En el puerto de montaña del Gran monte St. Bernhard, a 2.472m sobre el nivel del mar, fundaron unos monjes en el soglo XI, un refugio para viajeros y peregrinos.Sin duda, la imagen del Hospicio del Gran San Bernardo se encuentra asociada indisolublemente a la de sus grandes perros de rescate.
Históricamente, las primeras referencias a perros en el Hospicio se remontan a finales del siglo XVII. En un principio, eran utilizados para tareas de trabajo, transporte y vigilancia. De hecho, en 1787 una treintena de bandidos que pretendían desvalijar el Hospicio fueron eficazmente ahuyentados por la sola presencia de aquellos enormes animales.Pero a partir de mediados del siglo XVIII, los monjes empiezan a utilizar a sus perros para el rescate.
El Hospicio lo tenía todo muy bien organizado, y procuraba reunir a quienes deseaban atravesar el Puerto en grupos que viajaban acompañados por un "marronier" o guía. El "marronier" llevaba siempre consigo a uno o varios perros, para que le sirviesen de protección y ayuda e incluso para transportar pequeñas cargas en una especie de alforjas. Sin embargo, era frecuente que algunos viajeros se adentrasen solos en la montaña, y en ese caso el "marronier", en cuanto tenía noticias de ello, salía a buscarlos, siempre acompañado de su perro. Con un tiempo tan terrible, no era raro que los viajeros (o incluso los propios "marroniers") quedasen atrapados en algún desprendimiento o avalancha, o resbalasen por los caminos helados.
En estas ocasiones, los perros resultaban insustituibles. Gracias a su excepcional olfato, eran capaces de localizar a una persona enterrada bajo varios metros de nieve, y con su gran tamaño y su tremenda fuerza física conseguían abrirse paso hasta ella. También eran capaces de oír los gritos de auxilio desde grandes distancias, ante lo cual llamaban frenéticamente la atención de los monjes e incluso, según confirman las crónicas, a veces se lanzaban ellos solos al rescate. Se calcula que, a lo largo de dos siglos, los monjes y sus perros salvaron a unas dos mil personas atrapadas en la nieve, localizando además a más de doscientos cadáveres, que aún yacen en la "morgue" del Hospicio.
Barry es el nombre del perro de raza San Bernardo más famoso de la historia. Entre 1800 y 1812 vivió en el Hospicio de San Bernardo, ubicado en el paso homónimo, en Suiza. Allí ayudaba a los monjes del Hospicio, auxiliando viajeros y peregrinos extraviados, aportando su notable desenvolvimiento en la nieve y sentido de orientación. Su fama se debe a una leyenda iniciada presumiblemente a fines de 1860, que da cuenta del heroico rescate de 40 viajeros perdidos, hasta que el último de ellos lo confunde con un animal salvaje y le da muerte. Aunque esta historia es falsa, ha sido reproducida por decenas de libros y revistas, contribuyendo a acrecentar notablemente la fama de los San Bernardo.
En 1812 un monje lo lleva a la ciudad de Berna, donde muere en 1814. Su cuerpo embalsamado se encuentra expuesto en la entrada del Naturhistorisches Museum der Burgergemeinde (Museo de Historia Natural de Berna - Suiza).
En la localidad de Asnière, cerca de París (Francia), un monumento inmortaliza la imagen de Barry, al pie del cual se puede leer la siguiente inscripción: "Il sauva la vie à 40 personnes. Il fut tué par le 41ème" (El salvó la vida de 40 personas, fue muerto por la 41º).
Barry, que significa "osito" en dialecto bernés, fue un nombre muy común entre los perros del Hospicio, y parece que en un principio los monjes empleaban la palabra para referirse genéricamente a todos ellos. A principios del siglo XX, otro Barry (conocido como "Barry II") alcanzó una fama similar a la de su antecesor, y cuando murió ahogado en el lago fueron muchos los museos europeos que solicitaron su cadáver para exponerlo con todos los honores; pero el agua lo había deteriorado tanto que resultó imposible disecarlo. Quien sí está disecado es "Barry III", muerto al caer por un barranco en 1910 y expuesto actualmente en el museo del Hospicio.
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