martes, 16 de marzo de 2010

La culpa es de la vaca


Empuja la vaquita

Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:

—En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:

—Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:

—¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían.

Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita:

— ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre le respondió:

—Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

martes, 9 de marzo de 2010

La otra Realidad

Albert Einsteín dijo alguna vez que el universo está constituido por cuatro dimensiones: las tres físicas que todos conocemos, y la cuarta, que todos pasamos por alto, es el tiempo.

Pero no sólo mencionó el paso del tiempo como la cuarta dimensión, sino que dedujo que el universo, como el resultado de la conjunción de espacio/tiempo, es curvo y no lineal. Por lo tanto, en algún momento, esta curvatura (que, para describirla en términos gráficos, la catalogaremos como una espiral), tiene alternancias en diversos planos; si somos fieles a esta teoría y, como dijo el genio del peinado extravagante, tuviéramos los elementos adecuados, podríamos hacer viajes en el tiempo. Y no sólo a una realidad alterna anterior, sino a un número infinito de realidades. Entonces, por simple deducción, podemos coludir que existen muchos universos, no sólo éste en el que vivimos. La vieja religión, desde hace miles de años, nos presentó esto, en una forma menos científica pero de igual trascendencia; vivimos en un universo de tantos que existen, en un plano de realidad en la que estamos atascados, pero de la que podemos escapar. Con respecto a las cuatro dimensiones, la religión pagana va mucho más allá, pues afirma —y pido disculpas al lector por no poder explicar lo que a continuación escribo, pues mi limitada inteligencia no me permite entenderlo— que existen seis dimensiones. Carl Sagan, hijo predilecto de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, y uno de los más reconocidos físicos de nuestra era, nos explicó la posibilidad de la existencia de la cuarta dimensión física en términos comprensibles: una línea tiene una sola dimensión, pero si la proyectamos a 90 grados, tenemos por resultado un cuadrado, plano de dos dimensiones; si este plano lo volvemos a proyectar una vez más a 90 grados, nos encontramos con un cubo de, figura geométrica de tres dimensiones. El físico afirmaba que, en la cuarta dimensión, podríamos proyectar este cubo nuevamente para lograr una forma a la que bautizó como "teseracto". Sinceramente, no imagino qué sucedería si llegásemos a la quinta o sexta dimensión.

La brujería nos dice que no sólo existen varios universos temporales, pues también habla de varios planos transmigratorios del alma, o reencarnación. Con el auge del hipnotismo en la psicología moderna, hay gente que afirma haber reencarnado hasta 2000 veces. La antigua tradición nos dice algo completamente diferente; en este plano de realidad, el alma transmigra únicamente seis veces, y en cada una de ellas, el individuo debe realizar ciertas actividades y aprender ciertas cosas, dependiendo de cada persona. Algunas requieren sólo cinco reencarnaciones para pasar al siguiente nivel, mientras que otras necesitan siete o más, dependiendo de su desempeño en la vida. Haciendo una comparación muy simple, estas "graduaciones" son como asistir a la escuela, donde cada año escolar hay que aprobar cierto número de asignaturas para continuar en el siguiente año. Así, en estas vidas subsecuentes, el alma inmortal se fortalece y llega al punto necesario para emigrar al siguiente plano. Entonces, haber vivido 2000 vidas "que, bajo hipnosis, puede ser que estas vidas sean el producto de sueños o deseos frustrados", sería como necesitar 20 años para terminar la primaria. Es por esto que la brujería afirma que si en nuestra vida hay un problema recurrente, con toda seguridad es la resolución de éste nuestra labor para pasar a la "siguiente vida". Y es también que el culto nos dice que el suicidio es un acto de suma inutilidad, pues no sólo es doloroso para parientes y amigos, sino que el individuo no ha aprendido nada y regresará una vez más para resolver lo que no pudo en su vida anterior.

Tomando en cuenta que cada individuo tiene cierta misión que cumplir de este mundo, la naturaleza se encarga de que esto sea llevado a cabo por medio de un curioso sistema: alrededor de un sexto de la población mundial (algunos paganos afirman que más, pero este es el sentir general) está a cargo de que las cosas se desarrollen como deben de ser, sin estar siquiera enterados de ello; estas personas son conocidas como "guías". El resto de la gente hace lo que viene a hacer en este mundo con toda naturalidad, y son conocidas como "Pivotes" porque la realidad "pivotea" a su alrededor. Estos dos tipo de personas constantemente interactúan en situaciones de realidades encontradas conocidas como "encrucijadas", donde dos o más acontecimientos se cruzan para dar por resultado un evento importante para uno o más individuos. Por dar un ejemplo: un hombre cuya misión en la vida aún no ha sido concluida se dirige en automóvil hacia su casa sin saber que podrá verse envuelto en un accidente de tránsito en el que quizás pierda la vida; esta es la encrucijada. Mientras tanto, un conductor de camión, con posibilidades de estar involucrado en ese accidente, está tomando un café. Él es el pivote.

La mesera que le sirve el café flirtea con él, lo que hace que el chofer decida ordenar otra taza de café, quedarse más tiempo en el restaurante, y así evitar estar en el lugar del accidente, el cual ya no sucede. La mesera es la guía.

Así que la próxima vez que tengas ganas de hacer algo sin una razón específica, piensa que, tal vez, el orden de las cosas esté tomando el curso correcto y te empuje a ser el guía que alguien en este mundo necesita.

La naturaleza, dicen los brujos, tiende a ordenarse y abrirse paso ella misma, y no podemos más que aceptar los acontecimientos de este cansado planeta como hechos de una realidad que nos envuelve y cobija como la madre que es para nosotros. Habrá que confiar en ella.


Mauricio León Valle
Acento X, Unomásuno.