jueves, 13 de marzo de 2008

13 DE MARZO DE 1325: FUNDACIÓN DE LA GRAN TENOCHTITLAN


La tradición de los viejos afirmaba que su dios, el numen tutelar Huitzilopochtli, les venía hablando, señalándoles el camino que habrían de seguir: Yo les iré sirviendo de guía, yo les mostraré el camino.

Al venir, por todas partes eran reprendidos. Así en ninguna parte pudieron establecerse, por todas partes eran perseguidos. Vinieron a pasar a Coatépec, a Tollan, a Ichpuchco, a Ecatépec, luego a Chiquiuhtepetitlan. Enseguida a Chapultépec donde vino a establecerse mucha gente. Pero México no existía todavía. Aún había tulares y carrizales, donde ahora es México.

Llegaron entonces allá donde se yergue el nopal. Cerca de las piedras vieron con alegría cómo se erguía un águila sobre un nopal. Cuando el águila vio a los azteca,
Inclinó su cabeza. De lejos estuvieron mirando al águila, su nido de variadas plumas preciosas.

De las siete tribus nahuatlacas que partieron de Chicomoztoc, los azteca fueron los últimos en llegar al Valle de México. Chicomoztoc significa lugar de las siete cuevas. De Aztlán, lugar de las garzas, salieron los azteca, la tribu más pobre, para iniciar una larga peregrinación por mandato de su dios. Huitzilopochtli prometió a los aztecas guiarlos hacia la tierra en donde habrían de asentarse definitivamente.

Los azteca, antes de llegar al Valle de México, pasaron por numerosos lugares, entre ellos Michoacán, Jalisco, Coatepec, Zumpango, Xaltocan, Ecatepec, para asentarse, en una primera instancia, en Chapultepec. De Chapultepec, los azteca fueron arrojados por los pueblos vecinos: colhua, tepaneca, xochimilca según parece, porque los mexica salieron a buscar prisioneros para sacrificar a su dios con motivo de la fiesta del fuego nuevo. Tras la derrota azteca, los señoríos aliados: Culhuacan, Azcapotzalco y Xaltocan, tomaron sus propios cautivos y correspondió a los de Culhuacan quedarse con la mayor parte de la tribu, la que fue sujeta a servidumbre.
Los aztecas solicitaron del señor de Culhuacan un lugar donde asentarse por orden de su dios Huitzilopochtli, sin importar que éste fuera bueno o malo. Con el aparente favor del señor de Culhuacan, quien consultó con el consejo, el que le era adverso a los solicitantes, los aztecas pudieron establecerse en Tizapán. Tizapán significa: lugar de las víboras venenosas y según la leyenda, el señor de Culhuacan, otorgó a los azteca dicho lugar con la intención de que éstos fueran exterminados por las serpientes. Huitzilopochtli, siempre atento a las necesidades de su pueblo, les enseñó como cazarlas y domesticarlas con el fin de que les sirviera de alimento. Con el objeto de obtener su libertad y siendo tributarios del señor de Culhuacan, los azteca lucharon contra los xochimilca de quienes entregaron, en señal de victoria y valor, costales cuyo contenido eran las orejas de los prisioneros.

Los azteca solicitaron al señor de Culhuacan les cediera a su hija para convertirla en diosa a lo que accedió con la certeza de que su hija sería objeto de veneración con las correspondientes ceremonias rituales. Siguiendo las órdenes de su dios Huitzilopochtli, la doncella fue sacrificada y su piel y ropajes fueron el atuendo de uno de los sacerdotes. El señor de Culhuacan fue invitado para asistir a la ceremonia de entronización a diosa de su hija, pero al darse cuenta de la realidad mandó a sus guerreros contra los azteca. Los azteca lograron huir rumbo a Iztapalapa para continuar su marcha y refugiarse en un islote al occidente del lago de Texcoco.

Según la leyenda, los azteca encontraron por fin, en ese islote, la señal prometida por su dios: sobre una peña crecía un nopal y sobre éste se posaba un águila devorando una serpiente... ahí se establecerían, ahí se fundaría la gran Tenochtitlan.

A los azteca se les llamaba los hombres sin rostro por no poseer una tradición cultural, la que después crearía Tlacaélel, dándole a la tribu un origen tolteca. Los azteca, plural de aztécatl, en honor a su caudillo Tenoch, usaron también el nombre de tenochca y llamaron a su ciudad Tenochtitlan. De acuerdo con los Anales de Cuauhtitlán, la peregrinación azteca tuvo una duración de trescientos dos años.

Presagios de la venida de los españoles

Diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamígera, muy encendida, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centellaba en tanta espesura que parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ellas salía, hacia tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. La cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar el cielo en figura piramidal. La cual aparecía a la parte del medio día y de media noche para abajo hasta que amanecía, y era de día claro que con la fuerza del Sol y su resplandor y rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana, acaeció el año de 1517.

Y cuando esta abusión y prodigio se veía, hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos en señal de gran espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer. Todos estos llantos y tristeza iban acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos humanos como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, así como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, así crecían los géneros de sacrificios y supersticiones

Con esta tan grande alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña novedad, procuraban saber por adivinos y encantadores qué podrá significar una señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Hase de considerar que diez años antes de la venida de los españoles, comenzaron a verse estas señales, mas la cuenta que dicen de doce casas fue el año de 1517, dos años antes que los españoles llegasen a esta tierra.

El segundo prodigio, señal, agüero o abusión que los naturales de México tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual le llamaban el templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que está en el barrio de Tlacateco. Fue tan grande este incendio y tan repentino, que se salían por las puertas de dicho templo llamaradas de fuego que parecía llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió todo, sin poderse remediar cosa alguna "quedó deshecho", lo cual, cundo esto acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería, llamando y diciendo las gentes: "¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa y con presteza con cántaros de agua a apagar el fuego", y así las más gentes que pudieron acudir al socorro vinieron. Y cuando se acercaban a echar el agua y querer apagar el fuego, que a esto llegó multitud de gentes, entonces se encendía más la llama con gran fuerza, y así, sin ningún remedio, se acabó de quemar todo.

El tercer prodigio y señal fue que un rayo cayó en un templo idolátrico que tenía la techumbre pajiza, que los naturales llamaban Xacal, el cual templo los naturales llamaban Tzonmolco, que era dedicado al ídolo Xiuhtecuhtli, lloviendo una agua menuda como una mullisma cayó del cielo sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho templo. Lo cual asimismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy mala señal, y se quemó y abrasó todo.

El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente "que corrían hasta Oriente", con toda fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes.

El quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno, la cual hervía y rehervía y espumaba en tanta manera que se levantaba y alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las cubrió y del todo se anegaron.

El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros: ¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder... e otras veces decía: Oh hijos míos ¿a dónde os podré llevar y esconder...? (El texto parece preferirse a Cihuacóatl que gritaba y lloraba por la noche. Es éste uno de los antecedentes de la célebre "llorona").

El séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas y piratas o canoístas cazadores, cazaron una ave parda a manera de grulla, la cual incontinente la llevaron a Motecuhzoma para que la viese, el cual estaba en los Palacios de la sala negra habiendo ya declinado el sol hacia el Poniente, que era de día claro, la cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de la forma de un espejo redondo muy diáfano, claro y transparente, por la que se veía el cielo y los mastelejos "y estrellas" que los astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vio Motecuhzoma le tuvo gran extrañeza y maravilla por gran agüero, prodigio, abusión y mala señal en ver por aquella diadema de aquel pájaro estrellas del cielo.

Y tornando segunda vez Motecuhzoma a ver y admirar por la diadema y cabeza del pájaro vio grande número de gentes, que venían marchando desparcidas y en escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra,y batallando unos contra otros escaramuceando en figura de venados y otros animales, y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos que eran tenidos por sabios. Habiendo venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habéis de saber mis queridos sabios amigos, cómo yo he visto grandes y extrañas cosas por una diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña que jamás otra como ella se ha visto ni cazado, y por la misma diadema que es transparente como un espejo, he visto una manera de unas gentes que vienen en ordenanza, y porque los veáis, vedle vosotros y veréis lo propio que yo he visto.

Y queriendo responder a su señor de lo que les había parecido cosa tan inaudita, para idear sus juicios, adivinanzas y conjeturas o pronósticos, luego de improviso se desapareció el pájaro, y así no pudieron dar ningún juicio ni pronóstico cierto y verdadero.

El octavo prodigio y señal de México, fue que muchas veces se aparecían y veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales los llaman Tlacantzolli ("hombre estrechados" o como nota Muñoz Camargo, "dos hombres unidos en un cuerpo"). Y otras veían cuerpos, con dos cabezas procedentes de un solo cuerpo, los cuales eran llevados al palacio de la sala negra del gran Motecuhzoma, en donde llegando a ella desaparecían y se hacían invisibles todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir el fin y que todo el mundo se había de acabar y consumir, de que habían de ser creadas otras nuevas gentes e venir otros nuevos habitantes del mundo. Y así andaban tan tristes y despavoridos que no sabían que juicio sobre esto habían de hacer sobre cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas y oídas.

En 1518 fue anunciado Motecuhzoma de la presencia en costas veracruzanas de hombres desconocidos, blancos y barbados a bordo de grandes naves. Estos eran los hombres pertenecientes a la expedición de Juan de Grijalva que exploraban las costas del continente. Motecuhzoma le envió emisarios con grandes regalos de oro para demonstrar su riqueza y poder.

Cuando llegó Hernán Cortés a las costas mexicanas en 1519 Motecuhzoma sumió en gran depresión y angustia. Un día, se dice, tomaba la decisión de recibir a los extranjeros y colmarlos de regalos, y al día siguiente se decidía por exterminarlos de inmediato. Por ello la actitud de Motecuhzoma hacia ellos, dicen las fuentes españolas y franciscanas, fue siempre incierta y contradictoria, pues por un lado les atacaba a través de intermediarios y les enviaba mensajes persuadiéndoles de no entrar a la ciudad de Tenochtitlán; y por otro lado les enviaba presentes cada vez mas ricos y se ofrecía a ser vasallo de su Rey con tal que no llegaran a su ciudad. Logrando únicamente aumentar la codicia e interés de Hernán Cortés y sus hombres por alcanzar tan rica ciudad y conocer a tan poderoso "emperador".

Motecuhzoma esperaba el avance de Cortés hacia la ciudad de México, pues se enteraba enseguida por sus espías y embajadores a través del sistema de corredores mensajeros, que llegaban en un día y una noche de Veracruz a la ciudad de México (422 km). Y cuando se entera que Cortés se encontraba en el país de Tlaxcala, estableciendo alianzas con sus enemigos, Motecuhzoma decidió enviar una embajada para mantenerse cerca de Cortés, e incluso parece que llegó a pedir fuera sin demora a Tenochtitlán, en su urgencia por retirarlos de Tlaxcala.

Al regreso de dichos embajadores del Tlatoani de los mexica, Cortés probablemente envía con ellos a Pedro de Alvarado y a Bernardino Vázquez de Tapia para entrevistarse con Motecuhzoma en Tenochtitlán. Estos les condujeron por Cholula a Texcoco, donde Motecuhzoma envió a recibirle un contingente de principales señores de la nobleza, entre ellos un hijo suyo y Cuitláhuac, señor de Iztapalapa y hermano suyo (y probablemente incluso Motecuhzoma mismo, pero incognito), quienes excusaron a el diciendo que se encontraba enfermo y que no podía recibirles, además solicitaban que no entraran a la ciudad por causa de los malos caminos y la falta de recursos para la manutención del ejército español.

Al llegar a Cholula, población bajo el dominio mexica, según algunos autores Cortés se entera de que Motecuhzoma había prohibido a los cholultecas prestar ayuda a los españoles y que había enviado tropas de entre muchos mil hombres que se mantenían escondidas a poca distancia de Cholula esperando cercar a los españoles en la ciudad y acabarlos por completo. Sin embargo esto nunca fue comprobado. Sea como sea Cortés optó por hacer un terrible escarmiento, recordado por la historia como la matanza de Cholula. En este acto murieron muchísimos cholultecas y es una de las acciones más cuestionadas a cerca de la actitud de Cortés. Quizas estaba también la condición para la ayuda importante de los tlaxcaltecas.

Durante la masacre, los emisarios de Motecuhzoma permanecieron en sus aposentos aterrados y desconcertados. Al concluir el episodio, Cortés les dijo que se había enterado por los cholultecas que Motecuhzoma había ordenado emboscarles, y que por ello ya no entraría a Tenochtitlán como amigo, sino como enemigo y que haría estragos terribles. Los emisarios dijeron no saber nada del asunto y solicitaron permiso para enviar a un mensajero y averiguar la verdad del propio señor de Tenochtitlán.

Al saber esto el Tlatoani montó en cólera. El escarmiento de Cortés había funcionado, los sobrevivientes llegaban poco a poco a Tenochtitlán contando historias de la fiereza y poder del ataque español y pronto toda la ciudad cayó en la desesperación. La nobleza tenochca se encontraba dividida, pues algunos querían a toda costa impedir que Cortés entrara en la ciudad, entre ellos Cuitláhuac, próximo sucesor de Motecuhzoma, otros, entre ellos el mismo Motecuhzoma, se inclinaban por permitir la entrada de Cortés y su ejército a la ciudad, y una vez dentro tenerles en sus manos y en caso necesario o para vengarse por la matanza de Cholula destruirles por completo. Se dice en las fuentes que encerraba en su palacio, casi no hablaba y comía muy poco, pero parece seguro que Motecuhzoma, el señor poderoso del mundo azteca, no tenía miedo.

Los españoles continuaron su avance a la ciudad de Tenochtitlán el 1 de noviembre de 1519. Por la excursión de Diego de Ordaz al Popocatépetl, Cortés se entera que el camino mas corto y más seguro era subir entre los dos "volcanes" y decide tomar esa ruta. Llegan a Chalco, Amecameca, Ayotinco, Mixquic e Iztapalapa. Los enviados de Motecuhzoma siguen llegando con presentes. El martes 8 de noviembre pasan por la calzada de Iztapalapa que conduce al centro de la isla. Y en algún lugar del actual centro de México (algunos autores como José Luis Martínez afirman que fue junto al Hospital de Jesús) se realiza el primer encuentro entre Motecuhzoma y Cortés.

Iba Motecuhzoma acompañado de 200 señores, descendió del palanquín en el que era transportado y se dirigió a Cortés. Este se acercó al monarca en su caballo, descendió de él y trató de abrazarlo, lo que fue impedido por los acompañantes de Motecuhzoma.

Entonces Cortés le echa al cuello un collar de cuentas de vidrio y Motecuhzoma le pone un collar de caracoles dorados y camarones de oro.

Después Motecuhzoma dirige a los españoles a instalarse en el palacio de Axayácatl, situado a un costado del Templo mayor. Al día siguiente, Cortés se dirige a visitar a Motecuhzoma junto con sus hombres mas principales. Explica entonces la grandeza del Rey de España y Emperador de Alemania Carlos V, de los beneficios de hacerse al cristianismo, mientras Motecuhzoma le escuchaba y les colmaba de regalos.

Pasados pocos días en los que los españoles repostaron fuerzas, Cortés se entera que Cuauhpopoca, señor de Nautla y vasallo de Motecuhzoma había emboscado a Juan de Escalante, su lugarteniente en Veracruz y a seis españoles más. Parece que Motecuhzoma trato de cortar la retirada a los españoles. Por ello, Cortés solicita el 14 de noviembre audiencia con el Tlatoani, en donde le cuenta lo sucedido y le pide lo acompañe al alojamiento de los españoles sin hacer mayor exclamación o titubeo. Motecuhzoma se resiste y pone una serie de argumentos en su defensa, ofrece a dos nobles como rehenes en su lugar, pero Cortés lo amenaza y finalmente Motecuhzoma acepta acompañar a los españoles, donde pronto se acostumbró a su presencia y compañía.

Este fue su falta crucial .

Al llegar la delegación enviada por Motecuhzoma trayendo cautivo a Cuauhpopoca, sus hijos y quince caciques más, fueron entregados al Tlatoani cautivo, quien a su vez los entregó a Cortés. Los prisioneros declararon ser vasallos de Motecuhzoma, pero que no habían actuado por su voluntad. Cortés los hizo quemar vivos en hogueras hechas con las propias armas mexicas, y puso grilletes sobre los pies de Motecuhzoma para humillarle y quitárselas después de la ejecución. Después de estos actos, Motecuhzoma perdió toda su fuerza y poder, se volvió sumiso, dócil e indeciso, se entregó a los españoles como prisionero, solo vivía con ellos. Les obsequiaba joyas y muchachas, jugaba con ellos a juegos aztecas y castellanos.

Es en este momento llega Pánfilo de Narváez a costas veracruzanas. Motecuhzoma es comunicado de inmediato, y éste lo transmite a Cortés, esperando deje la ciudad y regrese con su rey con estas nuevas embarcaciones. Pero Cortés decide salir a enfrentar a Narváez y deja al frente de la ciudad y al cuidado del Tlatoani a Pedro de Alvarado.

Por estas fechas, los mexicas celebraban una gran fiesta, por lo que Motecuhzoma pidió permiso a Cortés para comenzar los preparativos, y éste aceptó. Al quedarse Alvarado al frente comienza un episodio en el que había mucho movimiento en la ciudad, atribuido a las preparaciones del festival, pero que sin embargo fue interpretado por los tlaxcaltecas como preparativos para matar a los españoles y sus aliados. Alvarado mismo dirá en su juicio de residencia, al ser cuestionado sobre sus acciones en este momento, que él mismo vio grandes palos que colocaban en la plaza, y que al preguntar para qué eran, un anciano le contestó que ahí pondrían las cabezas de los españoles. El nerviosismo crecía, los rumores se hacían mas fuertes y la fiesta se acercaba. Así, llegado el día de los festejos, Alvarado decide hacer una masacre con los participantes y así dar un escarmiento a los mexicas (quizá tratando de imitar la actuación de Cortés en el episodio de Cholula ), acción que enfurece a los habitantes de la ciudad quienes ofrecen gran resistencia y los españoles logran pertrecharse de nuevo en el palacio de Axayácatl donde son sitiados. Los tenochcas se habían confederado con su rival Tlatelolco y habían decidido terminar con los españoles.

Al enterarse Cortés de esta sublevación, se dirige a toda prisa de regreso a Tenochtitlán, donde al parecer llega y encuentra la ciudad desierta, logra entrar al palacio de Axayácatl y encontrar al resto de su contingente español, y comienza a pedir explicaciones. Sin embargo esta relativa calma era solo para permitir su entrada en el palacio para cercar ahora a todos los españoles dentro de él. Las batallas eran constantes, los gritos y tambores no cesaban en todo el día, en las noches los indígenas se retraían a curar sus heridas, alimentarse y restaurarse.

Cortés no sabía como iban a salir, pues los mexicas luchaban con fiereza sorprendente. Por ello, decide recurrir a Motecuhzoma, y le pide que calme a su gente y les permitan salir del palacio, por lo que éste sale a una de las terrazas del palacio para dirigirse a su pueblo, donde es apedreado por sus vasallos. Las crónicas dicen que poco tiempo después Motecuhzoma muere por una pedrada que recibe en la cabeza, muriendo a los tres días, al parecer de tétanos.

Sin embargo, existen versiones más versosimiles que afirman que los conquistadores le mataron una vez que vieron que los mexicas eran ahora liderados por otros señores y que tenían que fugarse de la ciudad pronto y a toda costa. Cortés y sus capitanes calculaban que en este caso sería muy difícil impedir la liberación del Tlatoani.

La noche del 30 de junio de 1520 Cortés decidió abandonar sus preciada conquista. Ordenó sus gentes y repartió el tesoro; a la vanguardia marchaban Sandoval y Ordaz; en el centro Cortés y Olid, quienes conducían a los prisioneros indígenas de los fuertes (los hijos de Moteuhzoma y Cacamatzin entre otros) doña Marina y la hija de Xicoténcatl; Morla custodiaba el animal que conducía el tesoro que habría de perderse: más de ciento treinta y dos mil pesos en oro y joyas calculados en valor de la época; en la retaguardia Velázquez de León —que esa noche habría de morir a manos de los indígenas— y Alvarado Tonatiuh, a quien Cortés le impuso esa peligrosa posición como un castigo por lo del templo mayor. Por último marchaban en apretadas filas los indígenas de Tlaxcala.

Cortés había hecho construir pontones móviles de madera para atravesar las cortaduras de la calzada despojadas de sus puentes. Había escogido la calzada de Tlacopan por ser la más corta y la única sólo parcialmente demolida por los mexicanos.

Repartió los joyeles restantes entre los soldados, el oro, la plata y el jade, "porque sólo apetecían el oro y los chalchihuites —dice el indígena Cristóbal del Castillo traducido por el padre Pichardo—, y al punto los españoles llenaron de oro sus talegas hasta la boca, de suerte que ninguno hacía caso de las armas, sino de llevarse o cargarse de mucho oro". El peso del metal y de la piedra preciosa, el jade, habría de dificultar a los soldados españoles su huida en aquella noche lluviosa, y la ambición de riqueza habría de cavarles su propia tumba; pero a los que pudieron salvar algo de oro se los habría de arrebatar Cortés a la llegada a Tlaxcala.

Una noche de neblina, de oscuridad y lluvia fue aquella del 30 de junio, que en el recuerdo de los españoles quedó imborrablemente como la Noche Triste —que la llamara Gómara— o la Noche Tenebrosa, que dijeron los documentos inmediatos al desastre. Al punto de la medianoche, Cortés dio la señal de partida y la consigna de silencio. Nadie hablaba, nadie osaba dirigir la palabra, arrastraban silenciosa y penosamente sus pies en el fango, marchaban vigilando el relincho de las bestias. Así pasaron tres trajos, pero al llegar al cuarto —en lo que hoy es la avenida Hidalgo—, al canal llamado Tolteca Acaloco, una anciana mexica que tomaba a esa hora agua con un cántaro sintió la huida de los extranjeros y gritó a los suyos:

—¡Mexicanos, venid aprisa, corred que ya se salen nuestros enemigos! ¡Ahora, ahora que es de noche se van fugitivos!

En ese momento se oyó otro grito, el de un sacerdote del templo de Huitzilopochtli, y su grito fue acompañado del lúgubre tañido de los teponaxtles y huéhuetls: "¡Oh caudillos, oh mexicanos, nuestros enemigos salen, acudid sobre las lanchas de guerra y a los caminos!"

En pocos minutos hirvió de lanchas de guerra la laguna mientras las azoteas se erizaban de guerreros armados de espadas, arcos y lanzas; los caminos fueron cortados por una multitud cuyos gritos de combate llenaban de angustia a la columna fugitiva. Las macanas de puntas de obsidiana, las navajas de sílex, las hondas y sus arcos empezaron la macabra tarea.

El pontón de madera había quedado inutilizado y hubo que atravesar el canal de los Tolteca utilizando una viga milagrosamente olvidada por los indígenas, pero los caballos se resbalaron y la confusión pronto se apoderó de la columna. La derrota y la confusión se hicieron más angustiosas: los españoles se precipitaron a las aguas, pero sólo algunos alcanzaron la otra orilla; los más encontraron su muerte en las aguas o arrastrados por mexicanos, que los arrebataban de los suyos para el sacrificio de guerra. Finalmente, el canal fue cubierto de seres humanos muertos y de caballos, hasta que "los últimos atravesaron a la otra orilla encima de los hombres y encima de los cuerpos", dice dramáticamente Sahagún (Libro XII).

Y en medio de la oscuridad, sólo interrumpida por los relámpagos de la lluvia, se oían únicamente los gritos de guerreros victoriosos de México, el llanto de los fugitivos, los alaridos de triunfo de los tlamacazque aztecas y las maldiciones de los españoles que invocaban a Dios y a Santa María. El tesoro conducido por Morla se perdió y el propio jinete encontró la muerte. Los prisioneros hijos de Moctezuma fueron muertos por los suyos y Cacamatzin cayó en la confusión de la batalla encontrando la muerte en aquella Noche Tenebrosa después de una digna prisión en el palacio de Axayácatl.

Más de cuatrocientos españoles y la casi totalidad de los indios tlaxcaltecas desaparecieron (el término es exacto, de más de mil tlaxcaltecas aliados sobrevivieron apenas un centenar). Se perdieron la artillería y la pólvora, salvándose una escasa veintena de caballos. Cuando los extanjeros llegaron a Tlacopan (Tacuba), ya en tierra firme, y en los patios circundantes de la pirámide del lugar Cortés recapituló sobre el desastre, quiere la historia que llorara amargamente. Y "¿quién no llorara —dice Gómara— viendo la muerte y estragos?" El conquistador perdía, añade nuestro cronista, amigos, tesoro y poder, con la imperial ciudad el reino entero; lloraba Cortés, además, la incertidumbre de la lealtad de sus aliados de Tlaxcala. Si era recibido en son de guerra en aquella provincia, el corto número de supervivientes encontraría su tumba en aquellas extrañas y fascinantes tierras.

Se dice que lograron salvarse los soldados que prefirieron deshacerse de las joyas y oro que cargaban, en tanto que muchos de los que iban lastrados por armadura de acero, barras de oro y joyas murieron ricos. Pero también hay aquí algo de leyenda: en una batalla nocturna sobre una calzada estrecha trazada sobre el agua y atacados por miles de enemigos, a la vez por ambos flancos y por la retaguardia, la salvación sólo pudo proporcionarla el valor o la fortuna. El mismo Alvarado fue salvado por Martín de Gamboa que lo subió a la grupa de su caballo y que declararía luego que éste llevaba únicamente una armadura de algodón de confección mexica y su espada toledana al cinto(La yegua de Pedro de Alvarado , al igual que muchos otros, fue muerta en la calzada de Tacuba durante la huída de Tenochtitlan, salvándole la vida al conquistador, que apenas pudo alcanzar el extremo opuesto de la calzada al ser retirado el puente que la conectaba. Esto gracias al gran salto que dio la yegua y a la lanza en la que se apoyó para librar la distancia que aún lo separaba de la orilla. A este punto de la calzada de Tacuba aún se le conoce como Puente de Alvarado). Hombres y caballos se ahogaron en las acequias y pozas, se perdió la artillería, los indios aliados de Cortés fueron masacrados y la mitad de la tropa española quedó muerta y heridos casi todos los demás (Bernal Díaz del Castillo afirma que murieron seiscientos cristianos, más de la mitad de la hueste de Cortés). Se afirmó que el 90% del producto del saqueo del tesoro de Moctezuma se perdió (lo más probable es, sin embargo, que se salvara una cantidad mucho mayor que iría sin duda a parar en las bolsas de los conquistadores, dando así comienzo a una tenaz y razonable tradición de autodefensa americana: engañar a la Hacienda Pública).

Muerto Moctezuma II, los señores y los sacerdotes eligieron a Cuitláhuac como su gobernante y caudillo de guerra. Éste desplegó gran actividad para alistar tropas, buscar alianza con algunos pueblos cercanos al lago y con los tarascos (de los cuales recibió una clara y prácticamente unánime negativa), y tratar de destruir a los invasores españoles. Sin embargo moriría pronto, víctima de la viruela.

Los aztecas (en realidad, nadie parece haber usado el término "azteca" en el siglo XVI, en los códices de la época los indígenas se daban a sí mismos el nombre de mexicas o tenochcas), celebraron con gran júbilo la derrota de las tropas de Cortés sacrificando a sus dioses los prisioneros que tomaron. La caída final de la Gran Tenochtitlan demoró algo más de un año y para conquistarla, destruirla y refundarla los españoles requirieron de la ayuda de miles de nativos aliados suyos y enemigos de los mexicas.

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