al propio Edison y pronto tuvo su oportunidad. Vendió la máquina. En realidad, la vendió con tanto éxito, que Edison le firmó un contrato para distribuirla por toda la nación. Aparte de esta asociación comercial, Barnes se hizo rico, también logró algo infinitamente mas grande. Demostró que uno puede realmente "meditar y hacerse rico".

Carezco de datos para poder asegurar lo que produjo aquél deseo original de Barnes. Quizás le proporcionaría dos o tres millones de dólares, pero la cantidad, sea cual fuere, llega a ser insignificante cuando se compara con el valor que Barnes adquirió en la forma de un conocimiento definitivo de que "un intangible impulso del pensamiento puede traducirse en recompensas materiales" mediante la aplicación de principios conocidos.

Barnes literalmente "pensó" en sí mismo como socio de Edison, pensó en sí mismo como poseedor de una enorme fortuna. No tenía nada para empezar, excepto la capacidad de saber lo que quería y la determinación de ceñirse a su deseo hasta conseguirlo.


El hombre que abandonó demasiado pronto


Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de "abandonar" cuando uno es derrotado temporalmente. Creo que todas las personas son culpables de esto en uno u otro momento de su vida.

Un tío de R.U. Darby se sintió envenenado por la "fiebre del oro" en la época en que se había extendido por toda la nación esa "epidemia".

Y así partió para el oeste simplemente con objeto de cavar y hacerse rico. Nunca había oído el dicho: "Se ha extraído mucho mas oro de los pensamientos de los hombres que de la tierra". Registró una parcela de tierra y comenzó a trabajar con pico y pala.

Tras semanas de dura labor fue recompensado con el descubrimiento del brillante mineral. Necesitaba maquinaria para llevar el mineral a la superficie. Con toda calma, volvió a cubrir la mina, regresó a Williamsburg, Maryland, y comunicó a parientes y amigos el descubrimiento que había realizado. Entre todos reunieron dinero para adquirir la maquinaria que se necesitaba e inmediatamente la enviaron por vía marítima. Darby y su tío volvieron a la mina para trabajar en ella.

La primera vagoneta de mineral se extrajo por fin y se mandó a un fundidor. ¡Inmediatamente quedó demostrado que poseían una de las minas más ricas de Colorado! Unas cuantas vagonetas más aclararían las dudas. Luego llegarían los grandes beneficios.

Los taladros descendieron y las esperanzas de Darby y su tío subieron. Entonces sucedió algo. ¡La veta de oro había desaparecido! Habían llegado al final del arco iris y el oro ya no estaba allí. Continuaron trabajando desesperadamente intentando encontrar de nuevo la veta de oro..., pero sin el menor éxito.

Finalmente, decidieron abandonar la empresa.

Vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos cientos de dólares y tomaron el tren de regreso a casa. El hombre que acababa de adquirir toda la maquinaria llamó a un ingeniero de minas para que estudiara aquella mina ya abandonada y realizara unos cálculos. El ingeniero informó de que el proyecto había fracasado porque sus propietarios no estaban familiarizados con las "fallas geológicas". Sus cálculos demostraban que la veta de oro tenía que encontrarse justamente a una distancia de tres pies de donde los Darby habían detenido su labor. ¡Y allí fue exactamente donde se volvió a encontrar la veta!

El hombre ganó millones de dólares con aquella mina porque tuvo la prudencia de solicitar consejo a un experto antes de abandonar la partida.


Éxito dando un paso más allá de la derrota


Bastante tiempo después desde que el señor Darby se recuperase de sus pérdidas muchas veces, fue cuando hizo el descubrimiento de que el deseo puede transformarse en oro. El descubrimiento llegó cuando se dedicó a vender pólizas de seguros de vida.

Recordando que había pedido una fortuna por haberse detenido a tres pies de distancia del oro, Darby aprovechó la experiencia en su nuevo trabajo diciéndose a sí mismo: "Me detuve a tres pies del oro, pero jamás me detendré cuando los hombres digan que no ante la venta de una póliza".

Darby se convirtió muy pronto en uno de los pocos hombres que vendían mas de un millón de dólares en pólizas de seguros anualmente. Debía su "testarudez" a la lección que había aprendido con su "debilidad" en el negocio minero.

Antes de que el éxito llegue en la vida de un hombre, es seguro que ha de encontrarse con muchas derrotas temporales y quizás hasta con algún buen fracaso de importancia. Cuando la derrota abruma a un hombre, la actitud más lógica y más fácil es abandonar. Y eso exactamente es lo que hacen l mayoría de los hombres.

Mas de quinientos hombres de los de más éxito de Norteamérica han declarado al autor de este libro que su mayor éxito lo obtuvieron siempre al dar un paso mas allá del punto de la derrota. El fracaso es un bromista que posee un agudo sentido de la ironía. Le divierte colocar zancadillas cuando uno está a punto de alcanzar el éxito.


La niña que dominó a un hombre


Poco después de que el señor Darby se hubiese licenciado en el "Colegio de Golpes Duros"· y decidiera beneficiarse con la experiencia lograda en el negocio minero, tuvo la buena suerte de estar presente en una ocasión que le demostró que el "no", no significaría necesariamente no.

Una tarde estaba ayudando a su tío a moler trigo en un viejo molino. El tío era dueño de una granja grande en la que vivían cierto número de obreros agrícolas de color. La puerta se abrió suavemente y entró una niña negra, hija de un arrendatario. La pequeña atravesó el umbral de la puerta y luego permaneció inmóvil.

El tío alzó la cabeza, vio a la niña y le habló, un tanto rudamente:

-¿Qué es lo que quieres? -preguntó.

Tímidamente, la niña respondió:

Mi mamá dice que me de usted cincuenta centavos.


Nada de eso – replicó el tío –. Y ahora vete a casa.
Pero no se movió de su sitio.

El tío continuó en su trabajo, tan entretenido, que no prestó mucha atención a la pequeña, que aún no se había ido. Cuando volvió a alzar la cabeza y la vio allí, le grito:

¡Te dije que te fueras a casa! Ahora, vete... o te daré unos azotes.
La niña replicó:

Si, señor.
Pero no hizo el menor movimiento para marcharse. El tío dejo caer al suelo un saco de grano que estaba a punto de verter en el tolva, asió una duela de barril y se acercó amenazadoramente a la niña, con una expresión en el rostro que denotaba su mal humor.

Darby contuvo la respiración. Estaba seguro de que iba ser testigo de una brutalidad porque sabía que su tío tenía un temperamento excesivamente fogoso.

Cuando llegó donde se hallaba la pequeña, ésta avanzó rápidamente un paso, le miró a los ojos y chilló con todas sus fuerzas:

¡Mamá ha de tener esos cincuentas centavos!
Se detuvo, miró a la niña durante un minuto y lentamente dejó la duela en el suelo, introdujo una mano en el bolsillo y extrajo medio dólar que entregó a la niña.

La pequeña cogió el dinero y lentamente retrocedió hasta la puerta sin apartar los ojos del hombre que acababa de conquistar, de vencer. Una vez que la niña se fue, el tío se sentó sobre un cajón y por una ventana miró a la lejanía durante mas de diez minutos, silenciosamente. Estaba terriblemente asombrado del vapuleo que acababa de recibir.

El señor Darby también estaba reflexionando. Era la primera vez en su vida que había visto a una niña de color dominar deliberadamente dominar a una persona adulta y blanca. ¿Cómo lo había hecho? ¿Qué es lo que le había ocurrido a su tío para que perdiese de repente su normal fiereza y se convirtiera en un manso cordero? ¿Qué extraño poder emanaba de aquella niña para adueñarse de la situación? Estas y muchas mas preguntas pasaron por la mente de Darby, pero no encontró la respuesta años más tarde cuando relató el hecho.

Y cosa curiosa, la historia de esta experiencia poco corriente fue referida al autor de este libro en aquel viejo molino, el mismo lugar donde el tío recibiera su vapuleo.


El "sí" detrás del "no"


Mientras estábamos en aquel viejo y ya oxidado molino, el señor Darby repitió la historia de aquella conquista tan poco usual y terminó preguntando:

¿Qué deduce usted de eso?. ¿Que extraño poder empleó aquella pequeña para vapulear a mi tío en forma tan completa?.
La respuesta a esta pregunta se hallaba en los principios que se exponen en este libro. La respuesta es total y completa. Contiene detalles e instrucciones suficiente para que cualquiera comprenda y utilice la misma fuerza a que recurrió aquella niña.

Manténgase usted alerta y observará cuan fue exactamente la fuerza que acudió en ayuda de la niña. En el próximo capítulo lo verá. En algún lugar de este libro hallará usted una idea que estimulará sus cualidades receptivas y pondrá a su disposición y para su servicio idéntica e irresistible fuerza. Puede que usted repare en ésta en el primer capítulo o en cualquier otro. Puede llegar hasta usted en forma de una sencilla idea. O es posible que aparezca como un plan o un propósito. Y, ¡como no!, es muy posible, asimismo, que le haga recordar sus pasadas experiencias de fracaso y aflore a la superficie alguna lección a través de la cual pueda recuperar todo aquello que perdió en la derrota.

Al acabar de describir al señor Darby la energía desplegada por la negrita, me hizo un relato completo de sus treinta años de experiencia como agente de seguros y con toda la seguridad reconoció que su éxito en tal campo de trabajo se debía, en gran parte, a la lección que había recibido de aquella niña.

El señor Darby dijo:

–Cada vez que un presunto cliente trataba de despedirme sin comprarme, me acordaba de aquella pequeña con sus ojos brillantes por el desafío y me decía a mi mismo: "Tengo que vender ésta póliza".y le aseguro a usted que el tanto por ciento más brillante de ventas que he hecho en estos años ha sido precisamente cuando los clientes han dicho que no.

Recordaba también su equivocación, cuando abandonó la empresa a tres pies de distancia del oro.

Pero aquella experiencia –añadió– fue una autentica bendición para mí. Siempre creí que el dicho: "No hay mal que por bien no venga", era algo muy autentico. Aquella experiencia me enseñó a insistir en persistir, aunque esto resulte una redundancia (y perdónenme), sin importar cuan dura fuese la empresa o el deseo, y era una lección que sin duda yo necesitaba aprender antes de que pudiera tener éxito en algo.

Las experiencias del señor Darby eran sencillas y hasta más que sobadas; empero, era la respuesta a su destino en la vida; por lo tanto, eran importantes para él, tanto como la propia vida. Aprovechó estas dos dramáticas experiencias porque "las analizó" y vió que le brindaban una buena lección que aprender. Pero, ¿y el hombre que no tiene tiempo ni inclinación a analizar los fracasos para buscar conocimientos que le lleven al éxito? ¿Cómo y donde ha de aprender el arte de convertir la derrota en escalones que le enfrenten a la oportunidad?.

Este libro se escribió para responder a esas preguntas.


Con una profunda idea usted puede lograr el éxito


La respuesta exige una descripción de trece principios, pero recuerde al leer, que la respuesta que usted pueda estar buscando a tales preguntas formuladas sobre la extrañeza de la vida puede hallarse "en su propia mente", a través de alguna idea, plan o propósito que pueda surgir en su cerebro al leer éste libro.

Una buena idea, una idea que tenga profundidad, es todo cuanto uno necesita para alcanzar el éxito. Los principios que se describen en este libro contienen las formas y medios de crear ideas útiles.

Antes de seguir adelante en nuestra aproximación a la descripción de tales principios, creemos que tiene usted absoluto derecho a que se le haga esta importante sugerencia:

"Cuando las riquezas comienzan a llegar lo hacen tan rápidamente, con tal abundancia, que uno se pregunta donde han estado oculta durante los últimos años".

Esta es, sin duda, una declaración asombrosa, mucho más cuando recordamos la creencia popular que asegura que las riquezas van a parar solamente a las manos de aquellos que trabajan dura y largamente.

Cuando usted comience a meditar y hacerse rico, observará que la riqueza empieza por un estado mental en el que prevalece la determinación de propósito, con muy poco trabajo o ninguno. Usted y todas las demás personas deben interesarse por saber cómo adquirir ese estado mental que atrae las riquezas. He pasado veinte años investigando esto porque deseaba saber "cómo lo hombres ricos llegan a tal estado mental".

Observe usted atentamente. Tan pronto como domine los principios de esta filosofía y comience seguir las instrucciones para aplicar aquellos principios, su estado financiero comenzará a mejorar y todo cuanto toque se transformará en valores que redundará en su propio beneficio. ¿Imposible? ¡Nada de eso!.

Una de las debilidades de la humanidad es la normal familiaridad del hombre con la palabra "imposible". El hombre conoce todas las reglas que no surtirán efecto. Conoce todas la cosas que no se pueden hacer. Este libro ha sido escrito para aquellos que buscan las reglas que han conducido al éxito a otros, y que están dispuesto a "apostarlo todo" a esas reglas.

El éxito lo obtienen aquellos que están seguros de él.

El fracaso abruma a aquellos que indiferentemente admiten dejarse aplastar por el desfallecimiento.

Otra debilidad normal en mucha gentes es el hábito de medir todas las cosas y a todo el mundo por "sus propias" impresiones y creencias. Algunas personas que lean esto creerán que no pueden meditar y hacerse ricos porque sus hábitos de pensamientos se han iniciado en la pobreza, deseos, fracasos y derrotas.

Estas desgraciadas personas me recuerdan a un prominente chino que llegó a América para instruirse de acuerdo con las normas americanas. Muy pronto ingresó en la Universidad de Chicago. Un día, el presidente Harper encontró al citado joven oriental en los terrenos de juegos de la Universidad, se detuvo a charlar con él durante unos minutos y luego le preguntó qué era lo que más le había impresionado como característica más notable del pueblo americano.

-Bien -replicó el estudiante-. La rara inclinación de sus ojos. ¡Sus ojos están desnivelados!

¿Qué decimos nosotros acerca de los chinos?.

Nos negamos a creer aquello que no comprendemos. Estúpidamente creemos que nuestras propias limitaciones son la adecuada medida de la limitación. Seguro, los ojos de los orientales son sesgados, oblicuos, porque no son iguales a los nuestros.


Lo quiero y lo conseguiré


Cuando Henrry Ford decidió fabricar su famoso motor V-8, optó por construir un dispositivo en el que fuesen fundidos los ocho cilindros en un bloque, y así dio instrucciones a sus ingenieros para que diseñaran tal motor. Y efectivamente, se realizaron los planos..., sobre el papel, claro está, pero los ingenieros convinieron al unísono en que era completamente "imposible" fundir en una sola pieza un bloque con ocho cilindros.

Ford dijo:

-De todas formas, fabríquenlo.

-¡Pero si es imposible! –replicaron ellos.

-Adelante –ordenó Ford-. Y dedíquense a esa labor hasta que logren el éxito; sin importarles el tiempo que puedan tardar.

Los ingenieros siguieron adelante. No les quedaba mas remedio que hacerlo así si deseaban seguir perteneciendo a la "Ford". Transcurrieron seis meses y nada sucedió. Pasaron otros seis y la cosa seguía igual. Los ingenieros probaron todo plan posible para ejecutar los órdenes de Ford, pero no hacían mas que tropezar con la palabra "¡Imposible"!.

Al final de aquel año, Ford se reunió con todos sus ingenieros y nuevamente le informaron que no había forma, humanamente posible, de llevar a cabo sus deseos.

-Aún así –replicó Ford-, les ruego que prosigan con sus esfuerzos. Quiero ese bloque y lo conseguiré.

Le obedecieron, y entonces, como respondiendo a un golpe de varita mágica, se descubrió el secreto.

¡La fuerte determinación de Ford había vencido una vez más!.

Puede que la historia que antecede no se describa aquí con absoluta exactitud en cuanto se refiere al tiempo, pero si es correcta su suma y sustancia. Usted que desea meditar y hacerse rico, deduzca de ella el secreto de los millones de Ford, si puede, naturalmente hacerlo. No tendrá que buscar mucho, ni tampoco ir muy lejos para hacerlo así.

Hery Ford fue un hombre de éxito porque comprendió y "aplicó" los principios del mismo: Uno de estos es el deseo, saber lo que uno quiere. Recuerde usted esta historia de Ford a medida que vaya leyendo y escoja las líneas en las que sea ha descrito el secreto de sus maravillosos éxitos. Si puede usted hacer esto, si es capaz de colocar su dedo índice sobre el particular grupo de principios que hicieron rico a Ford, podrá igualar los logros de aquél hombre en todo campo para el que esté particularmente dotado.


Un poeta vio la verdad


Cuando Henley escribió las proféticas líneas: "soy el dueño de mi destino y el capitán de mi alma", debía habernos informado que todos somos dueños de nuestros destinos y capitanes de nuestras almas "porque" tenemos el poder de dominar nuestros pensamientos.

Debió habernos dicho que nuestros cerebros se magnetiza con los pensamientos dominantes que sostenemos en la mente y que este magnetismo atrae a las fuerzas, a la gente, y a as circunstancias de la vida que armonizan con la naturaleza de nuestros pensamientos "dominantes".

Debió habernos dicho también que antes de acumular riquezas en gran abundancia, debemos magnetizar a nuestras mentes con un intenso deseo hacia las riquezas, que debemos llegar a ser "consciente monetariamente" hasta que ese deseo por el dinero nos impulse a establecer planes definidos para adquirirlo.

Pero al ser poeta y no filósofo Henley se contentó con establecer una gran verdad en forma poética, dejando a sus seguidores que interpretasen el significado filosófico de sus líneas.

Poco a poco, la verdad ha ido apareciendo por sí sola hasta que se evidenciado que los principios descritos en este libro guardan el secreto del dominio sobre nuestro destino económico.


Un joven ve su destino


Ahora ya estamos preparados para examinar el primero de estos principios. Es necesario mantener el espíritu receptivo y recordar, a medida que se va leyendo, que no son invención de ningún hombre. Los principios han dado excelentes resultados a muchos hombres. Usted también puede utilizarlos en su propio beneficio.

Y descubrirá que es cosa fácil hacerlo así.

Hace algunos años pronuncié el discurso de comienzo de curso en el en el Salem College, Salem de West Virginia. Destaqué el principio que se describe en el siguiente capítulo y lo hice con tanta intensidad que uno de los miembros de la clase se lo apropió definitivamente e hizo de él parte de su filosofía personal. El joven llegó a ser miembro del congreso y factor importante en la Administración de Franklin D. Roosevelt. Me escribió una carta que estatuía claramente su opinión sobre el principio del siguiente capítulo, que decidí publicar la misiva como introducción a tal capítulo. Le dará a usted una idea de la recompensa que puede esperar:

"Mi querido Napoleón:

"Mis servicios como miembro del Congreso me han proporcionado cierta perspicacia y comprensión de los problemas de hombres y mujeres, y así escribo estas líneas para brindar una sugerencia que espero pueda servir de ayuda a miles de meritorias personas.

"En el año de 1922 usted pronunció un discurso de comienzo de curso en el Salem College, cuando yo era miembro de una clase. En aquél discurso fijó usted en mi mente una idea que ha sido responsable de la oportunidad que ahora disfruto de servir a los habitantes de mi país, y que asimismo será responsable de todo éxito que yo pueda alcanzar en mi carrera.

"Recuerdo como si aun fuese ayer la maravillosa descripción que usted hizo del método empleado por Henry Ford poseyendo en aquél entonces muy poca cultura, sin un dólar, sin amigos influyentes, y sin embargo, elevándose en muy poco tiempo a gran altura. En tal ocasión me decidí yo, me decidí incluso antes de que usted terminara su discurso, decidí que algún día llegaría a ocupar un cargo de importancia fuesen cuales fueren las dificultades que tuviera que vencer.

"Miles de jóvenes terminarán sus estudios en esto años y dentro de los próximos años. Cada uno de ellos debe buscar el mensaje de estímulo práctico que yo recibí de usted. Querrán saber hacia donde caminar, qué hacer, cómo empezar a vivir. Usted puede decírselo porque usted ha resuelto o ayuda a resolver los problemas de infinidad de personas.

"Hay miles de personas en América hoy día a quienes les gustaría saber como convertir sus ideas en dinero, y son personas que deben comenzar arañando el camino, sin financiación alguna y sin apoyo de ninguna clase. Si hay alguien que puede ayudarlos, ese alguien es usted.

"Si publica usted el libro, me gustaría poseer el primer ejemplar que salga de imprenta personalmente autografiado por usted.

"Con mis mejores deseos, sinceramente suyo:

"Jennings Randolph".

Treinta y cinco años después de haber pronunciado yo aquél discurso, constituyó un gran placer para mí volver al Salem College en el año 1957 a fin de pronunciar otro en la apertura de curso de bachillerato. En aquellos días recibí el grado honorario de doctor en Literatura del Salem College.

Desde el año de 1922 siempre observé cómo Jennings Randolph iba ascendiendo a los primeros puestos ejecutivos de la nación, como gran orador y magnífico senador de Estados Unidos de West Virginia.


Puntos importantes que recordar


Al igual que Edwin Barnes, cualquier hombre puede ir mal vestido y sin llevar un solo centavo en el bolsillo, y aun así sus ardientes deseos pueden proporcionarles la oportunidad de su vida.

Cuanto más trabaje usted en la verdadera dirección más cerca se hallará del éxito. Demasiados hombres abandonan cuando están a punto de alcanzar su meta. Y la dejan para que otros la consigan.

El <> es la piedra de toque de cualquier logro, ya sea grande o pequeño. Un hombre fuerte puede resultar derrotado por una niña que tenga un propósito en su mente. Dirija usted bien sus hábitos de pensamiento hacia el significado de su labor y muy a menudo podrá lograr lo que parece imposible.

Al igual que Henry Ford, usted puede trasmitir su propia fe y perseverancia a otros y hacer que se haga bien los "mposible"

Cualquier cosa que pueda concebir y creer la mente humana, podrá conseguirse.


Paso primero hacia la riqueza: Deseo


Los sueños se convierten en realidad cuando el deseo los transforma en acción concreta. Pida a la vida grandes dones y anime a la vida a que se los entregue a usted.

Cuando Edwin C. Barnes se apeó del tren de mercancías en East Orange, N. J., hace más de cincuenta años, acaso tendría todo el aspecto de un vagabundo, ¡pero sus pensamientos eran los de un rey!.

Cuando emprendió el camino desde las vías del ferrocarril hasta las oficinas de Thomas A. Edison, su mente trabajaba febrilmente. Se veía a si mismo "en presencia de Edison". Se escuchaba a si mismo pidiendo una oportunidad al señor Edison para trocar en realidad la obsesión de su vida, el ardiente deseo de llegar a ser socio industrial del gran inventor. ¡El deseo de Barnes no era una simple "esperanza"! era un deseo fuerte, maduro, persistentes que avasallaba todo lo demás. Era algo muy definido y definitivo.

Pocos años después, Edwin C. Barnes se hallaba de nuevo en presencia de Edison y en el mismo despacho donde pro primera vez le conoció. Esta vez su deseo se hallaba convertido en una realidad tangible. "Era socio industrial" de Edison. El sueño dominante de su vida era ya un hecho concreto.

Barnes tuvo éxito porque eligió una meta definida, determinada, precisa, y dedicó todas sus energías, toda su fuerza de voluntad y todo su esfuerzo a alcanzar aquella meta.


No existe ruta de retirada


Transcurrieron cinco años antes de que se presentara la oportunidad que esperaba. Para todo el mundo, excepto para sí mismo, parecía ser otro diente mas en el engranaje industrial de Edison, pero en su propia mente era socio de Edison cada minuto que pasaba y que había transcurrido desde el día en que comenzó a trabajar allí.

Este es un ejemplo notabilísimo de lo que puede el deseo. Barnes llegó a la meta porque deseaba ser un asociado industrial de Edison mucho mas que cualquier otra cosa. Creó un plan mediante el cual pudiese llegar a su objetivo. Pero quemó todos los puentes que quedaban detrás de él. Se ciñó a su deseo hasta que este llegó a convertirse en una verdadera obsesión, en el objetivo principalísimo de su vida y, finalmente, en un hecho concreto.

Cuando fue a East Orange no se dijo a si mismo: "Intentaré que Edison me conceda un empleo cualquiera", sino que se dijo: "Veré a Edison y le haré saber que he venido a ser socio suyo".

Barnes no dijo: "Mantendré los ojos bien abiertos par aprovechar cualquier otra oportunidad en el caso que me falle lo que deseo en la organización de Edison". Por el contrario, Barnes dijo: "Sólo hay una cosa en el mundo que he decidido conseguir y es ser socio industrial de Thomas A. Edison. Quemaré todos los puentes que quedan a mi espalda y apostaré todo mi futuro por lograr lo que tanto anhelo".

"No se dejó a si mismo un posible camino de retirada. ¡Tenía que ganar o perecer!"

¡Y esta es la historia del éxito de Barnes!.


Quemó sus naves


Hace mucho tiempo un gran guerrero se enfrentó a una situación que hizo necesario tomase una decisión para asegurar el éxito en el campo de batalla. Estaba a punto de enviar a sus ejércitos contra un poderoso enemigo cuyas fuerzas eran muy superiores a las suyas. Embarcó en naves a sus soldados y navegó hasta las costas del país enemigo, donde desembarcaron tropas y equipo. Luego dio la orden de que se quemaran las naves que les había conducido hasta allí. Y dirigiéndose a sus hombres, poco antes de la primera batalla, les dijo:

–En este momento estáis viendo como arden nuestras naves. Eso significa que no podremos abandonar estas costas vivos, a menos que venzamos. Ahora no tenemos elección... ¡A vencer o morir!.

Y vencieron.

Cada persona que vence en una empresa debe ansiar quemar sus naves y cortar todos los caminos de retirada. Sólo haciéndolo así puede uno mantener ese estado mental conocido como ardiente deseo de vencer, factor esencial para todo éxito.

La mañana que siguió al gran incendio de Chicago, un grupo de comerciantes se hallaba en State Street contemplando las humeantes ruinas de lo que antes fueran sus almacenes. Se reunieron en conferencia, y en el mismo lugar de los sucesos, para decidir si reconstruirían o abandonarían Chicago definitivamente a fin de iniciar sus negocios en otro sitio mas prometedor del país. Llegaron todos a una decisión menos uno... Abandonar Chicago.

El comerciante que decidió quedarse y reconstruir señaló con un dedo los restos de su almacén y dijo:

–Caballeros, en este mismo lugar construiré el almacén mas grande del mundo y siempre lo haré aun cuando se quemara muchas veces.

Esto sucedió hace casi un siglo. Se construyó el almacén; y allí está todavía, como monumento a la fuerza mental de aquél hombre, a esa fuerza mental conocida como "ardiente deseo".

La cosa mas fácil para Marshall Field debía haber sido la que hicieron sus demás colegas. Cuando las cosas se pudieron feas y el futuro parecía negro, los demás frenaron y partieron hacia donde las cosas les resultaran mas fáciles.

Fíjese bien en la diferencia que hubo entre Marshall Field y los otros comerciantes, porque es la misma diferencia que distinguen prácticamente a los que tienen éxito en la vida, de los que fracasan.

Todo ser humano que alcanza la edad de la comprensión en cuanto se refiere al propósito del dinero, anhela éste. Pero el anhelo no trae las riquezas. Solamente la conseguirán cuando a ese deseo se le dé forma concreta hasta que se convierta en obsesión y se tracen planes y medios definidos para adquirir tales riquezas, y se actúe con persistencia, con una persistencia "que no reconozca el fracaso".


Seis pasos que convierten en oro los deseos


El método mediante el cual el "deseo" de riquezas puede traducirse a su equivalente financiero consiste en llevar a cabo los siguientes seis pasos, definidos y prácticos:

Fije en su mente la cantidad exacta de dinero que desea. No es suficiente decir: "Quiero mucho dinero". Sea exacto en cuanto se refiere a la cantidad. (Hay una razón psicológica respecto a esta exactitud, que se describirá en otro capítulo).


Determine exactamente lo que está dispuesto a "dar" a cambio del deseo que desea. No existe tal cosa como "algo por nada".


Establezca una fecha definitiva en la que intenta poseer el dinero que desea.


Forme un plan bien definido para realizar sus deseos y comience "en seguida", esté preparado o no, a poner en práctica su plan.


Escriba una declaración clara y concisa sobre la cantidad de dinero que piensa usted tener, estatuya lo que trata de dar a cambio por ese dinero y describa claramente el plan mediante el cual lo acumulará.


Lea su declaración escrita en voz alta dos veces, al día, una antes de acostarse por la noche y otra después de levantarse por la mañana. La mismo tiempo que lee. . ., Vea, sienta y crea que ya está en posesión de ese dinero.
Es importante que siga usted las instrucciones descritas en esos seis pasos. Es especialmente importante que observe y siga las instrucciones del párrafo sexto. Puede que usted alegue que es "imposible" verse a si mismo en posesión de tal cantidad de dinero antes de poseerlo. Aquí es donde el "deseo ardiente" ha de acudir en su ayuda. Si realmente desea dinero con tanta fuerza que su deseo constituye una obsesión, no tendrá dificultad en convencerse a si mismo de que lo obtendrá.


Principios que valen cien millones de dólares


A los no iniciados que no han sido formados en los principios de trabajo de la mente humana, es posible que estas instrucciones se le antojen poco prácticas. Así, pues, quizás sirva de ayuda a todos los que dejan de reconocer la fuerza y verdad de los seis pasos, saber que esta información que ahora reciben fue facilitada por Andrew Carnegie, quién comenzó como peón en unos hornos de acero, pero se las arregló, a pesar de sus humildes comienzos, para hacer que estos principios les proporcionasen una fortuna superior a los cien millones de dólares.

También es probable que les sirva de ayuda el hecho de que estos seis pasos fueron cuidadosamente estudiados por el fallecido Tomas A. Edison, quien les dio su visto bueno no sólo por ser esenciales para la acumulación de dinero, sino por que son la base del alcance de toda conquista.

Estos pasos no precisan de "trabajo duro". No exigen ningún sacrificio. No requieren que uno aparezca ridículo o crédulo. Para aplicarlos tampoco se precisa una gran cultura. Mas para que estos pasos tengan éxito en su aplicación, si que se necesita suficiente "imaginación", una imaginación que de lugar a ver y a comprender que la acumulación de dinero no puede dejarse al azar, a la casualidad. Es preciso darse cuenta de que todos aquellos que han acumulado grandes fortunas, soñaron primero con ellas, albergaron esperanzas, las desearon fuertemente e hicieron proyectos "antes" de poseer realmente el dinero.

Y ahora mismo antes de seguir adelante, es conveniente que sepa que nunca podrá tener riquezas en gran cantidad "a menos que" en usted nazca y se desarrolle un deseo ardiente hacia el dinero y que en realidad "crea" que lo llegará a poseer.


Los grandes sueños pueden convertirse en riquezas


Los que emprendamos esta carrera hacia la riqueza debemos sentir estímulo mediante el conocimiento de que en este alterado mundo en que vivimos cada día se precisan nuevas ideas, nuevas formas de hacer las cosas, nuevos dirigentes, nuevas invenciones, nuevos métodos de enseñanza, nuevos procedimientos para los mercados, nuevos libros, nueva literatura, nueva características para la televisión, y en el fondo de esta demanda de cosas mejores y nuevas existe una cualidad que hay que poseer para vencer y esta es la "determinación de propósito", el conocimiento de lo que uno quiere y un ardiente deseo de poseerlo.

Los que deseamos acumular riquezas debemos recordar que los auténticos dirigentes del mundo siempre han sido hombres que han dominado y encauzado, llevándolas a la práctica, a las fuerzas intangibles e invisibles de la oportunidad aún no nacida, y han convertido esas fuerzas (o impulsos del pensamiento) en rascacielos, ciudades, fábricas, aviones, automóviles y toda forma de utilidad que hace la vida mas agradable.

Al proyectar la adquisición de su parte de riqueza, no permita usted que alguien se interfiera para despreciar al soñador. Para ganar las grandes apuestas en este mundo alterado, debe usted captar el gran espíritu de los pioneros del pasado cuyos sueños han dado a la civilización todo cuanto posee de valor, el espíritu que sirve de sangre vivificadora a nuestro propio país... tanto su oportunidad como la mía para desarrollar y vender nuestros talentos.

Si lo que usted desea es correcto y "cree en ello", ¡adelante y hágalo! Lleve a cabo sus sueños y que nunca le importe lo que "ellos" digan si tropieza con una derrota temporal, porque "ellos" ignoran que cada derrota traen consigo la semilla de un éxito equivalente.

Thomas A. Edison soñó con una lámpara que pudiese funcionar mediante la electricidad, llevó a la práctica su sueño y a pesar de mas de "diez mil fracasos" se ciñó al mismo hasta que lo convirtió en realidad física. ¡Los soñadores prácticos jamás fracasan!.

Whelan soñó con una cadena de almacenes de cigarros, transformó sus sueños en algo práctico y hoy día la Union Cigar Stores, ocupa uno de los mejores lugares de América.

Los hermanos Wright soñaron con una máquina que pudiese volar. Hoy día todo el mundo puede ver que aquellos sueños eran sólidos.

Marconi soñó con un sistema para dominar y encauzar las intangibles fuerzas del éter. La prueba de que no soñaba en vano la vemos hoy en cada aparato de radio y televisión que existe en el mundo. Puede que le interese a usted saber que los "amigos" de Marconi le encerraron y le examinaron en un hospital para psicópatas cuando anunció que había descubierto el principio mediante el cual podía enviar mensajes por el aire sin necesidad de alambres u otros medios físicos y directos de comunicación. A los soñadores de hoy en día les va mucho mejor con sus cosas.

El mundo está lleno de oportunidades que nunca conocieron los soñadores del pasado.


Los deseos detrás de sus sueños


Un ardiente deseo que hay que hacer realidad a toda costa es el punto de donde ha de partir todo soñador. Los sueños no nacen de la indiferencia, de la pereza o de la falta de ambición.

Recuerden que todos los que han alcanzado éxito en la vida casi siempre tuvieron duros principios y atravesaron muy malos tiempos antes de "llegar". El auténtico cambio en la vida de aquellos hombres de éxito usualmente llega en el momento de una crisis mediante la cual son presentados a su "otro yo".

John Bunyan escribió Pilgrim’s Progress, obra que figura entre los mejores libros ingleses, tras haber estado encerrado en la cárcel, severamente castigado, a causa de sus puntos de vista sobre religión.

O. Henry describió el gran genio que dormía en su cerebro después de haberse enfrentado con la desgracia y ser encerrado en una celda de la prisión de Columbus, Ohío. Al verse obligado, por la desgracia, a enfrentarse con su otro yo, y a emplear su imaginación, descubrió que era una gran autor en lugar de ser un pobre delincuente.

Charles Dickens comenzó pegando etiquetas de crema para calzado. La tragedia de su primer amor penetró tanto en las profundidades de su alma, que le convirtió en uno de los mas grandes autores del mundo. Aquella tragedia produjo primero David Coperfield, y mas tarde una sucesión de otras obras que hicieron de este mundo un lugar mas rico y mejor para todo el que las lee.

Helen Keller poco después de nacer se quedó ciega, sorda y muda. A pesar de su formidable desgracia su nombre ha quedado escrito en la página de la historia de los Grandes. Toda su vida fue una demostración tangible de que"nadie es derrotado hasta que la derrota se acepta como una realidad".

Robert Burns era un mozo sin cultura alguna. Parecía estar apadrinado desde su nacimiento por la pobreza y hasta llegó a ser un borracho. Pero el mundo se convierte en un lugar mejor por haber vivido aquél hombre que arropó en poesía bellos pensamientos y así arrancó un espino y plantó una rosa en su lugar. Repito que era un humilde campesino sin estudios escolares de ninguna clase y que incluso su vida fue desordenada. Pero "llegó".

Beethoven era sordo y Milton estaba ciego, pero sus nombres perdurarán mientras el mundo exista porque soñaron y tradujeron sus sueños a una realidad concreta.

Hay diferencia entre desear una cosa y estar en disposición de recibirla. Nadie está dispuesto a tal recepción hasta que "cree" que puede hacerlo, que puede adquirirla. El estado mental debe ser "creencia" y no simple deseo o esperanza. Para la creencia es esencial una mente liberal y receptiva. Las denominadas mentes cerradas no inspiran fe, valor o creencia.

Recuerde usted que no se requiere realizar mas esfuerzos para apuntar alto en la vida o para exigir abundancia y prosperidad que el que precisa realizar para aceptar la miseria y la pobreza. Un gran poeta ha estatuido muy correctamente esta gran verdad universal en las líneas siguientes:

Pacté con la Vida por un penique,
y la Vida no pagó más.

Sin embargo, mendigué por la noche
cuando conté mi parco acopio.

Pues la Vida no es más que patrón
que da lo que se le pide,
pero una vez se fija el salario,
¡oh!, es preciso seguir adelante con el trabajo.

Trabajé por el jornal de un lacayo
sólo para aprender, acongojado,
que cualquier jornal que hubiese pedido a la Vida
ella me lo hubiese dado.


El deseo consigue lo "imposible"


Y como adecuado final de este capítulo deseo presentarles aquí a una de las personas mas particulares que he conocido. Le vi pocos minutos después de nacer. Vino al mundo sin la menor señal física del sentido del oído, y el doctor admitió, cuando se le presionó para que diera su opinión sobre el caso, que la criatura quizás fuese sorda y muda para toda su vida.

Desafié y puse en duda la opinión del doctor. Tenía perfecto derecho a hacerlo así porque yo era el padre de aquél niño. También llegué a una decisión y tuve mi opinión, pero exprese ésta silenciosamente, en el secreto de mi corazón.

Yo estaba seguro de que mi hijo tenía que oír y hablar. ¿Cómo? Estaba seguro de que tenía que haber alguna forma, algún camino, y que tenía que encontrarlo. Y pensé entonces en las palabras del inmortal Emerson: "El curso que siguen todas las cosas tienden a enseñarnos lo que es la fe. Sólo necesitamos obedecer. Hay un guía para cada uno de nosotros, y escuchando humildemente, oiremos la <>".

¿La verdadera palabra? ¡Deseo! Más que nada en el mundo yo deseaba que mi hijo no fuese sordomudo. Y no abandoné tal deseo ni un segundo siquiera.

¿Qué podía hacer yo? De alguna manera tenía que transplantar a la mente de aquél niño mi ardiente deseo de hallar medios y formas de llevar el sonido a su cerebro sin la ayuda de un par de oídos.

Tan pronto como el niño fuese lo suficientemente mayor como para cooperar, llenaría su mente con el ardiente deseo de oír, y lo haría de tal forma, con tanto anhelo, que la naturaleza, usando sus propios métodos, traduciría aquél anhelo en una realidad física.

Todo este proceso se desarrolló en mi propia mente, pero no hablé con nadie sobre ello. Cada día renovaba la promesa que me había hecho a mi mismo de que mi hijo no sería un sordomudo.

A medida que crecía y empezó a darse cuenta de las cosas que le rodeaban, observamos que oía un poco. Y al llegar a la edad en que la mayoría de los niños rompen a hablar, el no mostró la menor señal de hacerlo aún cuando comprendimos, por sus acciones, que podía oír ligeramente ciertos sonidos. ¡Eso era todo cuanto yo deseaba saber! Estaba convencido de que si el niño podía oír aunque fuese ligeramente, se podría desarrollar su capacidad auditiva mucho mas. Luego sucedió algo que me infundió esperanzas. Y la cosa surgió de la fuente más inesperada.


Encontramos un camino


Compramos un fonógrafo. Cuando el niño escuchó la música por primera vez, se quedó como extasiado e inmediatamente se apropió de la máquina. En una ocasión tocó el mismo disco durante casi dos horas, permaneciendo en pie ante el fonógrafo "con los dientes clavados en el borde de la caja". El significado de este hábito no fue claro para nosotros hasta años mas tarde, ya que no conocíamos entonces las propiedades de conducción del sonido que poseían los huesos.

Poco después de que el niño se apropiase del fonógrafo descubrí que podía oírme bien y claramente cuando yo hablaba con los labios apoyados en su hueso mastoides, en la base del cráneo.

Estando ya seguro de que el pequeño oía el sonido de mi voz claramente, empecé a transferir a su mente el deseo de oír y hablar. Pronto descubrí también que al pequeño le encantaban los cuentos a la hora de irse a la cama, de forma que e puse a inventar historias con la intención de desarrollar en él la seguridad en sí mismo, la imaginación y "un ardiente deseo de oír y ser normal".

Había en particular una historia que yo adornaba con nuevas pinceladas cada vez que se la contaba. La historieta tenía la intención de hacerle pensar que su padecimiento no era en realidad una incapacidad física, sino mas bien un gran valor. A pesar del hecho de que toda la filosofía que yo había asimilado claramente indicaba que la adversidad siempre trae consigo la semilla de una ventaja equivalente, debo confesar que por aquellos día yo no tenía la mas ligera idea de "como" aquél padecimiento podía convertirse en un valor.


Nada podía detenerle


Cuando miro hacia atrás y analizo la experiencia, veo que la "fe que tenía mi hijo en mi"tuvo mucho que ver con los asombrosos resultados obtenidos. No ponía en duda nada de lo que yo le decía. Le inculqué la idea de que el poseía una "ventaja" clara sobre su hermano mayor, y que tal ventaja se reflejaría por si sola de muchas formas. Por ejemplo, los profesores en la escuela observarían que no oía y, en consecuencia, mostraría hacia él especial atención y le tratarían con extraordinaria amabilidad. Y así lo hicieron siempre. También le inculqué la idea de que cuando fuese lo suficientemente mayor para vender periódicos (su hermano mayor, ya era un buen comerciante en tal terreno), el tenía una gran ventaja sobre su hermano mayor por la sencilla razón de que la gente le pagaría un dinero extra por sus artículos de venta, razonando que era un muchacho trabajador y brillante a pesar del hecho de que carecía de oído.

Aproximadamente a os siete años de edad dio la primera muestra de que nuestro método de "programar" su mente estaba dando frutos. Durante meses había estado solicitando el privilegio de vender periódicos, pero su madre no daba su consentimiento a tal proyecto.

Finalmente obró por su cuenta y riesgo. Una tarde, al quedarse sólo en casa con los criados, trepó por la ventana de la cocina y se marchó. Pidió prestados seis centavos al zapatero de la vecindad, los invirtió en periódicos, los volvió a vender, invirtió de nuevo el capital, y así estuvo operando hasta ultima hora de la tarde. Después de hacer balance de su capital y devolver los seis centavos que había pedido prestado al zapatero, le quedó una ganancia líquida de cuarenta y dos centavos. Cuando nosotros llegamos a casa aquella noche, le encontramos profundamente dormido en su cama con el dinero bien encerrado en un puño.

Su madre le abrió la mano, le quitó las monedas y lanzó una exclamación de asombro y angustia. Me parecía poco adecuado llorar sobre la primera victoria de mi hijo. Mi reacción fue totalmente opuesta. Me eché a reír de buena gana porque ya estaba seguro de que mi empresa de inculcar en el niño fe en si mismo se había hecho realidad.

Su madre veía, en aquella primera ventura comercial, solamente a un niño sordo que había salido a las calles arriesgando su vida para ganar dinero. Sin embargo, yo veía a un comerciante muy pequeño, pero ambicioso y seguro de si mismo, una seguridad que había aumentado en un ciento por ciento porque se había metido en negocios impulsado por su propia iniciativa y había ganado. Aquello me complació mucho porque vi que el niño acababa de dar muestras de una resolución que le acompañaría durante toda su vida.


Un camino mediante la escucha


El muchacho sordo superó con éxito todos los grados de escolaridad, segunda enseñanza y colegio sin poder oír a sus profesores excepto cuando le gritaban fuerte y a cerca distancia. No asistió a una escuela para sordos. No le permitimos aprender el lenguaje de signos. Estábamos decididos a viviese una vida normal y que alternase con niños normales, y nos mantuvimos en tal actitud aún cuando nos costó grandes discusiones con los profesores.

Cuando cursaba la segunda enseñanza probo un dispositivo eléctrico para oír, pero sin resultado alguno.

Durante su última semana en el colegio sucedió algo que señaló el mas importante cambio en su vida. Acaso debido a lo que parecía ser una mera casualidad, entró en posesión de otro dispositivo eléctrico para oír, que le habían enviado para que lo probase. Al principio se mostró lento en la prueba debido a la decepción últimamente sufrida con otro aparato. Al fin, mas o menos desganadamente, se lo ajustó a la cabeza y ¡allí estaba!..., como obedeciendo a un golpe de varita mágica el deseo de oír que había experimentado toda su vida, acababa de hacerse realidad. Por primera vez en su existencia oía prácticamente tan bien como cualquier persona de oído normal.

Medio loco de alegría por aquél mundo cambiado que le habían proporcionado mediante el dispositivo eléctrico, corrió al teléfono para hablar con su madre y oyó la voz de ésta perfectamente. Al día siguiente oyó las voces de sus profesores en clase con toda claridad por primera vez en su vida. Y también por primera vez podía conversar con otras personas libremente, sin necesidad de tener que hablar en voz alta. Ciertamente, acababa de entrar en posesión de un mundo diferente.


El muchacho sordo ayuda a otros


Sin darse totalmente cuenta del significado de lo que había conseguido, pero intoxicado con la alegría de haber descubierto un nuevo mundo de sonido, escribió una carta al fabricante del audífono en la que, entusiásticamente describía su experiencia. Algo que decía aquella carta hizo que la compañía le invitara a ir a Nueva York. Cuando llegó a la ciudad fue acompañado hasta la fábrica y mientras hablaba con el jefe de ingenieros, refiriéndole muchas cosas de aquél mundo nuevo que había caído en sus manos, una idea, una inspiración, una corazonada, o llámese como se quiera, nació en su mente. Fue "ese impulso de pensamiento" lo que convirtió su padecimiento en un valor destinado a producir dividendos, tanto en dinero como en felicidad, a miles de personas en el futuro.

La suma y sustancia de aquél impulso de pensamiento fue la siguiente: se le ocurrió que podía servir de ayuda a los millones de sordos que caminaban por la vida sin gozar del beneficio de un dispositivo mecánico para oír si el hallaba la forma de referirles la historia de aquél "nuevo mundo".

Durante un mes se enfrascó en una intensa investigación, a través de la cual analizó todo el sistema de ventas del fabricante de audífonos, y creó medios y métodos de comunicarse con los duros de oído de todo el mundo con el propósito de compartir con ellos su recientemente descubierto mundo. Cuando acabó tal labor presentó el plan a la compañía e instantáneamente se le concedió un puesto en la misma para que convirtiera en realidad sus deseos.

Cuando comenzó a trabajar, muy poco podía saber el muchacho que estaba destinado a llevar esperanzas y alivio práctico a miles de personas sordas que, sin su ayuda, hubiesen permanecido condenadas para siempre al mundo del silencio.

No me cabe la menor duda de que Blair hubiese sido un sordomudo toda su vida si su madre y yo no nos las hubiésemos arreglados para moldear su mente como lo hicimos.

Cuando le inculqué el deseo de oír, hablar y vivir como una persona normal, a este impulso le acompañó alguna extraña influencia que obligó a la naturaleza en convertirse en constructora de un puente, salvando así la distancia que separaba su cerebro del mundo exterior.

Ciertamente, un ardiente deseo dispone de tortuosos caminos para transformarse en su equivalente físico. Blair deseaba disfrutar de un oído normal. ¡Ahora ya lo tiene! Había nacido con una desventaja física apta para enviar a cualquiera, con un deseo menos definido, a la calle provisto de un platillo para pedir limosna.

La pequeña "mentira piadosa" que inculqué en su mente cuando aún era un niño, haciéndole creer que su padecimiento se convertiría en un gran valor, se justificó plenamente. En verdad que no hay nada, ya sea correcto o erróneo, que la creencia, mas un ardiente deseo, no pueda convertir en realidad. Estas cualidades están a disposición de cualquiera.


El deseo obra maravillas para una cantante


Un breve párrafo publicado en la prensa y relacionado con madame Schummann – Heink, facilita una pista para descubrir el éxito magnífico de esta mujer como cantante. Transcribo el párrafo porque su contenido no revela otra cosa que el ardiente deseo.

A principios de su carrera, madame Schumann – Heink visitó al director de la Ópera de Viena para que le probase la voz, pero el hombre no lo hizo. Después de lanzar una ojeada a aquella muchacha desgarbada y pobremente vestida, es director dijo no muy cortésmente: <>

La palabra "nunca", es tiempo demasiado largo. El director de la Ópera de Viena sabía muchas cosas acerca de la técnica del canto. Pero muy pocas sobre la fuerza del deseo cuando éste alcanza la proporción de una obsesión. Si hubiese sabido mas cosas de esa fuerza, no habría cometido la equivocación de condenar al genio sin concederle una oportunidad.

Hace varios años uno de mis asociados comerciales enfermó a medida que fue transcurriendo el tempo se pudo peor y finalmente tuvo que ser trasladado al hospital a fin de practicarle una operación. El doctor le advirtió que había pocas esperanzas..., o ninguna, de que volviese a verle vivo. Pero ésta era solamente la opinión del doctor. No era la opinión del paciente. Muy poco antes de ser trasladado al quirófano murmuró, débilmente: "No se preocupe, jefe, estaré fuera de aquí dentro de unos días". La enfermera me miró con cara de circunstancias. Pero el paciente salió bien de la operación. Después que todo terminó, su médico me dijo: "Nada a no ser el ardiente deseo de vivir, le ha salvado. Nunca hubiera salido bien de esto si no se hubiese negado a aceptar la posibilidad de una muerte".

Creo en la fuerza del deseo apoyada por la fe porque he sido testigo de cómo esta fuerza elevaba a muchos hombres desde sus humildes comienzos a puestos de poder y riqueza; he visto como esa fuerza salvaba de la muerte a muchas víctimas; la he visto servir como medio por el cual los hombre volvían a ponerse en pie tras haber sufrido cien diferentes derrotas; y he visto también como esa fuerza proporcionaba a mi hijo una vida normal y feliz a pesar de que la naturaleza le había lanzado al mundo sordo.

¿Cómo puede uno caminar y dirigir esa fuerza del deseo? Esto ha sido contestado en parte y seguirá contestándose a través de los demás capítulos de este libro.

Mediante algún extraño y poderoso principio de "química mental" que jamás ha divulgado, la naturaleza contiene en el impulso de un fuerte deseo "ese algo" que no reconoce la palabra "imposible", y no acepta tal realidad como fracaso.

Puntos importantes que recordar

Cuando el "deseo" enfoca grandes fuerzas hacia su victoria, usted no necesita disponer de una vía de retirada; la victoria es segura.

Los seis pasos que se describen en este capítulo convierten al deseo en oro. Estos principio proporcionaron a Andrew Carnegie la cantidad de cien millones de dólares.

El deseo hace que se produzca una victoria tras la derrota temporal. Fue el deseo el que construyó uno de los almacenes mas grandes del mundo, que antes se había convertido en un montón de cenizas.

Un muchacho sordo aprendió a oír. Una mujer "sin oportunidad" llegó a ser una cantante de ópera. Un hombre enfermo, desahuciado por los médicos, siguió disfrutando de la vida. El deseo fue la fuerza que ayudó a estas personas mediante alguna extraña, pero natural "química mental".

"No hay limitaciones para la mente excepto aquellas que admitimos".
Napoleón Hill

martes, 29 de julio de 2008

CUENTO DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE


Dios creó al burro y dijo:

“Serás burro,
trabajarás incansablemente de sol a sol,
cargarás bolsas en el lomo,
comerás pasto,
no tendrás inteligencia alguna,
vivirás 30 años.
Serás Burro”.

El Burro respondió:

“Seré burro,
trabajaré de sol a sol,
cargaré bolsas en el lomo,
comeré pasto,
pero vivir 30 años es demasiado.
Dame apenas 10 años”.

Dios le dio 10 años.

Dios creó al perro y dijo:

“Serás perro,
cuidarás la casa de los hombres y serás su mejor amigo,
comerás los huesos que te den,
vivirás 20 años.
Serás Perro”.

El Perro respondió:

“Señor,
cuidaré y seré amigo del hombre,
comeré lo que me den,
pero vivir 20 años es demasiado.
Dame 10 años”.

Dios le dio 10 años.

Dios creó el mono y dijo:

“Serás mono,
saltarás de copa en copa haciendo payasadas simpáticas,
serás divertido y vivirás 20 años.
Serás Mono”.

El Mono respondió:

“Saltaré de copa en copa,
haciendo payasadas simpáticas,
pero vivir 20 años es demasiado,
dame apenas 10 años”.

Dios le dio 10 años.

Finalmente, Dios creó al hombre y dijo:

“Serás hombre,
el único ser racional sobre la tierra,
usarás tu inteligencia para sobreponerte
a los demás animales y a la naturaleza.
Dominarás al mundo.
Vivirás 30 años”.

El Hombre respondió:

“Señor, seré hombre,
el más inteligente de los animales,
dominaré el mundo,
pero vivir 30 años es muy poco.

Señor,
dadme los 20 años que rechazó el burro,
los 10 que el perro no quiso,
y también los 10 que el mono dispensó”.

Y así lo hizo Dios...

El Hombre vive 30 años como hombre,
se casa y pasa a vivir los 20 años del burro,
trabajando y soportando cargas sobre sus espaldas.
Después se jubila y vive los 10 años del perro,
cuidando la casa.
Luego se pone más viejo y vive los 10 años del mono,
saltando de la casa de un hijo al otro,
haciendo payasadas para divertir a sus nietos.

domingo, 27 de julio de 2008

CTRL+C & CTRL+V


Este es el post numero 187 en 367 días de esto llamado Nautrosfera, en mi primera entrada intente explicar porque Nautrus hace exactamente un año, a lo largo de todas estas semanas posteando cosas que como ya he dicho, son cosas importantes para mí o simplemente datos que me parecen interesantes, que me llaman la atención, información que he encontrado en la misma red, pero de la cual, mucha de ella ya tenia notas en periodicos, recortes que aún conservó.

Muchas veces busqué entre varias paginas para obtener la mayor información posible, la mayor parte de las ocaciones no use el enlace correspondiente hacia mi fuente, porque dicha fuente copió a su vez a otra fuente la cual no fue mencionada, habiendo bastantes paginas con exactamente el mismo articulo, ¿cómo saber así la fuente original?. Tal vez a alguien le interece alguna entrada de las que se han publicado aqui, y no es necesario que se le de el credito a mi blog, porque finalmente es información del dominio publico, un poco de todos y un demasiado de la red, salvo aquello que aparesca bajo la etiqueta "nautrus" (escrito por mí), todo lo demás es de la world wide web.

Este blog no lo hice con la intención de que sea una referencia para los demás, en realidad pretendia cambiar mis recortes de periodico por entradas relativas al tema lo más apegadas al original, muchas otras las fui encontrando por el camino, navegando, basicamente en cada post pretendo dejar la mejor descripción del tema ilustrado por la mejor imágen que encuentre... y si a alguien más le gusta este espacio alterno, universo de posibilidades, pues que bueno.

Gracias a quienes les interesan mis intereses... y en agradecimiento al Copy and Paste a continuación una descripción al respecto sobre copiar y pegar desde la Wikipedia.

Lo importante aqui no soy yo, sino todo aquello que me rodea. Lo que no tienes es porque no lo necesitas; lo que no es tuyo, no lo es, porque no te hace falta.


COPY & PASTE

En el uso cotidiano de los ordenadores personales, el copiar y pegar (junto a la acción de cortar) son el paradigma en cuanto a la transferencia de texto, datos, archivos u objetos desde un lugar de origen a uno de destino. El uso más aceptado y generalizado de estos comandos se da en los entornos de los editores de texto siendo una herramienta fundamental para componer y reorganizar todo tipo de escritos.

Los términos provienen de la tradicional práctica manuscrita donde literalmente los textos se componían a base de cortar o copiar diferentes fragmentos para más tarde pegarlos o insertarlos en una nueva ubicación. Ésta, fue una práctica habitual hasta bien avanzada la década de los 60 a raíz del uso de los tipos en imprenta.

En el entorno del PC el copiar y pegar lo popularizó Apple a través de su Lisa y Macintosh a principio de la década de los 80, en sus sistemas operativos y aplicaciones. Ya en este momento fue cuando a estas acciones, además de la de cortar les fueron asociadas las letras correspondientes a su atajo rápido de teclado que más tarde adoptaría Microsoft en Windows: X (para cortar, debido a la forma en tijera de esta letra), C (por ser la inicial de "copy" para copiar) y la V (para pegar por proximidad en el teclado a las otras dos). Esta asociación ha permanecido invariable hasta la actualidad llegando a popularizarse en jerga editorial el "control c" y "control uve" como referencia a las acciones que producen.

viernes, 25 de julio de 2008

ROSWELL 1947


En la noche del 2 de julio de 1947, una fuerte tormenta sacudió una zona situada a 120 km. al noroeste de Roswell, cerca del pueblo de Corona, en el estado de Nuevo México. Para Mac Brazel, capataz del Foster Ranch, los ruidos que oyó esa noche tenían mayores resonancias que los asociados con las tormentas usuales de la región. El día siguiente, Brazel y un vecino emprendieron viaje a caballo para verificar cuál de sus campos había recibido la lluvia, de modo que su ganado pudiera alimentarse en los nuevos y verdosos pastos.

EL HALLAZGO
De repente, Brazel llegó a un lugar lleno de escombros. Trozos de metales brillantes y opacos se encontraban esparcidos. Recogiendo algunas de las piezas, el hacendado comprendió que el metal mostraba extrañas características. Si bien era delgado y liviano como el papel, el material era tan fuerte que resultaba imposible doblarlo o romperlo. El domingo 6 de julio, con las muestras de los escombros en la mano, el hacendado se dirigió hacia Roswell para mostrar su hallazgo al aguacil y explicarle lo ocurrido. El aguacil George A. Wilcox llamó rápidamente al aeropuerto militar de Roswell y el personal de seguridad respondió inmediatamente.

LLEGAN LOS MILITARES
Apenas llegaron los militares examinaron las piezas que Brazel había traído y procedieron a entrevistarlo. El personal militar que se presento estaba compuesto por el Cnel. William Blanchard, el mayor Jesse Marcel y un agente de contraespionaje. Por orden de Blanchard, tanto Marcel como el agente escoltaron a Brazel de regreso a la hacienda. Entretanto el coronel Blanchard notificó al comando superior y envió las muestras al aeropuerto militar de Fort Worth para su examen.

El lunes 7 de julio, Brazel y sus acompañantes fueron al lugar del accidente. El campo de escombros, como lo describe el oficial de inteligencia aérea J. Marcel, tenía 1,2 km. de largo y entre 60 y 90 m de ancho. “Nosotros procedimos a recoger las piezas. Muchas de ellas tenían números y jeroglíficos, difíciles de leer. Nada del material estaba quemado. Trate de quemar el metal pero era imposible encenderlo. Se parecía al papel de estaño de un paquete de cigarrillos. Traté de hundirlo con un mazo de 16 libras y no lo logré. El general Ramey me advirtió que debía guardar silencio acerca del choque”. Los dos agentes de inteligencia pasaron el día recogiendo los escombros que podían encontrar; cargaron todo en la parte trasera del jeep de Marcel y se lo llevaron a Roswell. Temprano al día siguiente se envió guardias a toda la zona y mandó a bloquear el acceso a la misma.

COMUNICADO DE PRENSA
El oficial de Información Pública Walter Haut, emitió un comunicado de prensa acerca del choque que conmovió al mundo. “Como oficial de relaciones públicas, para la base del 509 Grupo de Bombarderos, recibí una llamada del comandante, Cnel. William Blanchard. Me dijo muy específicamente lo que deseaba que se dijera en el comunicado de prensa: el hecho que poseíamos restos de un platillo volador estrellado a unos 120 km. al noroeste de Roswell, y que las piezas habían sido traídas a la oficina del aguacil por un hacendado de la región. También me dijo que el mayor Marcel, máximo oficial de inteligencia de la base, llevaría el material al Campo Aéreo Fort Worth, del Ejército, y se lo entregaría al brigadier general Roger Ramey, nuestro comandante superior. Blanchard también dijo: Asegúrese de llevar la declaración en la mano. Entréguela a todos los medios de comunicación”.

EL ENCUBRIMIENTO
“A la mañana siguiente cuando recogí el periódico, ví que el gral. Ramey de Fort Worth había retractado todo el incidente. Decía que se trataba de un globo meteorológico. Luego averigüe que el capitán “Pappy” Henderson había trasladado algunos de los materiales a Fort Wort. En 1950, el mayor Marcel me dijo que el material había llegado a las oficinas de Ramey y desde allí había sido transferido. Un globo meteorológico fue puesto en su lugar, Marcel me dijo que el material que él había traído no era el que vieron los medios de comunicación.”

CADAVERES EXTRATERRESTRES
Desafortunadamente para los militares, Barney Barnett, ingeniero civil que trabajaba para el gobierno federal, llegó de casualidad al lugar del accidente antes que las tropas. No solo Barney penetró al lugar, sino también un grupo de estudiantes y arqueólogos. Lo que ellos encontraron fue descrito en detalle por un amigo cercano de la familia Barnett, Vern Maltais, a quien Barnett le había confiado la historia. Según el amigo de la familia Barnett encontró un objeto metálico con forma de disco, de 7 a 9 metros de largo. Cerca de ahí, el ingeniero civil advirtió algunos cadáveres. Los describió como pequeños, tipo humanoide, de 1,2 m de alto con cabezas grandes y cuerpos delgados.

Cuando el ejército finalmente llegó al lugar del choque, se asombraron de encontrar civiles en la escena. Un oficial militar les dijo que se habían entrometido en algo que tenía ramificaciones con la seguridad nacional. Los civiles fueron juramentados y conminados a guardar secreto; se les dijo que era su deber patriótico mantener silencio. Poco después, los militares descubrieron los cadáveres. Más tarde el coronel Blanchard llegó al sitio y ordenó que los cuerpos fueran puestos en la parte trasera de un camión, que fueran cubiertos con un impermeable alquitranado y transladados al hospital de la base de Roswell. Pero ahí no terminó la historia de las entidades humanoides con grandes cabezas. Un individuo que estaba cuidando la puerta de entrada del aeropuerto militar reportó que un camión cargado con hielo seco entró tarde en la noche. El propósito del hielo era, posiblemente, el de preservar los cuerpos hasta el momento de emprender nuevos análisis. Los extraterrestres quedaron encerrados en un gran recipiente en uno de los hangares del lugar. Subsecuentemente, los recipientes llenos de escombros fueron llevados en avión al Campo Aéreo Fort Worth, del Ejército, para su estudio. Luego de ser empacados con hielo, los restos de los extraterrestres fueron enviados inicialmente a Fort Worth, y luego a Wright Field en Dayton, Ohio, donde con toda probabilidad pasaron un intenso análisis biológico.

EL CALVARIO DE MAC BRAZEL
El ganadero Mac Brazel y su familia no eran empleados del gobierno ni necesitaban de su aprobación para trabajar. La técnica aplicada en el caso de Mac fue directa e ilegal: fue llevado en custodia durante aproximadamente una semana, lapso en el cual se lo persuadió de que cambiara su relato. Se puede suponer que una combinación de amenazas, sobornos y apelaciones a su patriotismo lograron el fin deseado. Fue visto en las calles de Roswell varias veces durante su período de detención militar y sorprendió a sus viejos amigos al no saludarlos siquiera cuando se los cruzaba.

El 10 de julio, Mac fue llevado a la oficina del Daily Record de Roswell por Walt Whitmore, el dueño de KGFL, donde concedió una entrevista cuyo contenido guardaba poca similitud con su historia original:

“Brazel afirmó que el 14 de junio, él y su hijo de ocho años, Vernon, estaban a once o doce kilómetros de la casa de la hacienda J.B. Foster, que él opera, cuando llegaron a una zona cubierta de brillantes fragmentos formados por tiras de goma, papel plateado, un papel grueso y varillas. En ese momento, Brazel estaba apurado por terminar su ronda y no le prestó demasiada atención. Pero comentó en familia lo que había visto, y el 4 de julio, su esposa, Vernon y su hija Betty, de 14 años, volvieron al lugar y recogieron buena parte de los fragmentos.

”Al día siguiente escuchó hablar por primera vez de los platos voladores y se preguntó si lo que había encontrado no podían ser restos de uno de ellos. El lunes fue al pueblo a vender un poco de lana y, estando allí, visitó al sheriff George Wilcox y le dijo en tono confidencial que tal vez había encontrado un ‘plato volador’. Wilcox se puso en contacto con el campo de aviación Roswell. Entonces, el mayor Jesse A. Marcel y un hombre vestido de civil lo acompañaron de vuelta a la hacienda, donde recogieron los restantes fragmentos del ‘plato volador’ y fueron a su casa para tratar de reconstruirlo.

”Según Brazel, no pudieron reconstruirlo en absoluto. Trataron de hacer un barrilete con los fragmentos, pero no lo lograron y tampoco encontraron la manera de juntar las piezas. Después el mayor Marcel se llevó los restos a Roswell y eso fue lo último que supo del asunto hasta que estalló la noticia de que él había encontrado un ‘plato volador’. Brazel explicó que no lo vio caer del cielo ni lo vio antes de que se hiciera trizas, de manera que no sabía el tamaño o la forma que tendría originalmente, pero pensaba que podría haber sido tan grande como la tabla de una mesa. El globo que lo sostenía, si era así cómo funcionaba, debió tener unos tres metros y medio de largo (le pareció), midiendo la distancia por el tamaño de la habitación en que estábamos. La goma era de un color gris humo y estaba desparramada por una zona de unos 200 metros de diámetro.

”Cuando los fragmentos fueron reunidos, las hojas de estaño, el papel, la cinta y las varillas formaron un atado de unos noventa centímetros de largo y unos veinte de espesor, mientras que la goma formó un atado de unos cincuenta centímetros de largo por unos veinte de espesor. En total, calculó, los materiales debieron pesar algo más de dos kilos. En la zona no había signos de un metal que pudiera haber sido usado para un motor ni rastros de propulsores de alguna clase, aunque por lo menos una aleta de papel había estado pegada a hojas de estaño. No había palabras escritas en ningún lado, aunque sí letras en ciertas partes. En la construcción se había usado una considerable cantidad de cinta scotch y otra cinta con flores impresas en su superficie. No se veían hilos o cables, pero sí algunas perforaciones en el papel que indicarían el uso de algún adminículo para atar.

”Brazel dijo haber encontrado anteriormente dos globos de observación meteorológica en la hacienda, pero que lo hallado esta vez no se parecía en nada a ellos. ‘Estoy seguro de que lo que encontré no era un globo de observación meteorológica’, dijo. ‘Pero si encuentro alguna otra cosa, a menos que sea una bomba, les va a costar bastante lograr que diga algo’.”

Testigos presenciales están de acuerdo en que Brazel “no parecía el mismo” en el diario o cuando por el pueblo lo acompañaba personal militar. Pero aunque no fuera así, sus palabras hubieran sorprendido bastante en Roswell, aunque no se publicaron en otra parte. Mac deja en claro que conocía los globos meteorológicos y que ése no lo era: él había visto los restos en la hacienda, mientras que el general Ramey y sus colegas no. ¿Quién estaba más calificado para describirlos e identificarlos? Brazel también dijo que no había palabras escritas en ellos, pero los globos meteorológicos están bien marcados con el nombre y dirección del dueño, de manera que al caer puedan ser devueltos a cambio de una recompensa. Lo que sí dijo es que había letras en algunas de las partes, las cuales, obviamente, no podían juntarse para formar ninguna palabra.

Contra la teoría de que los restos pertenecían a algún tipo de “globo”, está el hecho de que estuvieran desparramados sobre una zona de más de 200 metros de diámetro. Un globo lleno de helio no puede explotar y tampoco puede chocar contra el suelo, esparciendo un montón de fragmentos. Y aun cuando fuera así, no hubiera habido suficiente material como para atraer la atención una vez desparramado sobre un área del tamaño de dos canchas de fútbol.

Y si esto no es suficiente para que resulte obvio que lo encontrado por Brazel no estaba relacionado con el globo que describió, recordemos que mencionó “una gran zona de brillantes fragmentos formados por tiras de goma, hojas de estaño, un papel grueso y varillas”. Y si pudo juntar todo en un par de atados relativamente chicos, ¿por qué los dos vehículos de Marcel y Cavitt sólo pudieron cargar una pequeña porción del total de fragmentos encontrados? Gran parte del resto de la historia contada por Mac Brazel el 10 de julio está en total contradicción con lo que se había dicho antes y con lo que más tarde pudo demostrarse bien: fechas, lugares y, por supuesto, la descripción de los diversos tipos de fragmentos.

Si bien no se encontraron pruebas de que el gobierno hubiera sobornado a Brazel para que cambiara su relato y luego se callara, alguna evidencia señala en tal dirección. En palabras de Loretta Proctor, su vecina más cercana: “Creo que ese mismo año se fue de la hacienda, mudándose a Alamogordo o Tidarosa, donde puso un depósito. Eso era antes de que la gente tuviera freezers en sus casas. El depósito era un gran edificio refrigerado... Uno compraba la carne, la cortaba y la ponía en unos armarios de los que tenía la llave; después la sacaba cuando quería. Creo que debió salirle bastante caro, y nos preguntamos cómo pudo instalarlo con sus usuales ganancias por la cría de ovinos”.

¿Vio Mac Brazel cuerpos de extraterrestres? Por cierto, él nunca afirmó haber visto cuerpos, pero cierta evidencia circunstancial sugiere que probablemente vio por lo menos uno, así como un montón de fragmentos. Si Mac no hubiera visto otra cosa que el tipo de material recuperado en la hacienda por Marcel y Cavitt, prácticamente los militares no hubieran tenido necesidad de tomar medidas tan extremas contra él. ¿Por qué tenerlo con custodia por una semana y luego posiblemente sobornarlo para que no dijera nada sobre asuntos aparentemente no tan graves? Ya había quedado registrado que él había visto una gran cantidad de fragmentos y, mientras lo escoltaban los soldados, concedió una entrevista periodística en la que afirmó claramente que los restos no pertenecían a un globo meteorológico. ¿Por qué los militares le dieron un tratamiento tan especial si todo lo que él sabía era ya de conocimiento público? Esa olla ya se había destapado, de modo que no había una razón obvia para que Mac fuera presionado hasta tal punto a fin de que cambiara su comportamiento.

Parece muy posible que lo hubieran llevado a sobrevolar la hacienda, que se extendía muchos kilómetros, en una misión de reconocimiento, ya que conocía esa tierra mucho mejor que los militares. De tal modo, pudo haber participado del descubrimiento de la parte principal del aparato, que según rumores habría aterrizado a unos cuatro kilómetros del campo donde estaban los fragmentos. Habría estado en un avión chico, como el aparato militar de enlace, de cuatro plazas, Stinson L-5, capaz de operar por encima de un terreno escabroso, y podría haber visto el plato volador en el suelo.

Si es correcta la información dada al civil Glenn Dennis, empleado de una empresa fúnebre, por el funcionario de la morgue de Roswell (que los cuerpos fueron encontrados a una distancia de uno a tres kilómetros del aparato accidentado), tiene sentido que hayan sido descubiertos desde el aire. Además, si es verdad lo que la enfermera le contó a Dennis (que los cuerpos fueron encontrados en pequeñas “cápsulas de escape” como las que él había visto en la parte trasera de unas ambulancias militares), probablemente no pudieron ser reconocidos como lo que eran desde el aire. Esto sólo pudo hacerse examinándolos de cerca, después de que un avión de observación los ubicara y aterrizara a corta distancia.

Brazel, un rudo cowboy a la antigua, murió en 1965 antes de que el mundo tuviera una pista de que había poseído el secreto más emocionante de todos los tiempos. Según su hijo, Bill Jr., Mac nunca sintió que hubiera hecho algo especial. Tropezó con el lugar, vio un montón de material extraño y eventualmente se lo contó al gobierno. Con las palabras de su hijo: “Mi padre encontró eso y me contó algunas cosas. No demasiado, porque la Fuerza Aérea le pidió que jurara que no le daría los detalles a nadie. Se fue a la tumba sin contárselo a nadie. Era un vaquero del Far West, y ellos no hablaban mucho. Mi hermano y yo acabábamos de luchar en la Segunda Guerra Mundial, él en el ejército, yo en la marina, y no es necesario decirlo: mi padre estaba orgulloso. Como me dijo él: ‘Cuando ustedes entraron en servicio hicieron un juramento, y yo hice un juramento de no hablar de este asunto’. La única cosa que nos dijo fue: ‘Bueno, hay un montón de material, en parte hojas de estaño, en parte madera, y algunas de las maderas tienen figuras japonesas o chinas’.”

Si eso fuera todo lo que Mac vio, ciertamente no hubiera sido necesario que el ejército le hiciera jurar que no hablaría. ¿No debía hablar de cosas que ya eran de conocimiento público?

Evidentemente, había algo más: tal vez... los cuerpos.

UN CAPITÁN Y UN SARGENTO
Bill Jr. estaba viviendo y trabajando en Albuquerque, más de 120 kilómetros al noroeste del Foster Ranch, pero regresó al enterarse de que su padre había sido llevado en custodia por el ejército y que no había nadie para cuidar de la hacienda:

“Yo cabalgaba hasta allí (el campo donde se encontraron los restos) una o dos veces por semana. Y cuando andaba por la zona, miraba. Así fue como encontré esos pedacitos. No más de doce fragmentos, tal vez ocho pedazos diferentes, pero sólo de tres clases: algo parecido a la madera balsa, algo al estilo del sedal de pesca de monofilamento, y un pedacito de... No era una hoja de estaño, no era papel plateado; un fragmento del tamaño de mi dedo. Una parte era como madera balsa: realmente liviana, de un color neutro tirando a castaño. Por lo que recuerdo, no tenía veta alguna. No se podía romper, aunque se doblaba un poco. No pude cortarla con mi cortaplumas. Tampoco pude romper el ‘hilo’. Me llamó la atención la, digamos, ‘hoja de estaño’; la recogí y la puse en el bolsillo de mi chaqueta. Pasados unos días, la puse en una cajita de cigarrillos. Cuando la metí ahí, la bendita cosa empezó a desplegarse y... ¡se aplanó! Después se me dio por jugar con ella. La doblaba, la arrugaba y, al soltarla, se desplegaba sola. Es muy extraño. No la podía romper.

”Yo estaba en Corona, en el bar, en la sala de pool: se juega al dominó, ahí es donde todo el mundo se junta. Y todos me hacían preguntas. Habían leído los diarios (esto fue como un mes después del accidente), y yo les dije: ‘Recogí algunos pedacitos’. ‘¿Y qué eran?’. ‘No sé’. Después, he aquí que se aparecen los militares (en la hacienda, uno o dos días después). El oficial a cargo, que se llamaba Armstrong, era un tipo realmente simpático. Trajo con él a un sargento (negro), también agradable. Creo que había otros dos hombres de uniforme. Me dijeron: ‘Tenemos entendido que su padre encontró ese globo meteorológico’. Les contesté que sí. ‘Y tenemos entendido que usted encontró algunos pedacitos, ¿no?’. Les dije: ‘Sí, tengo una cajita de cigarrillos con algunos, en el cobertizo de las monturas’. Y él (creo que era un capitán) me dijo: ‘Bueno, nos gustaría llevárnoslos’. Contesté: ‘Está bien’, y él sonrió y dijo: ‘Su padre nos entregó el resto del material y usted sabe... juró no hablar del asunto’. Luego me preguntó: ‘Bueno, ¿los examinó?’. Yo respondí: ‘Sí, lo suficiente como para saber que... ¡no sé que diablos son!’. Y él dijo: ‘Preferimos que no se hable más de esto’.”

Una vez más, el comportamiento de los militares contradijo las afirmaciones de que en la hacienda de ovinos no había ocurrido nada de importancia. Una vez más, la preocupación militar por la seguridad logró atraer la atención sobre algo que de otro modo hubiera pasado inadvertido. Los recuerdos que tiene Bill Brazel Jr. de su limitada participación en el incidente de Corona son claros y precisos. Aunque sentado tranquilamente en su sencillo hogar parece un hombre poco interesado en lo que pase más allá de su pintoresca tierra de origen, sus servicios en la marina y luego su empleo en una firma de exploración geofísica lo llevaron dos veces alrededor del mundo. Sus días de viajes y aventuras pueden haber quedado atrás, pero lo aprendido en esos años no ha sido olvidado. Tampoco olvida la sorpresa que le causó el comportamiento de los militares en aquel momento. Sólo alcanzó a ver unos pedacitos de los restos de lo que cayó en la hacienda Foster, pero la actitud de los militares al intentar recuperarlos lo convencieron de que lo que allí había caído no era un globo meteorológico.

Una ex vecina de Brazel, Manan Strickland, recordó en 1990 una visita que le hizo Mac a ella y a su familia una o dos semanas después de que los militares lo liberaran de su confinamiento. Mac, su esposo ya fallecido, Lyman, y varios de sus hijos estaban sentados a la mesa mientras ella preparaba el café. “Y escuché parte de la conversación: cuan desagradables eran los oficiales de la base aérea. Todo el vecindario estaba escandalizado de que los militares trataran así a la gente, a personas que tenían buenas intenciones. Aclaró que no podía referirse al material (que encontró en la hacienda). Él era un hombre íntegro y se sintió insultado y manipulado sin respeto alguno. ¡Estaba más que disgustado! Se encontraba muy tenso. Lo habían amenazado con que, si abría la boca, lo iban a meter en la cárcel”.

¿Y todo esto porque un capataz vio algunos fragmentos informes de un material de desecho? Según todas las probabilidades, había algo más. Aunque no haya un testimonio directo de que Mac vio cuerpos, el comportamiento de los militares apunta a ello.
EL MISTERIOSO SEGUNDO OVNI
Al mismo tiempo que se producían estos extraños sucesos en la hacienda al sudeste de Corona, algo todavía más raro ocurrió 220 kilómetros al oeste. De los diez o doce civiles que supuestamente vieron el segundo ovni accidentado antes de que los militares llegaran, sólo dos se mostraron dispuestos a hablar (uno de ellos murió desde entonces) y los restantes todavía están siendo buscados. La evidencia de este hecho se basa tan sólo en recuerdos de que algo muy poco usual ocurrió allí. Muchas reminiscencias, pero pocos datos específicos.

La primera clave de que algo había ocurrido en la parte occidental de Nuevo México fue proporcionada por Vern Maltais, a quien su amigo Grady Barney Barnett le describió la sorprendente escena. Fue Maltais y su esposa Jean quienes primero mencionaron este incidente a Stanton Friedman, después de una conferencia en Bemidji, Minnesota, en 1978. Según Maltais, Barnett estaba trabajando en el oeste de Nuevo México como ingeniero de campo del U.S. Soil Conservation Service cuando descubrió “un gran objeto metálico” clavado en el suelo, que era observado por un grupo de arqueólogos reunidos a su alrededor.

Como recuerda Vern Maltais, Barnett “notó que miraban unos cadáveres que habían caído al suelo, y que había otros en la máquina, que era una especie de instrumento metálico de alguna clase, como un disco que parecía estar hecho de acero inoxidable y se había abierto por una explosión o un impacto. Tenían un aspecto humano, pero no eran humanos. Las cabezas eran redondas y los ojos muy pequeños, y no tenían pelo. Los ojos estaban singularmente separados. Eran bastante chicos comparados con nosotros y sus cabezas eran mayores, en proporción con sus cuerpos, que las nuestras. Su ropa parecía ser de una pieza, de color gris. No se veían cierres, ni cinturones ni botones. Parecían ser todos hombres, y había una buena cantidad”.

Esto es, por supuesto, sólo lo que recuerda Vern Maltais de lo que Barnett le contó varios años antes. No son las palabras precisas que usó Barnett, porque éste murió en 1969, antes de que ninguno de los que entonces investigaban privadamente a los ovnis se enterara de su participación en el hecho, antes de que nadie supiera que una astronave se había accidentado en el oeste de Nuevo México, y antes de que nadie tomara seriamente las historias de tales accidentes.

En el libro The Roswell Incident, y luego en UFO Crash at Roswell, se sugiere que lo encontrado por Barnett era la parte principal del aparato cuyos fragmentos cayeron en la hacienda Foster cerca de Corona, y no otro aparato accidentado bastante más al oeste. En ausencia de un testimonio directo de Barnett, contamos únicamente con información de segunda mano, pero todo parece indicar que el incidente de Corona no está relacionado con éste.

James Fleck Danley, jefe de Barney, aclaró que el territorio de éste se extendía hacia el oeste de su oficina en Socorro, no hacia el norte o el este. Un diario que guardó la mujer de Barney, y que fue suministrado por su sobrina Alice Knight, demuestra que sus trabajos de campo se realizaban al oeste, en las “tierras altas”, en pueblos como Datil y Magdalena, y en haciendas de la zona de las Planicies de San Agustín. Todo esto queda al oeste, lejos de Corona.

Un ex vecino, Harold Baca, respondiendo a una carta que hizo publicar Stanton Friedman en el diario de Socorro, buscando gente que hubiera conocido a Barney, dijo que éste le contó sobre el plato volador accidentado “allá en las Planicies”. Y un viejo hacendado de la zona, el ya fallecido Marvin Ake, le dijo a Friedman que había oído hablar de “un plato volador accidentado allá afuera, en las Planicies”. Una administradora de correos retirada, residente en Datil, le habló a Friedman de un plato volador accidentado “allá lejos, en las Planicies”, que había sido trasladado de noche a través de Magdalena.

La afirmación de que Barnett encontró realmente un plato volador accidentado y cuerpos de extraterrestres es apoyada también por el testimonio de William Leed, un oficial de carrera. En una conversación reciente, Leed le dijo a Friedman que a comienzos de 1960, un coronel que conocía su interés por los ovnis le aconsejó que hablara con un hombre que había tocado uno: Barney Barnett. Mientras se encontraba en el sudoeste, Leed hizo un viaje especial para ver a Barnett. Si bien Leed estaba allí como ciudadano privado, Barnett le pidió sus credenciales militares. Después le contó lo que había visto y le dijo que por lo menos en tres ocasiones había sido interrogado por personal militar, quienes le habían recomendado enfáticamente que no hablara de su experiencia. Leed dijo que no tenía razón alguna para pensar que Barnett estaba mintiendo.

ANDERSON VUELVE A SAN AGUSTÍN
A pesar de los heroicos esfuerzos por encontrar otros testigos, durante una década prácticamente no se supo nada más sobre el accidente de San Agustín. Luego, en respuesta a la inmensamente popular emisión de tevé Unsolved Mysteries, en 1990, sobre el accidente de Corona, un hombre llamado Gerald Jerry Anderson llamó al productor para anunciarle que tenía más información que podía ser de su interés. El mensaje les llegó también a Kevin Randle y Stanton Friedman, que habían trabajado para la emisión y continuaban buscando otras pistas sobre el tema. Una discusión entre Anderson y Randle puso fin a esta relación, pero el nuevo testigo se entendió mejor con Friedman, que grabó una prolongada entrevista telefónica y comenzó una larga y compleja serie de maniobras dirigidas a obtener una copia del diario íntimo que supuestamente llevaba un tío de Anderson ya fallecido: Ted. A fines de 1990, Anderson y los autores viajaron a Planicies de San Agustín para ver si Jerry podía revivir sus experiencias de cuarenta y tres años atrás.

Llevado a la zona en helicóptero, Jerry saltó a tierra tan pronto como el aparato aterrizó, corriendo de inmediato a lo que él pensaba que era el lugar donde había visto el ovni accidentado y su tripulación de pequeños humanoides. La emoción, que no trató de disimular, creó una atmósfera de autenticidad: guió a los otros a puntos significativos del terreno, señalando, gesticulando y exclamando a medida que avanzaban. Todo sugería que finalmente había retomado al lugar donde algo traumático le había ocurrido a un chico de menos de seis años que ahora tenía una estatura de casi dos metros y 113 kilos de masa muscular, huesos, entrañas y cerebro en perfecto funcionamiento.

Las Planicies de San Agustín son una vasta zona llana en Nuevo México occidental, y alguna vez fue un gran lago que suministraba agua a tribus prehistóricas, cuyos antiguos artefactos son hoy estudiados por los arqueólogos. En el lado sudeste está Bat Cave, famoso sitio donde se descubrieron granos de maíz cuya antigüedad se calculó en 4.500 años, y los restos de la más primitiva agricultura conocida en América del Norte. Las Planicies están a unos 2.100 metros sobre el nivel del mar, rodeadas por los picos de Tularosa, Black y Datil Mountains, que llegan a 2.900 metros de altura. El aire es seco y claro.

En el extremo norte de las Planicies (en el lugar que los lugareños denominan “la playa”) se erige un grupo de veintisiete grandes radiotelescopios orientables, de veinticinco metros de diámetro, llamados Very Large Array. Se extienden veinte kilómetros a lo largo de cada brazo de una Y griega, por lo que es el mayor complejo radiotelescópico del mundo. Pero en 1947 no había radiotelescopios. Solamente montañas, caminos mal trazados, la ocasional casa rústica de una hacienda, la chatura de las Planicies y los picos rocosos. El Continental Divide, la espina dorsal de las Montañas Rocallosas, corre hacia el oeste. Y menos de 160 kilómetros al este está Trinity Site, donde se probó la primera bomba atómica del mundo en 1945. Las Planicies tienen noventa y seis kilómetros de largo y entre dieciséis y veinticinco kilómetros de ancho, y abundan las tradiciones, tanto antiguas como modernas.

Fue en este preciso lugar, y con la intención de buscar un tipo de roca llamada ágata musgosa, adonde llegó el pequeño Gerald Jerry Anderson con su hermano mayor Glenn, su tío Ted, su padre y su primo Victor, una calurosa mañana a comienzos de julio de 1947. Jerry y su familia acababan de mudarse a Albuquerque. A media mañana, después de avanzar por una angosta ruta todo lo que el terreno les permitió, detuvieron el auto. Caminaron entonces por el lecho seco de un arroyo. Los chicos corrían y saltaban ansiosos de aventura, a pesar del opresivo calor. Llegaron al final de una corta hilera de árboles que les habían bloqueado la vista hacia el oeste, y su mundo cambió para siempre, como lo describió Jerry más de cuarenta años después.

También hubo unos recién llegados: cinco estudiantes universitarios y su profesor, el doctor Buskirk. Habían estado trabajando en la excavación arqueológica de antiguos asentamientos indios en las rocas, a unos pocos kilómetros de allí, y habían decidido caminar hasta el lugar donde creían haber visto caer un enorme meteoro la noche anterior. Cuando llegaron, sus reacciones fueron muy semejantes a las de Jerry y sus parientes, primero con: “¡No puedo creer lo que estoy viendo!” y luego con perplejidad al darse cuenta de que no veían muñecos, sino seres vivos, aunque nadie supiera lo que eran. Y ahí estaba también ese extraño aparato, mientras Glenn y el resto seguían hablando de hombres de Marte y cosas por el estilo.

Esto es lo que cuenta Gerald Jerry Anderson sobre aquella tórrida mañana del ’47 en que jugaba a descubrir toda una mina de ágatas musgosas para volverse rico e irse a vivir a un pueblo más fresco que ese odioso Albuquerque:

“Estábamos como a unos cien metros de un extraño objeto circular y plateado que parecía haberse clavado en la tierra en ángulo, y a su alrededor ardían varios arbustos y dos o tres árboles se veían como cortados en dos, con los troncos quemados en la parte de arriba. ‘No sé si será un dirigible o qué, pero acá se estrelló alguna cosa’, dijo papá, olvidándose del posible aerolito. Y ya estábamos a menos de veinte metros cuando mi hermano Glenn gritó: ‘¡Es una nave espacial! ¡Son los marcianos!’. En ese mismo instante, todos empezamos a correr y a dar vueltas alrededor del disco plateado, hablando entre nosotros como si estuviéramos medio locos. Y de pronto yo sentí mucho miedo, porque vi a tres criaturas tiradas en el suelo, justo al pie del plato volador. Otra estaba al lado, como sentada, y al vernos se asustó. Dos de las que estaban tiradas, directamente no se movían. Había vendas, y una criatura tenía el brazo vendado. Me arrimé a otra de ellas y vi que tenía una venda en la cintura y otra más en el hombro. La que estaba sentada se puso de pie y me pareció que estaba ayudando a las demás con esas vendas. Una de las que estaba tirada justo al lado suyo respiraba con gran dificultad, y era evidente que sentía mucho dolor. Las otras dos, como dije, estaban inmóviles. En realidad, la única que se movía bien era la que al principio estaba sentada y que ahora retrocedía como si ante nosotros sintiera pánico. Claro, mi familia y yo emitíamos exclamaciones de sorpresa, y mi primo Victor era el más ruidoso: excitado, temeroso y confundido, saltaba de un lado a otro y se metía en todas partes. Mi hermano Glenn intentó sacarlo a los tirones de una rajadura que el disco tenía al medio, donde Victor ya había introducido la cabeza y luego, dispuesto a entrar, metió una pierna adentro mientras la otra colgaba afuera, quedando finalmente a caballito de la abertura. Entonces Glenn le pidió que no entrara porque la nave podía explotar, pero al final imitó a Victor, trepando a la rajadura y sentándose junto a él, con una pierna adentro y otra afuera del increíble objeto. Y yo me quedé ahí, mirándolo todo sin saber qué hacer.

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”Entretanto, papá y mi tío Ted se habían arrodillado junto a la única criatura que se veía físicamente sana (Nota del Editor: el relato no aclara por qué estaba ahí el tal Ted, aunque seguramente se tratara del padre de Victor, anfitrión de los Anderson, ni dónde estaba la madre de Gerald, presumiblemente en casa de Ted con la esposa de éste, preparando el almuerzo mientras los varones salían a pasear por el campo). Mi tío le hablaba en castellano, pero la criatura no respondía y, cuando alguno de nosotros se movía, parecía espantarse, porque retrocedía y levantaba sus manos al unísono, como protegiéndose de cualquier daño que pudieran hacerle. Aunque su uniforme tenía un par de roturas, se veía bien. Sus compañeras, en cambio, estaban muy malheridas y sus uniformes completamente destrozados, como si fueran soldados que volvieran de una terrible guerra. Y sin embargo no noté nada que se asemejara a la sangre. Lo que sí vi fue una caja como de metal cerca de la criatura viva. Pienso que sería un botiquín de emergencia, porque contenía las mismas vendas que cubrían los dos cuerpos inertes, que no mostraban deformidades ni nada parecido.

”No sé cómo me dejaron, pero toqué uno de esos cuerpos: no se movió, estaba muy frío. Y por la manera en que tenía los ojos, como mirando el vacío, me dio la impresión de que estaba muerto. A su lado, la única criatura caída que aún respiraba, aunque muy entrecortadamente, parecía tener mal una pierna, porque se le veía una fractura o algo así. Me pregunté por qué la criatura que estaba sana no tapaba los cuerpos de sus compañeras muertas, como en las películas. Hoy yo creo que nosotros tapamos a nuestros muertos porque nos da miedo mirarlos, pero en aquel entonces pensé que esa costumbre tenía sentido acá en la Tierra, pero quizá no en otro planeta. Y por un momento pensé que eran muñecos, no extraterrestres. Había algo irreal en esas criaturas, y no sólo en las muertas, sino también en la que caminaba asustada, reaccionando mal ante nuestra presencia.

”También recuerdo haber apoyado una mano contra el disco volador: estaba muy frío, como si fuera un refrigerador. Como estábamos en medio de un desierto y bajo un sol ardiente, todo hacía suponer que el objeto debería estar caliente, pero no: estaba helado, como si fuera invierno y uno tocara una superficie de metal. Otro raro detalle que retengo es que las áreas del terreno circundante donde puse la mano también estaban frías, mientras que más allá y a todo nuestro alrededor hacía muchísimo calor. Lo que digo, en realidad, es que cerca del disco la temperatura era sensiblemente inferior.

”Pero yo no estaba lejos de la criatura viva, tal vez a un metro apenas, y nunca me acerqué tanto como papá y mi tío, que seguían agachados frente a ella. De pronto, Ted estiró un brazo y le palpó el hombro, como si tratara de consolarla, y esa ves la criatura no retrocedió con temor, con las manos en alto, como antes. Miraba para todos lados y también a cada uno de nosotros, simultáneamente, como tratando de observar y entender a fondo la situación. Y quizá porque la comprendía es que estaba tan asustada. Se comportaba y movía como si fuera un gato rodeado de chicos traviesos, y aun cuando permanecía en calma era notorio que se sentía muy incómoda. A mí esa criatura me miró varias veces.

”Después volví al otro lado del disco porque Glenn y mi primo seguían allí. En realidad, quería saber qué hacía mi hermano, que ahora tenía las dos piernas adentro y estiraba la cabeza para ver qué contenía ese vehículo. Metió tanto la cabeza adentro que se lastimó la cara. Yo también pude ver las cosas que había adentro: parecían componentes electrónicos, como de propulsión, qué sé yo. Estaban todos conectados entre sí por unos cables que colgaban hacia afuera de la rajadura. Algunos de esos cables eran tan finos que volaban al viento como si fueran crines de la cola de un caballo. Tenían luces por todas partes, que titilaban y oscilaban, y cuando la brisa las movía parecían volverse de fuego. Algunas eran rojas y muy luminosas, y otras blancuzcas pero de intensidad fluctuante: por momentos difusas y por momentos brillantes. Adentro, en el centro de la nave y como impresos contra un fondo marrón, había algo así como jeroglíficos de color rosado. También había luces, unas de color verde y otras ámbar, que se apagaban y encendían.

”Claro que yo nunca llegué a meter la cabeza a través de la abertura tanto como mi hermano Glenn, porque él me dijo que adentro hacía mucho frío y que me bajara de ahí. Pero recuerdo que la rajadura sería como de unos tres metros de largo, que iba desde la parte más baja del disco hasta una especie de bóveda en la cima, y que tendría más o menos de un metro de ancho. Su forma era elípticamente vertical, como un doble paréntesis gigante, con la zona más amplía hacia el centro. Se veía como si algo hubiera reventado en el interior, abriendo y doblando el metal exterior, y dejándole bordes muy filosos. También sentí un olor muy fuerte, quizá similar al alcohol puro o algo así, lo que motivó que mi padre le insistiera a mi hermano que dejara de fumar porque corría el riesgo de provocar una explosión.

”En ese preciso instante apareció un grupo de cinco estudiantes universitarios con su profesor, el doctor Buskirk. Su nombre lo he olvidado, pero no por qué estaban ellos ahí: la noche anterior, a unos pocos kilómetros de allí, realizaban una excavación arqueológica y de pronto vieron caer lo que creyeron un meteorito. Entonces se largaron a inspeccionar la región y, al llegar, vieron exactamente lo mismo que mis familiares y yo. Sus reacciones fueron muy similares: primero se sorprendieron y después entraron en un estado de shock. Recuerdo que Buskirk le comentó a papá que él dominaba varios idiomas y que trató de comunicarse con el extraterrestre hablándole en todos ellos, aunque sin ningún éxito. Luego, el profesor intentó hacerse entender por gestos, pero ese esfuerzo también resultó inútil.

”Y entonces otro tipo apareció súbitamente. Yo había remontado la loma y estaba parado junto a los árboles y el plato volador, sobre una roca. Y apareció ese tipo en una camioneta, un modelo viejo con una antena flexible como las de la policía. Caminó hacia nosotros y yo lo encontré parecido a Harry Truman: tenía un aspecto realmente rudo, usaba anteojos, ropa de trabajo caqui y un sombrero de paja. En esos días, hasta los chicos sabían quién era Harry Truman: ¡había derrotado a los alemanes y a los japoneses! Este tipo se parecía a Truman, y se acercó y se puso a hablar con el doctor Buskirk y Ted y mi hermano y mi papá, y dijo haber visto a la cosa desde ‘la playa’. Había estado trabajando allí, y comentó que hacía mapas o algo así.”

En fin, todo hace suponer que este hombre era Barney Barnett.

LA LLEGADA DEL EJERCITO
“Entonces llegó el ejército. Quiero decir: llegó el ejército y empezó el terror. El que daba las órdenes era un pelirrojo autoritario y de malos modales, acompañado por un soldado negro que ejecutaba todo lo que su omnipotente superior le pedía. En cuestión de minutos, aquello se convirtió en una auténtica invasión. Rodearon toda el área y nos apartaron con las culatas de sus fusiles, ordenándonos a los gritos que no abriéramos la boca. A papá le dijeron que si llegábamos a hablar sobre el disco o las criaturas nos iban a buscar y enterrar vivos en el desierto. Y como papá tenía posibilidades de ingresar en la Sandia Corporation, nos dijo que no quería malograr sus antecedentes y nos pidió que les hiciéramos caso a los militares. Yo lo único que dije era que me moría de sed, pero me negaron agua y me gritaron que me fuera de allí. Desde el auto, mientras nos alejábamos, vimos a cientos de soldados a pie o en camiones, y también unos aviones que habían aterrizado en la ruta, que ya estaba cerrada al tránsito.”

La mayoría de los detalles sobre el aterrizaje violento de un aparato desconocido en San Agustín provienen de un hombre que sólo era un chico en el momento del incidente. Y se ha acusado a Gerald Anderson de inventar la historia del accidente y los cuerpos. En 1991, el Fund for UFO Research pagó un examen poligráfico (el famoso “detector de mentiras”) de Anderson. La American Polygraph Association recomendó a un experto residente en la zona, un hombre llamado Robert Riggs, reputado profesional y ex policía dedicado a los exámenes poligráficos durante más de diez años.

Primero, Riggs se reunió a solas con Anderson durante más de una hora para revisar la historia y una enorme cantidad de datos. Una nueva reunión de más de dos horas se dedicó al control de todos los aspectos del relato. Finalmente, conectó a Gerald al detector de mentiras e hizo sus preguntas clave. Al finalizar esta sesión, Riggs informó a Friedman no haber encontrado evidencia de engaño o psicopatología destacable, y que Anderson tenía una memoria sobresaliente.

EL CASO DEL FUNEBRERO
En el verano de 1947, Glenn Dennis era un joven empleado de una casa funeraria de Roswell, Ballard Funeral Home, y contaba con la preparación técnica necesaria para desempeñar sus funciones. Esta empresa tenía un contrato con el Roswell Army Air Field (Campo Militar de Aviación Roswell) para suministrarle servicios mortuorios. Dennis manejaba el coche fúnebre y la ambulancia, tanto en entierros civiles como militares. En muchas ocasiones lo habían llamado para que ayudara a la recuperación de los cuerpos en aviones militares accidentados y para preparar luego su embarque a la base. Dennis estaba familiarizado con la base aérea y “podía ir donde quería”. Fue esta facilidad de acceso a instalaciones de alta seguridad lo que le permitió ver y escuchar más de lo que debía.

En agosto de 1989, Dennis fue entrevistado por Stanton Friedman en Lincoln, Nuevo México, donde era gerente de un hotel turístico. Aunque la entrevista debió realizarse en medio de la tumultuosa celebración del día de Billy the Kid, Dennis pudo de todos modos transmitir la emoción que todavía le causaba su involuntaria participación en el incidente de Corona. Más tarde, en otras entrevistas, agregó mayores detalles.

La fecha era 9 o 10 de julio de 1947. Glenn Dennis todavía no estaba enterado del descubrimiento de extraños restos en la hacienda Foster y no había escuchado nada sobre cuerpos de extraterrestres. Sí había recibido varios llamados telefónicos un poco desconcertantes del oficial encargado de la morgue en Roswell, que era más un administrador que un especialista técnico familiarizado con la manipulación de cadáveres (humanos o no). El oficial quería saber sobre “ataúdes herméticamente cerrados: ¿cuál es el más pequeño que se puede conseguir?”, según Dennis.

“Después quiso saber cuáles eran las soluciones químicas que estábamos usando para las tinas y todo eso. Me preguntó sobre la composición química de la sangre, la descomposición de los tejidos, y qué les pasaba a los tejidos cuando los cuerpos quedaban al sol varios días. Esto es lo que resulta tan interesante. Vea, es por eso que siento que había algo raro, porque no querían hacer nada que pudiera producir... un desequilibrio. Todo el tiempo decían: ‘Muy bien, ¿qué es lo que esto puede hacerle al sistema sanguíneo, a los tejidos?’. Después, cuando me informaron que los cuerpos habían estado en el medio del campo, a mediados de julio, quiero decir que iban a estar tan oscuros como su blazer azul, además de descompuestos, yo les sugerí que [usaran] hielo seco... yo he hecho eso un par de veces.

”Hablé con ellos cuatro o cinco veces en la tarde. Volvían a llamarme haciéndome diferentes preguntas con respecto al cuerpo. Lo que realmente querían saber era cómo mover esos cuerpos. No me dieron ninguna pista de que tenían los cuerpos o dónde estaban. Pero seguían hablando del tema, hasta que al fin les pregunté: ‘¿Qué aspecto tienen los cadáveres?’. Me contestaron: ‘No sé, pero le digo algo: esto pasó hace un tiempo’. Lo único que mencionaron es que habían estado expuestos a los elementos durante varios días.

”Entiendo que esos cuerpos no estaban en el mismo lugar en que encontraron algunos de los otros. Dijeron que los cuerpos no estaban en el vehículo mismo; los cuerpos estaban separados de él por tres o cuatro kilómetros. Hablaron de tres cuerpos diferentes: dos de ellos mutilados y el tercero en condiciones bastante buenas.”

Más tarde ese mismo día (alrededor de las 18 o 19 horas), Dennis llevó a un soldado levemente herido en un accidente a la enfermería de la base, que estaba en el mismo edificio que el hospital y la morgue. Acompañó al hombre al interior del hospital y luego volvió a subir a la ambulancia y rodeó el edificio para ver a una linda enfermera de la Fuerza Aérea que había conocido recientemente. Como de costumbre, estacionó junto a la rampa, al lado de varias antiguas ambulancias militares cuadradas, reliquias de la Segunda Guerra Mundial. Ahí fue cuando las cosas empezaron a ponerse espesas.

“Había dos policías militares parados allí, y yo me bajé y me dirigí a la entrada. No hubiera llegado tan lejos como llegué sí no hubiera estacionado en la zona de emergencia. Probablemente pensaron que venía a buscar a alguien. Las puertas de las ambulancias militares estaban abiertas y adentro había escombros. Un policía militar estaba a cada lado. Yo vi todos esos restos. No sé qué era, pero me di cuenta de que algo pasaba, ésa fue mi primera pista. Lo curioso es que en dos de esas ambulancias había unas piezas que parecían la mitad del fondo de una canoa. No parecía aluminio. ¿Vio cuando se calienta el acero inoxidable? ¿Cómo se pone medio púrpura y después de un tono azulado? (Glenn dijo más tarde que vio una fila de signos irreconocibles, de varios centímetros de altura, en los dispositivos metálicos). Sólo eché una ojeada y seguí mi camino.

”Cuando entré al edificio, noté una actividad inusual. En la sala había ‘pájaros grandes’ (oficiales de alto rango que no reconoció, aunque estaba familiarizado con todo el personal médico local) por todos lados. Estaban todos alterados. Empecé a caminar por el corredor como lo hago habitualmente y había dado unos pocos pasos cuando me paró un policía militar: quería saber quién diablos era yo, de dónde venía, qué estaba haciendo ahí. Le expliqué quién era. Evidentemente, él tuvo la impresión de que me habían llamado para algo. Como sea, me dejó pasar y yo seguí avanzando y fue entonces cuando me encontré con la enfermera: ella participaba de la cosa, estaba de guardia. Me dijo: ‘¿Cómo diablos entraste?’. Le contesté: ‘Como siempre’. Ella exclamó: ‘¡Dios mío, te van a matar!’, y yo: ‘¡No me pararon!’.

”Me acerqué a la máquina de gaseosas para buscar unas bebidas y ahí fue cuando ese coronel grandote, pelirrojo, aulló: ‘¡¿Pero qué está haciendo este hijo de puta aquí?!’. Les hizo una seña a los PM y ¡ahí se armó! Los dos policías me agarraron de los brazos y me llevaron derechito afuera, hasta la ambulancia. Yo no caminé, ¡me cargaron! ¡Y me dijeron que me esfumara enseguida! (No sólo eso, sino que además, según Dennis, lo siguieron hasta la funeraria). Unas dos o tres horas más tarde, me llamaron y me dijeron: ‘Oiga, si abre la boca, ¡no cuenta el cuento!’. Yo simplemente me reí y les contesté que se fueran al infierno!”

Eso fue lo último que escuchó Glenn Dennis de alguien en una posición oficial. No vio a la enfermera hasta el día siguiente; ella parecía muy perturbada. “Me llamó por teléfono y me dijo: ‘Si tenes tiempo, salí. Tengo que hablarte’.” Arreglaron para encontrarse en el club de oficiales para almorzar y, al verla, Dennis pensó que ella estaba al borde de una crisis nerviosa: ¡parecía tan cambiada! “Dios mío, no sé cómo entraste allí”, le dijo la enfermera. “Es espantoso lo que está pasando. ¡No me creerías!” Y Dennis explicó: “Ahí fue cuando ella me dijo que tenían unos cuerpos. Dijo que eran tres cuerpos pequeños; dos estaban muy mutilados, pero había uno en condiciones bastante buenas”.

LA VERSIÓN DE LA ENFERMERA
“Déjame mostrarte la diferencia entre nuestra anatomía y la de ellos. Realmente, parecían antiguos chinos: pequeños, frágiles, sin pelos, dijo ella. Y también que sus narices no sobresalían, que los ojos estaban muy hundidos y las orejas sólo pequeñas indentaciones. Dijo que la anatomía de los brazos era diferente: el brazo era más largo que el antebrazo. Y no tenían pulgares, sino cuatro diferentes... ella los llamó ‘tentáculos’, creo. No tenían uñas, entonces me describió esas cositas como ventosas en las puntas de los dedos.

”Le pregunté si eran hombres o mujeres, si sus órganos sexuales eran como los nuestros. Ella me dijo: ‘No, algunos no los tenían’. Lo primero que se descompone en un cadáver es el cerebro, y después los órganos sexuales, especialmente en las mujeres. Pero pensó que probablemente había sido algo... como que algunos animales... Porque algunos cuerpos estaban muy mutilados.

”Ella dijo que habían sacado los cuerpos de esas cápsulas (las que él había visto en la parte trasera de las ambulancias militares). No estaban en el sitio del accidente, sino a dos o tres kilómetros de éste. Dijo que parecía como si tuvieran sus pequeñas cabinas propias y que la porción inferior de los cuerpos, el abdomen y las piernas, estaba aplastada, pero que la parte superior no estaba tan mal. Me dijo que la cabeza era más grande, y que los ojos eran... diferentes.”

La enfermera tomó entonces un block de recetas y dibujó unos esquemas de lo que le había descripto a Glenn Dennis. Le dio los dibujos, advirtiéndole que los mantuviera en secreto, y él los guardó cuidadosamente. En 1990, Dennis y Stanton Friedman revisaron los viejos archivos de la empresa funeraria, comprobando que todo el material del ex empleado había sido destruido varios años antes. Pero Glenn hizo un bosquejo de lo que podía recordar: “Hasta que congelaron esos cuerpos, el olor era tan insoportable que uno no podía acercarse a treinta metros de ellos sin sentir náuseas”. La enfermera había salido unos minutos de la habitación donde había estado asistiendo a dos médicos, para tomar un poco de aire, y ahí fue cuando se encontró con Dennis. Le explicó que incluso los médicos estaban mareados, y que el olor era tan fuerte que tuvieron que apagar el aire acondicionado para impedir que se propagara por todo el hospital. Pronto desistieron de continuar trabajando en tales condiciones y completaron la preparación de los cuerpos en un hangar.

Después de describir los extraños acontecimientos a Dennis, la enfermera parecía estar al borde de un colapso, de manera que él la llevó en coche hasta las barracas. Nunca la volvió a ver. Sus intentos en ese sentido tropezaron con toda clase de escollos. Primero le dijeron que estaba en otra ciudad, asistiendo a un seminario. Luego, que había sido transferida a Inglaterra. A Glenn le sorprendió que hubiera viajado sin llamarlo para despedirse. Su primera carta fue contestada por ella con la misteriosa promesa de explicarle todo más tarde, pero la segunda volvió con un sello inquietante: “Fallecida”.

LA PELÍCULA: ¿FICCIÓN O REALIDAD?
Se llama Stanton Friedman y es un afamado físico nuclear, pero todo el mundo lo llama Mister Ovni. Su investigación sobre el film de la autopsia ET en una entrevista exclusiva.

Friedman no sólo trabajó para General Electric, Westing-house, General Motors y otras fábricas de sistemas de propulsión espacial, sino que dedicó más de veinte años al estudio de los ovnis. Dio conferencias en más de seiscientas universidades, aparece en congresos y programas de tevé especializados, es consultor gubernamental, autor de cinco libros y productor de una docena de videos sobre el tema, y lanzó un CD-ROM interactivo titulado Ovnis: la historia real.

Su título, Crash at Corona, ya vendió más de 120.000 ejemplares en los Estados Unidos, éxito explicable por ser lo que los expertos denominan “el libro definitivo sobre Roswell”. Friedman estudió el caso durante más de diez años y pasó largos períodos en Nuevo México, rescató una docena de expedientes ultrasecretos públicos y privados, entrevistó a más de cien testigos y familares, y llegó a una conclusión revolucionaria: “La nave extraterrestre y sus ocupantes existieron, y el gobierno norteamericano ocultó la verdad durante casi medio siglo”.

Apenas la empresa británica Merlin Group y su presidente, Ray Santilli, divulgaron secuencias del filme de la supuesta autopsia de los cuatro extraterrestres rescatados de dos discos voladores en Corona, Friedman contactó a Santilli, indagó fuentes serias y habló con el anónimo camarógrafo que habría tomado la película original. Y luego compartió esa investigación y realizó el análisis del filme documental ante un corresponsal de la revista Conozca Más en los Estados Unidos, quien viajó a Fredericton, Canadá, para realizar esta entrevista:



— Friedman, ¿estamos ante un documento increíble o una maniobra comercial?

— Es prematuro dar una opinión categórica, pero sospecho que aquí hay gato encerrado. Por lo pronto, ni yo ni nadie ha visto aún la película entera, que supuestamente dura 91 minutos. La Merlin organizó una premiére en Londres, donde se mostraron partes del filme, del que algunas revistas levantaron las fotos que hoy circulan por el mundo. Curiosamente, a esa función privada fueron invitadas unas sesenta personas, pero ningún experto o estudioso del caso Roswell. Ésas y otras secuencias, generalmente separadas, desfilan ya internamente por algunas cadenas televisivas europeas y americanas, que las están analizando. Además, quienes vieron unos fragmentos no se les mostraron los otros y viceversa. Hay muchas cosas raras aquí...

— ¿Qué está insinuando, Friedman?

— Si la brújula de Santilli estuviera orientada hacia la verdad científica antes que a embolsar millones, hubiera procedido de otra manera y no hubiera abierto tantos paraguas para protegerse de posibles juicios.

— ¿Qué paraguas?
— En el formulario que la empresa distribuyó por fax para comprar el video, por ejemplo, aparecen tres advertencias. Una dice que aunque está comprobado que el celuloide original fue fabricado en 1947, “hoy no podemos garantizar que el contenido fue filmado el mismo año”. Otra establece que aunque los informes médicos sugieren que “la criatura mostrada no es humana, esto no puede ser verificado”. La tercera está dirigida a las estaciones televisivas, alertándolas de que el celuloide no tiene calidad de transmisión. Además, la información que me proveyó Santilli sobre el cameraman y el film es muy contradictoria...

—¿Por qué?

— Primero habló de quince rollos de diez minutos cada uno, luego de catorce rollos de siete minutos, y al final de dieciséis rollos de tres minutos. Además, cuando le pregunté el nombre del camarógrafo, se negó a dármelo alegando razones de seguridad: como el cameraman filmó eso para el ejército y se guardó una copia sin autorización, no sabe si tiene el derecho legal de vender o no el material. Y el tema de copia también me suena a fantasía.

— Explíquese, Friedman.

— Mire, así hablemos de catorce, quince o dieciséis rollos de película, ni yo ni ninguno de los expertos de Roswell podemos imaginar cómo hizo el camarógrafo para esconderlos de los agentes de seguridad que custodiaban la base en aquel momento. Y luego sacarlos de allí sin ser visto... Hay que tener en cuenta que esa cantidad de rollos es un bulto muy grande. ¿Cómo no lo vieron?
EL CAMARÓGRAFO FANTASMA
— ¿Qué sabe del camarógrafo?

— Según Santilli, sus iniciales son J.C., tiene más de 80 años y no está bien de salud. Primero me dijo que vivía en Cleveland, Ohio, y luego en Orlando, Florida. Y últimamente leí en un medio británico que lo “mudaron” a Cincinatti, Ohio. Le insistí a Santilli que me diera el nombre completo para chequear su presencia en el libro Crossroads del ejército, donde figuran todos los funcionarios bajo control de seguridad del Escuadrón 509, donde habría estado trabajando el camarógrafo, pero me dijo que era imposible revelarlo.

— Pero de todos modos usted habló con el camarógrafo, ¿no?

— Hablar con alguien, hablé. Pero no sé si era él, porque él me llamó a mí. Bien pudo haber sido alguien que se hizo pasar por el camarógrafo, ¿no?

— ¿Qué destacaría de ese diálogo telefónico?

— El hombre tenía voz de viejo. Interrumpía su dicción a cada rato con fuertes ataques de tos y reconoció haber recibido 100.000 dólares de anticipo de la Merlin por los derechos del filme. Insistió en que los había aceptado porque quería hacerle un regalo de casamiento a su nieta, y se negó a recibirme en persona alegando motivos de salud y de seguridad, ya que su abogado aún estaba estudiando los vericuetos legales sobre si podían o no vender esa película.

— ¿Cómo interpreta usted todo esto?

— La verdad es que el tipo no me sonó creíble. Entre otras cosas muy dudosas, me dijo que el superior que le había ordenado en Washington viajar a Dallas para filmar la autopsia del extraterrestre era un tal general McMullan. Le pregunté el nombre de pila y respondió que no se acordaba, le exigí la ortografía del apellido y no la sabía...

— ¿Y no dijo cómo el Merlin Group lo encontró a él y la película?

— Sí. Fue por casualidad. La Merlin rastreaba en los Estados Unidos filmes de viejos rockeros como Bill Haley y Elvis Presley, y alguien les recomendó ese camarógrafo, que en los años 50 había trabajado para la Universal News. Se entrevistaron con él y le compraron parte de su stock rockero. Y en esa misma oportunidad, hace unos tres años, el camarógrafo les preguntó si no estarían interesados en un filme de la autopsia de un ET. Lo vieron y se entusiasmaron, claro. Luego Santilli se asoció con el sello discográfico Polygram, que mandó al ejecutivo Gary Schöefield a entrevistar al camarógrafo y a ver el filme. Schöefield salió convencido de que era genunio y recomendó a Polygram que lo comprara. Después la Polygram se retiró del proyecto porque no había pruebas científicas de autenticidad, y Santilli siguió adelante con otros inversores.

— ¿Se hicieron pruebas de emulsión del celuloide?

— Según Santilli, sí. Alega que llamó a la Kodak y que le pidieron que les leyera los códigos marcados en el original, tras lo que dedujeron que el celuloide podía ser de los años 1927, 47 o 67. Santilli me dijo también que había sacado pedacitos del comienzo y el final del celuloide original, y que análisis posteriores en Gran Bretaña concordaron con la estimación de Kodak. Pero yo tomo con pinzas toda la información provista por Santilli, ya que al menos lo pesqué en una gran mentira...

— ¿Cuál?

— Santilli me dijo que la mejor prueba de autenticidad del material era la presencia del presidente americano Harry Truman en la autopsia, quien en ese momento estaba en Dallas. Me pareció raro, pero preferí investigar el dato por mi cuenta. Me pasé dos días en la Biblioteca Truman de Washington, donde me dieron el itinerario de todos sus traslados afuera de la ciudad durante su presidencia, y no encontré ningún rastro de su estadía en Dallas entre julio y septiembre del ‘47.

— ¿Le dijo esto a Santilli?

— ¡Claro! Y entonces él me dijo que en realidad la autopsia se había hecho en junio del ‘47, y que por eso yo no lo había encontrado en los registros de julio. Volví a chequearlo y tampoco hallé nada sobre Truman, Dallas y junio... Cansado ya de tanta falsedad, le exigí a Santilli presentar pruebas de todo lo que decía. Hasta llegué a repartir una hoja a la entrada de la proyección del filme de la autopsia en Londres, donde lo desafiaba a un debate público. Jamás me contestó y no supe más de él. Mis amigos me dicen que está muy enojado conmigo por dudar de su seriedad. No es problema mío. Los científicos tenemos la obligación de poner la verdad por encima de la autoridad y la comercialización.

— ¿Cuáles son las pruebas que usted pedía para elucidar la autenticidad de la película?

— Marca y modelo de la cámara empleada. Tipo de película utilizada y fechas reales de filmación. Informe por escrito de Kodak determinando la antigüedad del celuloide. Copia del recibo de los 100.000 dólares por derechos del filme, nombre completo y documentación de retiro del camarógrafo militar. Papeles que en el ejército norteamericano figuran con las siglas DD 214. Copia de las órdenes militares recibidas por el camarógrafo y nombre de los superiores que le ordenaron filmar la supuesta autopsia del ET.

— ¿Santilli o alguien de la Merlin ofreció alguna de esas pruebas?

— Jamás.
EL CUERPO DEL FILME ES HUMANO
— Pasemos ahora a las imágenes de la película en sí. ¿En qué coinciden o difieren de lo expresado por los testigos oculares?

— Según el testimonio de Gerald Anderson y otros testigos, los ET tenían cuatro dedos, pero en la película aparecen con seis. Y las criaturas eran flacas, pequeñas y con cabeza desproporcionadamente grande, mientras que las del filme lucen gordas y de cabeza chica. Según la enfermera militar que asistió a la autopsia real y le contó los detalles al funebrero Glenn Dennis, los antebrazos de las criaturas eran más largos que los brazos, lo que difiere completamente del ser humano. En cambio, la película revela un antebrazo en proporción con el brazo, como en los humanos. Además, la boca del filme parece más grande que la que recordaron los testigos, y los ojos reales eran mucho más grandes que los que vimos en escena. El ET del filme tiene nariz, mientras que los testigos dicen que los reales apenas tenían dos orificios para respirar. Ah, y los símbolos también son diferentes...

— ¿Qué símbolos?

— En la película aparecen unos símbolos que, según Santilli, pertenecen a un abecedario extraterrestre. Le pedí que me los enviara para analizarlos y... me los mandó. Los sometí al juicio de varios antropólogos, lingüistas y caligrafistas, y la conclusión fue que los jeroglíficos del film son muy similares a los de civilizaciones de la Tierra, especialmente la griega, mientras que los reales son muy diferentes y nadie pudo asociarlos con alfabetos humanos.

— Pero, ¿y cuáles son los símbolos “reales”?

— Nadie los vio, pero surgen de los dibujos del teniente coronel Jesse Marcel en estado de hipnosis. Marcel fue el primer militar enviado por Washington en llegar a Corona, donde días antes se había estrellado la nave extraterrestre. Marcel encontró allí unas varas flexibles y livianas como la madera balsa, a las que trató infructuosamente de doblar, quebrar y quemar, junto a una suerte de papel de aluminio que tampoco pudo quemar, agujerear ni doblar aunque era extremadamente liviano y flexible. Ya retirado del ejército y bajo hipnosis, Marcel dibujó los símbolos que vio en esas varas, que describió de colores púrpura y azul. En base a esos dibujos, mandé fabricar réplicas de las varas y las repartí entre lingüistas de todo el mundo, que llegaron separadamente a la misma conclusión: ninguno de esos símbolos son de civilizaciones humanas antiguas o modernas.
Esta es la conclusión central de Stanton Friedman tras ver un fragmento de 25 minutos de la película que muestra la autopsia de un supuesto extraterrestre:

— Vi el filme en una proyección privada de la red televisiva Fox de Washington, junto a varios expertos del caso Roswell, el físico óptico Bruce McCabbee, del Laboratorio de Investigación Naval, y un médico militar. Y coincidimos en que la criatura que se ve en el filme no es extraterrestre, sino el cadáver de una mujer que habría padecido el síndrome de Turner, una enfermedad que afecta a una de cada 2.500 mujeres.
Esta anomalía surge cuando falta un cromosoma X en la cadena genética, generando efectos laterales como pérdida de senos, acortamiento de estatura, retención de líquidos e hinchazón exagerada del vientre, al punto que parece que las mujeres están embarazadas. Otra característica de esta enfermedad es que las orejas, la nariz y los ojos se van hundiendo paulatinamente hasta casi ser absorbidos hacia adentro.
— Resumiendo, doctor Friedman, ¿cuál es su opinión final sobre esta película?

— Creo que la autopsia es real, pero no de un extraterrestre, sino de un ser humano de sexo femenino que murió por síndrome de Turner. Desde ese punto de vista, la película no es falsa. Lo que sí es falso es vincularla con los cuerpos extraterrestres hallados en Nuevo México.
UN WATERGATE CÓSMICO
Así llama Friedman al encubrimiento gubernamental de los dos discos voladores caídos en julio de 1947, y del hallazgo, traslado, autopsia y conservación en un lugar secreto de los cuatro cuerpos ET recuperados.

— El gobierno posee un mínimo de 400 documentos sobre ovnis que se niega a entregar alegando motivos de seguridad nacional. Lo curioso es que, forzado a mostrar algunos de ellos por el Freedom of Information, que lo obliga a publicar documentos confidenciales a los treinta años, éstos han sido entregados con tantas tachaduras que es imposible leerlos. Y Roswell ya es el acabóse. Después que la base militar local emitió un comunicado de prensa anunciando que el ejército había encontrado un plato volador y navegantes ET, Washington hizo desaparecer las pruebas y anunció que era sólo “un globo meteorológico”.

— Pero, ¿por qué el gobierno norteamericano quiere ocultar los ovnis y la vida extraterrestre?

— Para “proteger” a los ciudadanos del pánico y el suicidio masivo, dicen. Pero ojo, que cuando surja la verdad el pueblo dejará de confiar en sus gobernantes y ellos sufrirán un efecto boomerang. No veo por qué los terrestres debamos enloquecer al enterarnos de que existen los ET. La verdad siempre es mejor que la mentira para enfrentar cualquier situación, por más extraña y compleja que ella sea.