lunes, 13 de agosto de 2007

LA ESTATUA ECUESTRE DE CARLOS IV




Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte realizó una serie de actos corruptos que enfurecieron a Carlos IV y, para congraciarse con él -cosa que logró con creces- le propuso realizarle una estatua ecuestre que estuviera en la Plaza Mayor de México. El rey aceptó y el virrey nombró a Manuel Tolsá coordinador de la obra. Corría el año de 1790.

Para conseguir los fondos se realizaron varias corridas de toros y así se consiguieron 50 mil pesos, cantidad que sobrepasó con mucho los 18,700 pesos necesarios para cubrir el total del proyecto. Sin embargo este fue solo el principio de las aventuras de Tolsá, ya que, para tener terminada la obra hubieron de pasar algunos años y miles de peripecias, cuando el arquitecto iniciaba el modelado de la escultura, se supo que la fragata asturiana que transportaba desde Cádiz 90 quintales de calamina -parte del material necesario para la fundición- había sido capturada por piratas ingleses; después no pudieron reunirse los 600 quintales de metal que hacían falta y se suspendió la obra por un tiempo.

Hubo varias inauguraciones en falso: la primera piedra del monumento (todavía sin caballito) fue colocada por propia mano del virrey el 18 de julio de 1796, con gran solemnidad y pompa. El 9 de diciembre de ese mismo año se develó la estatua provisional hecha de madera y estuco, recubiertas con hoja de oro. La celebración duró tres días y hubo salvas de artillería, repique de camapanas, y tres mil monedas de plata y bronce que el virrey, la virreina y el Regente de la Real Audiencia arrojaron por los balcones para contentar al público asistente.

Terminada la fiesta, Tolsá continuó con el modelado de la estatua definitiva, teniendo como modelo un caballo percherín poblano llamado "Tambor". El inmenso molde para el vaciado quedó listo para su vaciado en bronce, pero el metal de la fundición aún no estaba completo por lo que Tolsá y su equipo debieron esperar tres años. Fue el 2 de agosto de 1802 cuando el molde se recalentó para desalojar la cera y se encendieron los hornos que calentaron los crisoles con 300 quintales de metal cada uno. A las seis de la tarde del día 4, el metal convertido en masa líquida e incandescente fue vaciado en el molde. Después de 5 días la pieza se había enfriado y todo había concluido con éxito.

Cuatro días duró el transporte de la enorme escultura de bronce (4.88m de altura, 1.78 de ancho y 5.40 de largo, es decir ocho veces el tamaño natural y seis toneladas de peso) hasta enfilarla hacia la segunda puerta del Palacio Real. Siete años después de ideado el monumento, el 9 de diciembre de 1803, se repitió la fiesta de más de tres días, recibiendo Tolsá grandes honores.

El caballito, en un principio estuvo en el Zócalo, al triunfo de la Guerra de Independencia, cuando entró a la ciudad el Ejército Trigarante encabezado por Iturbide el Caballito estuvo oculto dentro de un enorme globo de madera pintado de azul, incluso hasta después de la coronación.
Guadalupe Victoria, primer presidente de la República, considerando un insulto la existencia de la estatua propuso fundirla, pero Lucas Alamán, que tenía mejor gusto, impidió tal barbaridad.
En mayo de 1823 el Ayuntamiento decidió transportar el caballito al claustro de la Universidad, situada entonces junto al Mercado del Volador. Ahí permaneció quince años hasta que Mariano Arista decidió embellecer de nueva cuenta el Paseo de Bucareli, que estaba entonces en remodelación y Carlos IV fue a parar ahí, en la glorieta de Reforma, en septiembre de 1852.
Fue hasta mayo de 1979 en que el Caballito fue llevado a la calle de Tacuba, frente al Palacio de Minería, en el centro de una pequeña plaza que llevaría también el nombre de su autor.
Su nombre real es la Estatua Ecuestre de Carlos IV.

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