sábado, 23 de agosto de 2008
DESCUBRIMIENTO DE LA COATLICUE
El 13 de agosto de 1790, en la Plaza Mayor de la ciudad de México se encontró una enorme estatua cuyo significado no pudo precisarse en ese momento. Los trabajos ordenados por el virrey conde de Revillagigedo para hacer emparejamientos y atarjeas en la plaza habían dejado al descubierto una extraña masa pétrea. Los detalles del hallazgo han llegado hasta nosotros gracias a un diario y a unos cuadernos que dejara un guardia alabardero del palacio virreinal (hoy Palacio Nacional), de nombre José Gómez. Dice así el primero de los documentos:
en la plaza principal, enfrente del real palacio, abriendo unos cimientos sacaron un ídolo de la gentilidad, cuya figura era una piedra muy labrada con una calavera en las espaldas, y por delante otra calavera con cuatro manos [y] figuras en el resto del cuerpo pero sin pies ni cabeza y fue siendo virrey el conde de Revillagigedo.
La escultura, que representaba a Coatlicue, diosa de la tierra, fue trasladada al patio de la universidad. Tiempo después, el 17 de diciembre del mismo año, cerca del sitio del primer descubrimiento se encontró la Piedra del Sol o Calendario Azteca. Al año siguiente se localizó otro gran monolito: la Piedra de Tízoc. Así, la obra del segundo conde de Revillagigedo traía aparejado el hallazgo, entre otros, de tres de las grandes esculturas aztecas, hoy depositadas en el Museo Nacional de Antropología.
Es la madre de todos los dioses del panteón azteca, una de las principales deidades que trajo ese pueblo al inmigrar al Valle de México. Es una forma de la diosa de la tierra, madre de Huitzilopochtli el dios del sol y de la guerra. Las representaciones de Coatlicue muestran la parte mortífera de esta diosa porque la tierra, aparte de madre bondadosa de cuyo seno nace todo lo vegetal, es el monstruo insaciable que devora todo lo que vive, eso sin contar con que también los cuerpos celestes desaparecen tras ella.
Sin embargo, la imagen colosal de Coatlicue, originaria de la “Casa negra” - su templo en Tenochtitlán- no la representa solamente en su calidad de diosa de la muerte, sino como una figura sin cabeza, con lo que se expresa que la diosa de la tierra era al mismo tiempo diosa de la luna: en muchos mitos se cuenta que ésta entabla una lucha a muerte con el sol y resulta decapitada porque su disco se oscurece a medida que se acerca el sol.También en la leyenda el dios Huitzilopochtli decapita a su hermana enemiga que representa a la luna.
Coatlicue, en náhuatl “la de la falda de serpientes”, tuvo a su hijo más aguerrido en lo que se representa como un amanecer. Cuenta la leyenda que era una viuda piadosa que un día que barría el templo y que una bola de brillantes plumas que caída del cielo la fecundó.
Sus hijos e hijas, decidieron matarla en atroz arrebato de ira, pero Huitzilopochtli, dios de la guerra, que nació en el momento preciso y completamente armado lo primero que hizo fue matar a sus hermanas y hermanos, hoy la luna y las estrellas.
La representación más importante de la Coatlicue es la que se conserva en el Museo Nacional de Antropología de México: tiene pies y manos en forma de garras, una falda de serpientes entrelazadas y el pecho cubierto por un cráneos, manos y corazones humanos. La cabeza de la diosa está sustituida por dos cabezas de serpiente encontradas, que simulan dos chorros de sangre que brotan de su cuello cortado.
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